Viajes
Antepasados dinosaurios, canibalismo y huevos azules: conoce la cara B de las gallinas en el mundo
El segundo alimento cárnico más consumido por el ser humano sirve además para explicar numerosas teorías de la evolución, idear leyendas escalofriantes e incluso hacer política
Caníbales
Ya casi es mediodía en el poblado de Djangobo, en el norte más profundo de Costa de Marfil. Hace un sol de temporada de lluvias de los que amenazan con ser engullidos por la tormenta. Es época de lluvias y ya casi es mediodía. Cuando lleguen las cinco en punto de la tarde comenzará el excéntrico aguacero que cae aquí de cinco a siete casi ininterrumpidamente, menos quizás algunos viernes que no quiere parar hasta las nueve. Las mujeres deben darse prisa si no han comenzado a hacer la comida. Los hombres estarán esperando su plato pronto y no son exigentes en cuanto a gustos, tampoco tanto, pero sí exigen que la comida esté puntual sobre la alfombra y que contenga grandes dosis de arroz y de picante. Catherine ya hace media hora que empezó a cocinar. En la olla lleva cociendo un sabroso estofado desde hace veinte minutos y solo le falta echar dentro la gallina, cocinarla a fuego lento de hoguera cuya leña ya reunió antes esta formidable mujer, que en ese momento tiene la gallina a medio desplumar entre sus enérgicas manos. Hace poco destripó a la gallina (cuidándose bien de guardar los riñones, el hígado, el corazón y los pulmones para hacer un plato aparte) y tiró las vísceras sobrantes en un pequeño cuenco. Más tarde se lo tiraría a los perros.
Luego cruza el suelo un burruño blanco desaliñado directo a ese cuenco de tripas, sortea una, dos patas del taburete de Catherine, se le escurre de entre las manos y se lanza hacia delante. Picotea un puñado de intentos fugaces de, quién sabe, las vísceras de su madre o su prima, hasta que la espanta la mujer chillando todo tipo de maleficios en dialecto akan. La gallina escapa culebreando por la valla de bambú y finge, se pone a rondar. Catherine ya no cocina tan tranquila. Otras gallinas han visto lo que hizo su compañera y súbitamente se acuerdan todas de cuando Clotilde (que es como quise llamar a la gallina destripada) fue una ***** con Petunia el día que el gallo Percherón dijo que quería elegir una nueva favorita. Se escurren todas entre las manos durísimas de Catherine, gateando bajo las patas de su taburete, caníbales.
Cuando vi esta escena hace unos años me impactó mucho la indiferencia apasionada de las gallinas mientras picaban pero sin dejar de picar hasta que al final robaron pedazos enteros de intestinos de Clotilde, cuando Catherine se dio por vencida. El estofado lo comimos ella, sus dos hijos, su marido Drisse y yo, fue un almuerzo magnífico.
Dinosaurios
Pero que las gallinas sean caníbales no debería sorprendernos. Para nada. Considere el lector por un momento que recientes investigaciones científicas dan a suponer que los dinosaurios tenían más de ave de lo que pensamos, y que las gallinas están estrechamente emparentadas con ellos. Lo explica mejor la foto:
Y si esto significa que el primo del velociraptor era una especie de pájaro con un pico de dientes y plumas saltonas en la cola, igual de asesino que en las películas aunque sospechosamente parecido a la implacable Petunia… Dios nos libre de que los hijos de Petunia sepan como encender un fuego, o qué, o no. O peor, que crezcan tanto como antes. Imagínese el percal si esas bestias llegan a plantarse en Serrano esquina con Goya, imagínese una catástrofe en la que las gallinas midan cuatro metros y nos vean como pedacitos de intestino, bocaditos.
Saben ricas y ponen huevos
Aunque gracias al cielo las gallinas también tienen hábitos más saludables. Por ejemplo ponen huevos sin necesidad de copular. Siempre una buena gallina pone huevos casi todos los días, prácticamente como relojes suizos, se pelean en ocasiones muy contadas por el gallo, aunque poco porque son cobardicas (de ahí viene que digan que eres un gallina) y hacen de despertador perfecto para el hombre que vive del campo desde hace miles de años sin fallar un solo siglo. Se calcula que las primeras gallinas domésticas se dieron en China hace 8.000 o 9.000 años. Y las hay de todo tipo. Aquí en España, en Zamora he visto gallinas mapuche que ponen huevos azules y de un azul que, fíjese usted, hasta les servirían a los codiciosos norteamericanos para celebrar sus juegos de Pascua, pero que aquí en España los huevos se rehogan con unas rodajas de cebolla y patata y se echan a la sartén. Y están deliciosos.
