Ferias taurinas
A medias de todo
Una oreja cada uno han cortado los diestros Enrique Ponce, José Garrido y el mexicano Luis David Adame al término del tercer festejo de la Feria de San Mateo de Logroño, una tarde a medias de todo.
Seis toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presentación, salvo el anovillado quinto, nobles y justos de fuerzas en general, a excepción del cuarto, que ha tenido más clase y motor. Precisamente el quinto, sin raza e inválido, fue también eØ más deslucido.
Enrique Ponce, de grana y oro: estocada ligeramente desprendida (palmas); y bajonazo (oreja).
José Garrido, de catafalco y oro: estocada (oreja); y pinchazo, otro hondo y tres descabellos (silencio).
Luis David Adame, de rosa pálido y oro: gran estocada (oreja); y media (silencio).
En cuadrillas, buenos pares de Miguel Martín al tercero.
Al finalizar el paseíllo se guardó un emotivo y respetuoso minuto de silencio en memoria de las víctimas del terremoto de México. La plaza registró media entrada en los tendidos.
Ponce no pasó de aseado con un primero de corrida tan noble como flojo y bajo de raza, el típico «juampedro» chochón y insulso al que el valenciano sobó y sobó por los dos pitones, con poco ajuste y haciendo el toreo a media altura, en lo que una faena correcta teniendo en cuenta la condición de su oponente, pero también plana y sin emoción. Hubo algunas palmas de consolación tras el arrastre.
El cuarto fue, hasta ese momento, el toro de más movilidad, con más pies y clase, del envío, al que dieron bien en varas el caballo. Ponce estuvo sensacional con él. Un inicio en los medios muy rotundo y con mucho temple fue la antesala a una labor muy plástica y perfectamente conjuntada sobre la diestra.
Manejó también muy bien la escena el valenciano, que acabó de encandilar a los asistentes con un fin de obra «marca de la casa», en la que no faltaron pases genuflexos, cambios de manos, circulares invertidos... Ambiente de frenesí. Pero se le fue la espada muy abajo, lo que desmereció una buena obra de Ponce, aunque fuera premiada igualmente con un trofeo.
Garrido, que había entrado a última hora en el cartel en sustitución de su paisano extremeño Antonio Ferrera, rayó a muy buen nivel con su noble y enclasado primero, al que cuajó una faena de mucho temple y gusto, de mano baja y ligazón por los dos pitones.
Toreo rotundo y mandón ante un toro que respondió a tanta exigencia de Garrido, que lo bordó sobremanera en dos series al natural ya en el epílogo, para acabar por ceñidas manoletinas. La estocada, de la que salió el toro sin puntilla, fue perfecto corolario a una labor premiada con una oreja de ley.
El quinto fue el garbanzo negro del envío tanto por presencia (demasiado anovillado) como por esencia, pues ni tuvo raza ni fuerzas para poder desplazarse mínimamente. Con semejante «material», la gente se puso rápido a la contra, e, incluso, invitaron a Garrido a que desistiera con aquel sinsentido.
Luis David Adame cortó una «orejita» de su primero, premio condicionado sobremanera por la gran estocada que recetó, de la que, además, salió trompicado el mexicano.
Por lo demás, Adame anduvo animoso con el capote y, aunque el inicio de rodillas con la muleta fue prometedor, sin embargo, pecó luego de demasiado encimista, sin dejar desarrollar al toro, al que acabó «ahogando». Pero un final galerista, muy del agrado de la gente, y el fulminante espadazo posterior, voltereta incluida, fueron claves para la concesión de un amable trofeo.
El sexto fue el toro de más peso y cuajo de los seis. Adame, que lució en un quite por zapopinas y banderilleó también con soltura y facultades, sin embargo, se perdió en la muleta en un eléctrico trasteo de muchos pases y poco poso.
Está aún muy nuevo este joven mexicano, al que le sobra valor para dar y tomar, pero le falta todavía profundizar en lo fundamental.
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