Estreno teatral

«Tempestad», Shakespeare a ritmo de pop-rock

Llega al Matadero «La tempestad», la última y extraña comedia del autor inglés, en la producción que dirige Sergio Peris-Mencheta

Barco Pirata
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Después de «Hamlet», posiblemente, «La tempestad» sea el texto de Shakespeare que más se ha prestado a la formulación de hipótesis e interpretaciones. Por boca de los personajes, expresa sus pensamientos más profundos y su concepto de la vida, hasta el punto de ser considerado su drama más personal y, al ser la última de sus obras, su verdadero testamento poético. Escrita en 1611, pertenece a la serie de piezas en las que el genial dramaturgo funde el ámbito de lo real con lo mágico y lo maravilloso. La trama gira alrededor de Próspero, duque y mago, quien, traicionado y depuesto, tiene que exiliarse con su hija Miranda a una isla desierta en la que pasará doce años en relación con el genio Ariel y el bestial Calibán. Una isla donde duendes, hadas y monstruos ayudan a reflexionar sobre los recovecos del ser humano y la búsqueda obsesiva del poder y la ostentación. Shakespeare no desaprovecha la ocasión para analizar el alma humana: el amor, la esclavitud y el perdón que triunfa sobre la venganza. La relación entre realidad y ficción –«estamos tejidos de idéntica tela que los sueños»–, así como entre el hombre y mago y las criaturas a las que libera, pero también somete, otorgan a «La tempestad» un lugar entre las obras más universales del autor inglés.

En el Fringe

Después de triunfar en el Festival Fringe de Madrid este pasado verano, llega a las Naves del Matadero en un montaje de la compañía Barco Pirata, bajo la dirección de Sergio Peris-Mencheta. Cinco actores y tres músicos dan vida a más de 20 personajes con un espectáculo en el que la música en directo y el apoyo audiovisual juegan un papel fundamental acompañando a la acción, más parecida al malabarismo circense que al teatro. Según el director, «el cuento es fiel a la obra original, pero lo narramos a nuestra manera. Mi obsesión es que se entienda, que llegue al espectador por el corazón y las tripas. Con los clásicos hay que sintonizar y nosotros no hacemos una puesta en escena de la obra como tal, hemos querido jugar. Entre todos vimos en ella un pretexto para pasarlo bien creando. Fieles al original en el fondo, pero no tanto en las formas. Para empezar, no la hacemos entera, sería mastodóntico y no tenemos posibilidades. La crisis te obliga a ser imaginativo y a trabajar con pocos elementos». Como obra, es difícil de enmarcar. Su estructura es extraña, transcurre en tiempo real y son tres horas que nosotros hemos acortado y reinventado, la hemos traído a nuestro terreno. Es una mezcla de géneros porque el autor se despide del teatro y repasa todas sus obras. Su rareza es esa mezcla y su falta de acotaciones te permite la creatividad. Nuestra recreación trata de ver el otro lado».

«El propósito –continua Peris-Mencheta– es acercar Shakespeare más al público. Aprovechamos la idea del testamento, que se despide y habla del teatro, para hacer metateatro involucrando a los espectadores. A cada uno se le da un papel y se le hace partícipe de alguna manera. A veces, en la vida real y otras en la ficción; no siempre se sabe si están en la realidad o interpretando». De ahí su concepción sobre el espacio escénico: «Aquí es semicircular y todo es producto de nuestra creación trabajando en equipo. Lo hemos preparado con talleres, echando imaginación, leyendo y ensayando sobre la marcha, saltando todos los protocolos al uso del teatro. Los músicos tocan en directo temas de pop y de rock y nos apoyamos en elementos audiovisuales porque ayudan a contar la historia y a que se produzca la magia. Soy muy cinéfilo y he querido contarlo con ritmo de cinematográfico. Una comedia musical en la que esperamos que la magia la ponga el público».

«Toda la obra –continua el director– es una continua alusión al poder y las pasiones humanas. Porque lo ostentan, por su relación con él, porque lo han perdido y lo quieren recuperar, porque lo persiguen o porque lo conocen y lo detestan. El poder es el nexo de unión de toda la obra». En su opinión, «es una droga que está aniquilando a la especie humana. Su fuerza corrompe y corroe las estructuras básicas del ser humano. Tiene que ver con la necesidad de compararse con el otro y ser superior a él. Shakespereare siempre te pone delante las pasiones humanas para que nos sintamos reconocidos en ellas y ésta es la historia de una venganza donde hay amor y perdón. El mejor antídoto contra ella es el amor, que, es tan revolucionario, que si nos guiásemos por él, cambiaría el "statu quo"». Y concluye, «el teatro pone tu realidad delante, esa es su función. Por eso, ésta es la hora del teatro».