Hay cerca de 22 billones de gallinas cacareando ahora mismo en el mundo. Tres veces más que humanos somos. Y cada año se sacrifican 50 billones de ellas, billón arriba o abajo. Si de verdad resulta que son descendientes de los dinosaurios, han caído penosamente bajo, ¿verdad? Y nosotros somos mucho más asesinos de lo que fueron jamás los tiranosaurios. Según el Washington Post y atención a esto, según el famoso diario los estadounidenses consumen alrededor de 279 huevos al año: un total de 83.700.000.000 huevos se consumen al año en Estados Unidos si hacemos caso a lo que dicen. Parecerá mucho pero el número se hace muy pequeño cuando la comparamos con el número de estrellas observadas en el Universo (que se sepan son unas 10.000.000.000.000.000.000.000), así que, muy a nuestro pesar, aunque todos esos huevos son muchos, nos vemos obligados a perdonar o permitir o participar en ese afán genocida que, oh, cuernos…
Una gallina de corral para comer asada cuesta cuatro euros en España. En Guinea Bissau, si eres blanco te la venderán por 3.000 Francos CFA, como cuatro euros y medio.
La excepción de los gallos
Las gallinas tienen muchos usos. Se usan para comer y para poner huevos. Tienen usos muy útiles. Incluso en España se cuenta la fábula famosísima de la gallina de los huevos de oro cuyo estúpido dueño la mató para abrirla en canal y robárselos todos de golpe, ese avaricioso e impaciente golpe. El gallo por otro lado corre derroteros más honrosos: la leyenda del Gallo de Barcelos en Portugal hace que el gallo sea el animal simbólico de los lusos, y también lo es aunque por razones diferentes en Francia, Timor Oriental, Bélgica y Sri Lanka…. El gallo se utiliza en las peleas ilegales de Méjico y de Haití, azuzan sus espolones, los lugareños apuestan sus ahorros por el más fuerte. Se adula su plumaje colorido y su cuello de rojo purpúreo, iluminándose a capas bajo el sol de mediodía mientras observa indiferente el destino previsible de la pobrecita Clotilde, sin molestarse en intervenir. Al gallo de Djangobo, a Percherón, le tiene más preocupado que en el poblado hay otro gallo rondando, un magnífico ejemplar blanco con plumaje verde y moteado, fuerte como un toro, arrogante e incluso intimidador.
Aquí dejo unos pocos refranes españoles sobre las gallinas, aunque el lector se sorprendería al comprobar que hay muchos más:
- Gallina que no pone huevos, al puchero.
- Caldo de gallina a los muertos resucita.
- Doce gallinas y un gallo comen tanto como un caballo.
- Vale más pan con amor que gallina con dolor.
- Cuando la gallina espanta al gallo, señal de mal año.
Mitos de basiliscos
Las leyendas más oscuras en torno a este enigmático animal hablan del basilisco, una criatura legendaria con la capacidad de convertir en piedra a quienquiera que le mire a los ojos. Aunque algunas tradiciones los representan como enormes serpientes, en muchas otras más el basilisco se representa como un espantoso simbionte de una gallina reptiliana, nuestra peor pesadilla superviviente del pleistoceno que lleva acezante todo este artículo con los párpados cerrados. Y los quiere abrir. Las mismas tradiciones aseguran que un basilisco nacía del huevo negro puesto por un gallo e incubado por una serpiente. Perturbador. Casi parece que esas tradiciones fantasiosas y deterioradas nos estén procurando decir que existió alguna bestia similar, al menos en algunos sitios hace muchos años. Supervivientes natos de la catástrofe del meteorito, ágiles cazadores que nos aventajan en sesenta millones de años.
Animales políticos
Pero no puedo evitar volver al tema de antes. Porque aún me parece curioso que las gallinas vivan sometidas hasta el punto actual. Si estas últimas historias fueran ciertas se tratan de criaturas jerarquizadas, calculadoras, carnívoras, legiones de ellas, cercanas al hombre, observadoras. Y sin embargo ahora viven enlatadas en las granjas enormes que denuncian los ecologistas, apretujadas, con sarna que les pica abriéndose las carnes con sus propios picos, grises y húmedas. Ponen huevos y ponen huevos y ponen huevos en esa bulliciosa soledad mientras los gallos las violan a diario. Esto último creo que lo dijo el Santuario Animal Almas Veganas. Pero más curiosa fue la perla que nos dejó recientemente el director general de Derechos de los Animales del Ministerio de Derechos Sociales, Sergio García Torres (Podemos), cuando aseguró que los animales de trabajo no podían considerarse como tal al no tener opción de afiliarse a un sindicato, y que por tanto a partir de ahora debemos llamarlos “animales asociados a tareas”.
Entonces las gallinas, como pueden comprobar, alcanzan derroteros que fueron inimaginables cuando empezamos este artículo, en algunos países como España se convierten incluso en animales políticos, son medios recurrentes para la propaganda de masas, pequeños dioses que roban unos segundos al televisor cuando habla de ellas una chiquilla.
Se manipula la imagen de la gallina hasta dar cabida a nuevas formas de identidad cultural. Cada pedacito del mundo coge al elemento común, lo manosea, mastica sus huevos fritos y luego se sienta a escribir las interpretaciones pertinentes. Por cosas así resulta interesante ser viajero y mirar, asombrarse con las gallinas y descubrir que todos los hombres las necesitan para ser fuertes (e inevitablemente subyugar a las gallinas con su fuerza) y que las cocinan mujeres honradas que cuentan leyendas apoteósicas sobre ellas que fueron dinosaurios que están conformadas por trazas de plumas y fantasía. Por eso sus cacareos distraídos de madrugada despiertan el entusiasmo en el espíritu infantil del viajero.
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