Destinos nacionales
Así es El Hierro: la isla del meridiano
La más joven de las Islas Canarias se presenta, gracias a su aislamiento geográfico y las medidas sanitarias, como uno de los destinos turísticos más seguros frente a la Covid-19
Incluso antes de poner los pies en ella, a poquito que nos guste satisfacer nuestra curiosidad viajera, vamos a ser conscientes de algunos factores, tan personales como intransferibles, que otorgan singularidad y carácter único a esta isla. Basta decir, por ejemplo, que estamos en el territorio más occidental y meridional de España y, también, el más alejado de la Península; que fue la última isla canaria en formarse y que era la más pequeña habitada del archipiélago (11.154 personas censadas en 2019) hasta que La Graciosa fue declarada como la octava isla hace un par de años.
Si todo esto les parece poco, podemos añadir que El Hierro es un auténtico tesoro natural: la isla está declarada Reserva Mundial de la Biosfera desde el año 2000, Geoparque en el 2014 y puede presumir de ser la «afortunada» que posee mayor superficie protegida en proporción a su extensión (el 58%). Y si de rasgos diferenciales hablamos, conviene saber que, en esta isla, que gracias a su aislamiento geográfico y las medidas sanitarias es uno de los destinos turísticos más seguro frente a la Covid-19, los lustros, décadas o siglos son conceptos banales, prácticamente inútiles.
Aquí, como en la antigua Grecia con sus Olimpiadas, el tiempo se mide en Bajadas, o lo que es los mismo, el período de tiempo que transcurre entre cada traslado de la Virgen de los Reyes desde su ermita en la Dehesa de Sabinosa hasta la Villa de Valverde, capital insular. Un recorrido de casi 29 kilómetros, llamado Camino de la Virgen (que rara vez se logra realizar en menos de 17 horas), que tiene lugar el primer sábado de julio, cada cuatro años, desde 1745. Tanto para los habitantes habituales de la isla como para los que vuelven a casa por la ocasión, la Bajada es un acontecimiento vital y espiritual que transciende mucho más allá de una simple romería.
Tal es el fervor y compromiso con el que toda la isla vive ese momento que ya se han iniciado los trámites para lograr que la Bajada de la Virgen de los Reyes se incluya en la lista de Patrimonios Mundiales Inmateriales de la Humanidad de la Unesco. La siguiente Bajada será el sábado 3 de julio de 2021; conviene reservar alojamiento con mucha antelación si no queremos perder la oportunidad de vivir semejante experiencia. A menos de tres kilómetros de la ermita aparece El Sabinar, un bosque con tintes oníricos plagado de sabinas cuyos troncos han adoptado formas caprichosas y retorcidas producidas por la acción de los fuertes alisios; árboles centenarios que, con su victoria frente a la adversidad, se han convertido en el icono de la isla, el auténtico sinónimo del carácter herreño y su célebre capacidad de resistencia.
Pero lo que más llama la atención es descubrir que El Hierro era ya un enclave fascinante mucho tiempo atrás, cuando la Punta de Orchilla estuvo considerada, durante varios siglos, como el punto más occidental del mundo conocido, la última frontera entre lo humano y lo ignoto; uno de aquellos míticos lugares que, en los mapas antiguos, estaban señalados con la inscripción «Hic sunt dracones» –Aquí hay dragones–, puesto que se desconocía lo que podría haber más allá. Claudio Ptolomeo, astrónomo y astrólogo griego, defensor a ultranza de la teoría geocéntrica de la Tierra, ya había señalado (en el siglo II d. C.) a Orchilla como el Meridiano Cero, el punto desde el que se medía el mundo, donde todo empezaba y terminaba; algo que, posteriormente, fue ratificado por el cardenal Richelieu en abril de 1634, durante una reunión en París con los matemáticos más brillantes de la época. Y así siguió hasta que una conferencia internacional celebrada en Washington en 1884 decidió que el Meridiano Cero debía ser trasladado hasta su actual ubicación en Greenwich.
En 1924 se comenzó la construcción de un faro en la Punta de Orchilla, situado sobre la misma línea del meridiano, que comenzó a orientar barcos con sus destellos lumínicos desde 1933. Desde aquí, y siguiendo la vertiente costera SO hasta la Punta de la Restinga, aparece una parte de litoral de nombre tan poético y sugerente como el Mar de las Calmas: un remanso de aguas tranquilas al cobijo de los vientos alisios (protegido por las altas laderas de El Julan) y de la corriente marina fría de Canarias que llega del Norte. Una parte de esta costa, la más cercana a la población de La Restinga, fue declarada Reserva Marina en 1996; gracias a sus aguas, con temperaturas medias anuales de 21º y una visibilidad de hasta 50 metros, se ha convertido en un auténtico santuario para el buceo con reconocimiento mundial.
Para hacernos una idea, en La Restinga, con una población de 200 habitantes, se han llegado a juntar hasta 10 clubes de buceo. En cualquier inmersión es fácil poder avistar tortugas marinas, atunes, meros y, con un poco de suerte, algún tiburón ballena y mantas diablo. Desde 2015 hay en marcha un proyecto oficial que, de aprobarse, convertiría esta reserva en el primer Parque Nacional íntegramente marino de toda España.
Pero no nos quedemos con lo más evidente de una isla: aquí no todo es mar y El Hierro también se vive desde el cielo… en parapente. De hecho, gracias a las constantes temperaturas suaves y, una vez más, a los vientos alisios, es uno de los mejores lugares del mundo para practicar este apasionante deporte los 365 días del año. En toda la isla hay varias zonas perfectas de despegue; entre ellas destaca la de Dos Hermanas, a 1.200 metros sobre el mar, con unas vistas privilegiadas sobre el valle de El Golfo. Si nunca lo has probado, puedes hacerlo en un vuelo biplaza en el que irás acompañado por un piloto profesional. Sólo tendrás que preocuparte de disfrutar del vuelo y del paisaje.
Otra forma de contemplar el valle de El Golfo desde las alturas es hacerlo desde el Mirador de La Peña (a 700 metros sobre el mar), un espacio perfectamente integrado con el entorno diseñado por el arquitecto canario César Manrique. Los herreños dicen que, desde aquí, se pueden contemplar los mejores atardeceres del mundo.
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