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Toros

Un reino de vulgaridad

Ponce, Roca y Manzanares cortan una oreja cada uno en la tercera de la Feria de Logroño

Enrique Ponce dando la vuelta al ruedo en su primer toro / Chopera Toros
Enrique Ponce dando la vuelta al ruedo en su primer toro / Chopera Toroslarazon

Sonaba Logroño como si aquello fuera infernal. Te taladraba los oídos. O entrabas en la corrida o te hacían rodar. La reverberación de la plaza cubierta, más el calor, más la indefinición de la corrida, que hizo cosas raras, extrañas de principio a fin nos hizo cavilar, a pesar de que no era fácil llegar a ningún lugar de confort, allí donde sentirte seguro y a salvo con tu afición. Sí el entradón de la plaza, ese casi lleno a pesar de que baratas las entradas no eran y por eso todo lo que ocurrió después pesaba más. Sobre todo ese sexto, que primero no estaba a la altura en cuanto a la presentación de la tarde, y después le faltaba quintal y medio de fuerza. Pero, ¿qué más da? Debió pensar el presidente ante la insistencia del público a su devolución. Mientras pitaba Logroño le lidiaban con las manos por arriba ayudando al toro, ¿quién ayudará a quien se deja en taquilla el dineral? Era el último cartucho de Roca. A quien habían venido a ver. Quien cuenta entre sus hazañas con estar cerca del lleno de la plaza riojana, que es mucho decir, y se agradece. A pesar de que tuviera que pasar inédito en el cierre. El toro de Juan Pedro no se salió una coma del guión y se desplomó. El animal lo había estado avisando. Ni una culpa. El que avisa... Tres faenas en una había despachado en el tercero. Los lances de recibo, las verónicas casi en busca y captura eso sí, chicuelinas aún en el despertar y el quite por el mismo palo. Nos sobrevinieron después los pases cambiados por la espalda, alguna tanda en honor a la austeridad del toreo y antes de acabar de encontrar la definición del toro (¿no acudía el animal dos veces igual o tampoco había dos muletazos iguales en la faena?) nos topamos de frente con las arrucinas, por la espalda, uno, dos, tres... Aquello acabó con unas bernadinas que enloquecieron al público y paseó un trofeo. No sé más. Mucho mucho ruido. Ese era el barullo de la plaza y de la tarde.

Ponce, con un primero que blandeó en los primeros tercios, no acabó de encontrar la continuidad a la embestida del toro y tono a la faena y envolvió tanto la del cuarto, noble pero paradote, que nos la pasamos esperando el regalo final. Y no llegó. La decepción fue doble.

Medida había sido la faena de Manzanares al segundo, más entonado al natural, con ese toro repetidor y con movilidad y con sus irregularidad. Y se desbordó en extensión con un quinto, manejable y a la espera, con el que no logró hablar de las emociones a pesar de las muchas repeticiones. Total, que la buena entrada de la corrida fue lo más positivo y, salvo para las cuentas, casi que al final se volvió en contra mientras la vulgaridad nos devoraba.

Logroño. Tercera de Feria. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq y Parladé (1º y 5º), desiguales de presentación en conjunto. El 1º y el 2º, movilidad y repetición, aunque desiguales las arrancadas; el 3º, repetidor con visos de querer irse; el 4º, noble pero paradote; el 5º, manejable y a la espera; el 6º, flojísimo. Casi lleno en los tendidos.

Enrique Ponce, de azul marino y oro, estocada caída (oreja); media, descabello (saludos).

José María Manzanares, de azul marino y oro, estocada (oreja); pinchazo, media estocada, aviso, descabello (silencio).

Roca Rey, de tabaco y oro, pinchazo y estocada (oreja); media (silencio).