Viajes
Trance en el Nilo
La bajada de precios de los cruceros, la psicodelia garantizada y una explosión de cultura convierten Egipto en el viaje ideal para este verano
Aunque viajar a Egipto haya perdido una parte del exotismo que todavía mantenía a mediados del siglo pasado, todo ello debido a los fáciles paquetes de viajes que nos permiten pulular de aquí allá por precios razonables, visitar el país de los faraones todavía supone una experiencia provocadora a nivel individual. Conseguimos escapar durante unos minutos del parloteo del guía y respiramos un aire ocráceo y teñido con el brillo carmesí del río Nilo. Entonces nos sentimos capaces de cualquier cosa, parece que este aire contaminado por el agua carga consigo algún tipo de toxina liberadora. Desentrañar las primeras frases de la humanidad en Egipto nos somete a un trance mutilado; queremos creer en esas maravillas del desierto pero nos insiste la razón empujándolas todas al lado de la fantasía, y el trance queda mutilado, a medias, a caballo entre la razón y lo que soñamos.
El Nilo supone el núcleo de este viaje que puede ser original, aunque hoy ya no tanto, muy excitante pese a todo, un torbellino de dudas, sentimientos y temores pasados de revoluciones que se vuelven realidad.
Un sueño de 400 euros
El mejor momento para ir a Egipto es hoy. O mañana. A partir de entonces solo irá a peor. Cada día que pasa volverá más gente de visita a Egipto y nos perderemos un tipo de viaje que solo puede hacerse hoy, ahora que sigue caliente el coronavirus (por supuesto que con todas las precauciones pertinentes) y todavía podemos entrar prácticamente solos en la pirámide de Keops. Porque dentro de unos años volverán las colas, como antes, si Dios quiere y salimos de esta como antes, entonces ir a Egipto seguirá siendo apasionante, sin duda, pero no tanto como ahora, ni tan barato.
Los cruceros por el Nilo: yo hice uno y fue fantástico, precisamente porque era noviembre de 2020 y el mundo estaba de parón, en cuanto a viajes se refiere (aquí tienes algunas piezas que saqué para ti durante esos cinco días) y, aunque vas muy de turista, fue una suerte ver tantos templos y tan vacíos. El poder de Amón-Ra, Osiris y Anubis entra mejor en los pulmones. Sus perfiles de piedra caliza y arenisca cobran vida durante los vis a vis con el ambulante, ocurren estos trances mutilados al escuchar la historia de Geb (dios de la Tierra) y Nut (diosa del Cielo) que eran hermanos y se casaron y se pasaban el día copulando, por eso estaba ella siempre encima, y que su padre, Shu (dios del Viento) se cogió tal cabreo por la osadía que los maldijo y se interpuso entre ambos eternamente. Todo encaja pero a su vez nos hace retroceder, el viento los derribó y ya no queda nada de ayer.
El avión sale barato si te lo montas bien, en el crucero tienes buffet libre en todas las comidas (un buffet considerable y delicioso), cama, ducha y vistas al río. Lo demás que gastes ya depende de si quieres comprar souvenirs o no, aunque te advierto que los souvenirs de Egipto son piedras mágicas y cruces coptas, muy tentadoras, sí, sí, y puede ser que caigas una o dos veces por capricho o superstición. Nuestro río baja y baja hasta dividirse en el Nilo Blanco y el Nilo Azul y luego en sus decenas de fuentes en Etiopía, Uganda, Kenia y Tanzania, hasta introducirse de vuelta en ese enorme espacio de tierra, y nosotros jugamos un rato con él a la inmortalidad acompañándole unas cuantas millas a contracorriente.
Allá queda el Templo de Kom Ombo, desierto de turistas, y a su lado el museo del cocodrilo que tiene cocodrilos momificados y todo. Las tumbas como serpientes en el Valle de los Reyes. La fina línea que separa el verde del Nilo con el tono canela y paliducho del desierto. Los escarabajos, el sol, los nubios, las presas, las flores de loto, los remolinos. Un pequeño mundo se sostiene sobre un hilo en el corazón milenario de Egipto, la cuna de la civilización, los alfareros de los dioses, y la atracción cuesta 400 euros además de todo lo demás, un precio un poco caro aunque accesible tras varios meses de ahorro, si hace falta. Al final ensancharíamos el espíritu y cuando todo este juego se acabe y nos metan en nuestra pirámide particular, ¿pues qué nos llevaremos con nosotros?
Lo pasé bomba en mi crucero del Nilo. Circunstancias de la vida me juntaron en el barco con una cantante venezolana al más puro estilo de la Castafiore, su marido (un científico muy callado que trabajaba en Estambul), una influencer mejicana muy borrachina y divertida y dos chicos de Tenerife, hombre y mujer, que no sabían si llamarse pareja o amigos y que se pasaron el viaje discutiéndolo. Yo era el periodista, un testigo en esta recreación de Dios. Podría haber dado para mucho pero me faltó que asesinaran a un tipo y que apareciera un detective belga, y al final se quedó en este batiburrillo de espiritualidad incrédula que ya he contado. Con todo, un viaje magnífico. Aunque sea por las vistas merece la pena.
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