Estreno

"Perdiendo el juicio": El público sentencia y este es el veredicto

La serie aterrizó en atresplayer con un piloto que conquistó por su tono, su interpretación protagonista y su capacidad para conectar. Las redes no tardaron en convertir el estreno en una pequeña celebración

Escena de "Perdiendo el juicio"
Escena de "Perdiendo el juicio"Atresmedia

Hay estrenos que pasan sin pena ni gloria, y otros que encuentran desde el primer minuto ese raro acuerdo tácito entre desconocidos que comentan lo mismo al mismo tiempo. “Perdiendo el juicio”, la nueva serie de atresplayer, pertenece a ese segundo grupo. No necesitó más que un episodio para generar reacciones visibles, cercanas y, sobre todo, entusiastas. La audiencia, con esa mezcla de espontaneidad y criterio que sólo las redes sociales pueden ofrecer, dictó sentencia.

Desde el domingo por la noche, plataformas como X (antes Twitter) comenzaron a llenarse de comentarios que compartían una misma conclusión: algo fresco, algo distinto, algo que apetece seguir viendo. No había euforia impostada ni fanatismo prefabricado. Era otro tono: el de quien descubre algo con lo que conecta y lo recomienda sin pedir nada a cambio. Y eso, en el ecosistema saturado de la ficción, tiene más valor que cualquier campaña.

“Una cosita fresca, ligera, entretenida. Es un sí”, escribió una usuaria. Otro hablaba directamente de “maravilla de cast, de primer capítulo, de dar visibilidad al TOC”, mientras no faltaban quienes agradecían la interpretación de Elena Rivera con entusiasmo casi afectivo: “Cómo me encanta Elena Rivera y lo bien que se luce”. Incluso hubo quien celebró algo tan aparentemente secundario como la banda sonora. Eso no ocurre cuando una serie simplemente cumple. Eso ocurre cuando toca algo más.

Lo más interesante es que el público no necesitó entrar en análisis técnicos, ni en disquisiciones sobre géneros. El piloto de “Perdiendo el juicio” se vivió como una experiencia emocional más que intelectual. Fue acogido con naturalidad y sin reservas, como se reciben esas historias que, sin aspavientos, nos hacen sentir acompañados. Lo que llegó no fue un juicio clínico, sino un gesto colectivo de aprobación. Y eso, en ficción, vale oro.

Curiosamente, pocos hablaron de si la serie era “judicial”, “romántica” o “de salud mental”. La mayoría de las reacciones orbitaban en torno a la sensación de estar ante algo cercano, reconocible, incluso necesario. Lo que podía ser una serie más entre tantas, se convirtió —para quienes la vieron— en una especie de descubrimiento íntimo. En un ecosistema donde muchas ficciones buscan provocar, aquí se agradeció que la propuesta simplemente acompañara.

La frase que más se repitió, con ligeras variaciones, fue clara: “Engancha”. Y engancha por cómo se cuenta, por quién lo protagoniza, por lo que sugiere sin subrayarlo. El TOC no fue usado como disfraz narrativo, ni la abogacía como excusa para intrigas de manual. Todo parecía más humano, más cotidiano. Y eso el público lo notó, lo valoró… y lo compartió.

“Perdiendo el juicio” puede que sea solo el inicio de una historia. Pero si algo ha quedado claro tras su estreno es que el juicio más importante —el del espectador— ya ha tenido lugar. Y su fallo es rotundo: culpable de enganchar. Con atenuantes de frescura, empatía y verdad.