
Crítica
En 'Yakarta', nadie juega al bádminton si es feliz
Javier Cámara y Carla Quílez protagonizan la nueva serie de Diego San José que estrena hoy Movistar Plus+
Ser solo guionista no es fácil. A todas las dificultades que ya tiene, de por sí, dedicarse al audiovisual, hay que sumarle una constante invisibilización: ese ostracismo que relega al guionista en favor de directores y actores, y que hace que, si alguien se cruza con uno por la calle, ni lo reconozca. Eso no le pasa a Diego San José. El irunés, fogueado en la inagotable cantera de «Vaya Semanita», lleva una carrera en solitario imparable, paralela a la dupla que forma con Borja Cobeaga —juntos nos dieron «Ocho apellidos vascos», «Fe de etarras» o «Pagafantas». A diferencia de Cobeaga, San José no dirige. Tampoco lo necesita: como creador de la trilogía de Juan Carrasco —«Vota Juan» (2019), «Vamos Juan» (2020) y «Venga Juan» (2021), con Javier Cámara al frente— o de «Celeste» (2024), recién galardonada con un Premio Ondas, ha demostrado ser uno de los mejores guionistas del país. Ha llegado a esa categoría de «autor» sin necesidad de ponerse tras la cámara.
Su idilio con Movistar continúa hoy, apenas un año después de «Celeste», con «Yakarta». Pese a lo exótico del nombre, la historia no ocurre en la capital de Indonesia, sino en el barrio madrileño de Vallecas, en esa España de bingos, hoteles de carretera, polideportivos municipales y copisterías. En el centro están dos personajes para los que San José ha querido contar con dos nombres potentes. Por un lado, Joserra (Javier Cámara), un exjugador de bádminton que llegó a los Juegos Olímpicos y ahora malvive dando clases, empeñado en descubrir a la siguiente estrella. Por otro, Mar (Carla Quílez), una chica de 17 años que juega más por evasión que por pasión. Sus caminos se cruzan por azar, y Joserra, convencido de que Mar tiene potencial para ser campeona mundial, se ofrece a entrenarla para, juntos, intentar llegar a Yakarta: ese El Dorado con el que ambos —especialmente él— sueñan.
Con este punto de partida, y con Diego San José al mando, cualquiera esperaría que «Yakarta» fuera una road movie desenfadada que aprovecha la dinámica chica joven–hombre mayor para hacernos reír. Nada más lejos de la realidad. San José, que ya en «Celeste» demostró que la frontera entre comedia y drama —como en la vida— es casi irreal, apuesta aquí por una historia oscura, con conflictos duros, protagonizada por dos perdedores a los que, lejos de dulcificar o «perdonar», muestra con sus traumas, miserias y contradicciones. Mar y Joserra son muchas cosas, pero, sobre todo, son dos personas que se necesitan, que ven en el otro una vía de escape y que terminan forjando algo tan improbable con sus edades como una amistad.
«Yakarta», pese al triple salto mortal de San José con su tono, funciona de maravilla: logra una historia emotiva, pisa un montón de charcos y no sale mal parada de ninguno. No es un melodrama, sino una serie que cuenta la vida misma, con toda su naturalidad, en escenarios reconocibles para cualquier español medio, y que no rehúye el absurdo ni lo cómico —hay una escena relacionada con Julio Iglesias que es para quitarse el sombrero—. Por supuesto, todo esto se apoya en sus dos actores. Carla Quílez, aunque sin tanto espacio dramático, cumple con ese papel de adolescente que se va desarmando poco a poco; pero lo de Javier Cámara —con un personaje tan complejo moralmente como su Benigno de «Hable con ella»— es de otro nivel. Joserra logra conmover, logra que empaticemos con su fragilidad, incluso cuando sus actos son reprobables. Sus fantasmas, contados con una elegancia tremenda por los directores —Elena Trapé, Fernando Delgado-Hierro y el propio Cámara—, no están subrayados ni buscan el efectismo, lo que da a los seis episodios un aire realista dificilísimo de conseguir. Aunque la serie se centra casi por completo en ellos dos, hay secundarios que merecen mención: Pilar Gómez, David Lorente o Nuria Mencía, que, con papeles pequeños, suman muchísimo a este universo tan bien armado.
Hasta ahí se puede contar. Lo demás es mejor descubrirlo sin saber demasiado, dejarse arrastrar por la historia. Al final, ¿qué importa si Mar y Joserra llegan o no llegan a Yakarta? Se nos ha repetido hasta la extenuación eso de que hay que ganar, de que hay que esforzarse y triunfar, pero la vida real no funciona así. A veces no se llega, a veces no se puede. Y no pasa nada. No todo el mundo lo consigue, y eso está bien. Celebremos eso, ya sea en Yakarta o en Vallecas.
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