Feria de San Isidro
La maldición del éxito
Hasta nueve toros desencadenaron el enfado en la plaza madrileña con el «no hay billetes» colgado en taquilla el día del patrón de San Isidro.
Hasta nueve toros desencadenaron el enfado en la plaza madrileña con el «no hay billetes» colgado en taquilla el día del patrón de San Isidro.
Las Ventas (Madrid). Décima de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, muy desiguales de presentación. El 1º, bronco y de corto recorrido; el 2º, noble pero soso y sin transmisión; el 3º, de calidad pero a menos; el 4º, tan noble como flojo; el 5º, sobrero, tris, de José Luis Marca, deslucido; el 6º, sobrero de Conde de Mayalde, muy a menos. Lleno de «no hay billetes».
Alejandro Talavante, de nazareno y oro, pinchazo, estocada corta (silencio); metisaca, tres pinchazos, estocada, descabello (silencio).
Roca Rey, de canela y oro, aviso, dos pinchazos, estocada caída (saludos); pinchazo, estocada corta (silencio).
Posada de Maravillas, que confirma alternativa, de azul marino y oro, cuatro pinchazos, aviso, estocada corta (silencio); estocada (silencio).
Estaba cantado. O casi. Estas cosas pasan como maldición. Por la mañana Juan Pedro Domecq descubría en la misma plaza de Las Ventas el azulejo a la corrida más completa de la feria 2015 y por la tarde se armaba la mundial, o algo menos o algo más según quién te lo cuente con los seis del hierro titular, más un sobrero de lo mismo y otro más de Marca. Y... más. Hasta con nueve y dos horas y cuarenta y cinco minutos de festejo no dimos por finalizada la maldición. Para el ganadero y para dos de los toreros que mejores momentos nos han dejado en lo que va de feria. Volvía Roca Rey, el único que ha sido capaz hasta la fecha de abrir la puerta grande, la misteriosa. Y cumplía Talavante la dos de tres. Está en su plaza y se le nota. Pero se le cayó de las manos la tarde. Brindó al Rey emérito, que volvió a ocupar de nuevo una de las localidades justo encima de toriles, cumplía con la deuda contraída a ojos del público que en su anterior comparecencia se saltó los dos brindis mientras Roca (Perú) y Castella (Francia) cumplían. ¡Los tiempos! Brindó pero el éxito no le acompañó. Una vez pasado el fulgor del preámbulo en el centro del ruedo y al natural, poco quedó al juampedro, tan noble como soso. Con menos de lo justo se movía el cuarto ya de salida. Lo mantuvo el presidente. Se quedó. Nos quedamos. Y la faena, correcta de Talavante no sumaba un ápice de emoción, a pesar de que la plaza estaba llena hasta la bandera.
Tan sólo un día había pasado entre la Puerta Grande de Roca Rey, más parecida a una tortura que al éxito soñado, y volvió a pisar Madrid. Su fe es ciega y su valor de acero. Pero no pudo en esta ocasión. Y a punto estuvo con el terciado tercero, que descolgaba la cara una barbaridad, lo que hacía era muy por abajo, y ahí le acertó Roca con la tecla y dos tandas tuvieron un saborazo brutal, por ligadas, lentas y toreadas. Perdió el toro la poca revolución que tenía y no encontró el peruano más resortes para el éxito, no los había. El ambiente estaba ya decadente con el quinto. Bis y tris. Cada cual peor. De fondo y forma. La verdad. Primero un sobrero de Juan Pedro también. Flojeras el tío y un sustituto de Marca, que no vino a salvar la debacle. Lo paró Roca Rey en el centro del ruedo por gaoneras. Valor del bueno. Y lo único que nos quedó después.
Si creíamos haberlo visto todo, había más. Un sexto, colorao, de ida y vuelta también. El noveno toro que saltaba a la arena de Madrid en el día del patrón. Nefasto homenaje. Posada se fue al centro del ruedo con su disco duro reseteado. Era su oportunidad. Pero sólo un espectro. Menos que una calada le duró al de Conde de Mayalde la movilidad. Se paró el animal y justo detrás el toreo. Tampoco se lo puso fácil el toro de la confirmación al nieto de Juan Posada. Menuda tarde. Bruto y de corto recorrido. Digno el torero que manejó con suavidad la capa, soltura la muleta y se le hizo hueso la espada. Visto lo visto, que Dios nos libre del éxito.