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La revuelta agro que no cesa
La queja más común es que se legisla a espaldas del campo
Aunque con menor intensidad, la protesta del campo no termina. El motivo es que, por mucho que desde Bruselas se esté aflojando la presión, el fondo del problema sigue sin resolverse. No se trata subvenciones, como algunos plantean. El sector primario entiende que los subsidios están bien, pero al final no son sino parches. Hay quien sostiene que nuestro campo no está tecnificado ni profesionalizado. No es verdad. Somos líderes en porcino, aceite de oliva y hortalizas, con unos niveles de producción altísimos gracias a la aplicación de tecnologías punteras. El problema está en la UE, que levanta barreras burocráticas y favorece la entrada de productos extranjeros. Algo pasa cuando, pese a tener una excelente generación de cítricos, los lineales de los supermercados están llenos de naranjas o mandarinas de Marruecos, Sudáfrica o países latinoamericanos.
La revuelta del campo se mantiene porque las críticas no se deben a la disminución de las ayudas, que también, sino sobre todo en la Agenda Verde, que penaliza al agricultor en beneficio de los grandes fondos y las multinacionales, responsables de haber inundado el mercado con sus productos abrasivos, pesticidas, herbicidas, glifosatos y contaminantes. Se culpa a los agricultores de utilizarlos, pero son los canales de distribución de las grandes corporaciones los que los han llevado a los cultivos.
La queja más común es que se legisla de espaldas al agro, promoviendo cierres forzosos de granjas, prohibición de cultivos y fertilizantes, incremento del precio diésel y de la maquinaria agrícola. En esto ni Von der Leyen ni la Comisión Europea dan su brazo a torcer, y por eso sigue la protesta.
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