Estreno
«Selftape»: moviola sentimental
Filmin estrena esta semana su tercera apuesta por la producción propia, historia de las hermanas Vilapuig desde la autoficción y una protesta contra la industria
Tocaron el cielo envueltas en llamas, pero es desde más arriba desde donde mejor se ve la superficie real del incendio. Las hermanas Vilapuig, Joana y Mireia, alcanzaron el estrellato juvenil gracias a «Pulseras rojas», un fenómeno que trascendió desde lo estrictamente catalán a lo internacional y que, por ejemplo, también reveló a intérpretes como Àlex Monner. Aquella experiencia fugaz, sumada a otras tentativas en cine y televisión, dieron con ellas ante el reverso pasivo de los juguetes rotos, el de las intérpretes preparadas y con experiencia que, sin embargo, se ven incapaces de replicar un éxito, claro está, imposible de emular.
Desde esa experiencia, y desde la autoficción más fina, las Vilapuig estrenan esta semana «Selftape», tercera serie original de Filmin tras «Doctor Portuondo» y «Autodefensa» y, quizá, la más equilibrada de todas, con seis capítulos de una media hora que ya están disponibles en la plataforma. «La serie nació en un mar de respuestas negativas. Nos dimos cuenta de que en lo concreto de nuestro pasado había una serie. Era una relación de hermanas sí, pero la nuestra se parece muy poco a una típica», explicaba Joana, a LA RAZÓN, durante la presentación del proyecto en el último Festival de Málaga. «Llegábamos a probar para el mismo papel. Mandando las mismas ‘‘selftapes’’, incluso», completa la actriz y creadora, sobre el nombre que la serie toma de las grabaciones a modo de audición que los actores mandan a los estudios.
Oda a la vocación
«Hay mucha ficción y mucha realidad, a partes iguales, diría. No hemos querido centrarnos, enfatizar qué es qué, sino construir la serie desde una cierta distancia. Pero es innegable que todo lo que ocurre está anclado a nosotras, a situaciones que hemos vivido nosotras o nuestras amigas», explica Mireia sobre cuánto es auto y cuánto es ficción. Y sigue, sobre esos lugares oscuros a los que puede llegar la serie por momentos y que, de algún modo, las han forzado a verbalizar sentimientos y emociones quizá reprimidas durante años: «Empezamos totalmente decididas a contarlo desde la ficción, pero hubo un momento en el que no daba más de sí. Parecía demasiado irreal. De hecho, hicimos hasta un piloto que sirvió para darnos cuenta de que teníamos que escribir la serie desde nosotras mismas. Ahí nos dimos cuenta de que, si de verdad queríamos llevar adelante esto, teníamos que hablar entre nosotras de cosas de las que no habíamos hablado nunca», se sincera con LA RAZÓN.
Consciente de su naturaleza privilegiada, la serie se puede entender como una dolorosa oda a la vocación, desde lo vehemente y lo emocional, pero también desde lo racional, desde la posición ética de quien se sabe atrapado por sus propias contradicciones. Capítulo a capítulo, tirita a tirita en verdad, la serie es una reconstrucción, en lo argumental, de la relación entre las dos hermanas protagonistas. Una, resacosa de triunfo, vuelve a la ciudad que compartieron siempre, mientras la otra intenta no naufragar en sus propias pretensiones: artísticas, laborales, perceptuales y hasta políticas. El preciosista estudio de personajes de «Selftape» (el primer plano es toda una declaración de intenciones) no esconde su amor por «Podría destruirte» o «Fleabag», pero en lugar de trasladar su espíritu con descaro, sarcasmo o rebeldía, lo hace con empatía.
«Siento que la serie conecta con una ansiedad generacional muy extraña. Por ejemplo, acabamos de terminar la serie y pienso en que a lo mejor no me sale nada pronto. Y eso que ni siquiera la hemos estrenado aún. Nuestra generación se ha criado con miedo al futuro», explica Joana (28), antes de que intervenga Mireia (25): «Nos han vendido una vida imposible, pero tampoco creo que la serie sea un retrato generacional. Habla de ello porque es la edad que tenemos, pero tampoco aspiramos a eso. No queríamos abanderar nada. Nuestra historia, en realidad, es sobre estas dos hermanas».
Y así, analizado lo interno, cabe preguntar por esa crítica directa a la industria del audiovisual, que las enfrenta, las corrige y las intenta encorsetar -la metáfora se hace explícita en la serie- en lo que «se necesita» o no en cada momento. ¿Es nuestra industria así de fea... o es peor aún? «Es mucho peor y mucho mejor de lo que se ve en la serie», bromea Joana, antes de continuar: «Queríamos que ‘‘Selftape’’ hablara de cosas que nos han pasado o que sabemos que ocurren. Y eso pasa por los triunfos y las alegrías, pero también por un sistema que es feo, y que produce muchas frustraciones», se despiden honestas las Vilapuig.
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