Viajes

Arínzano, algo más que una experiencia de enoturismo

La visita enoturística a Arínzano muestra la estrecha relación del tiempo y la naturaleza con el arte de hacer vino

 La bodega de Arínzano y sus tres edificios históricos están integrados armónicamente en el paisaje
La bodega de Arínzano y sus tres edificios históricos están integrados armónicamente en el paisajeMaica Rivera

Los mil años de la existencia de Arínzano ligada a la producción del vino, sumado a la fuerte personalidad de la naturaleza que lo rodea más el propicio clima que respira y el cariño de las personas que allí trabajan, hacen que esta bodega sea en todos los aspectos un ser vivo capaz de dar vida a deliciosos vinos con emociones, sentimientos e incluso recuerdos, no en vano su ADN es milenario. Arínzano es una de las haciendas vitivinícolas más antiguas de España. Un lugar perfecto para sumergirse en la magia del enoturismo tanto para aquellos que ya disfrutan de este tipo de turismo como para los que sienten curiosidad y les tienta iniciarse en él.

Demos unas pinceladas a su privilegiada ubicación a los pies de los Pirineos, en Navarra, y a sus diez siglos de historia. Arínzano se encuentra en un idílico valle de Tierra Estella, entre grandes campos de vid, encinas y choperas. Atravesado por el río Ega y acariciado por el viento fuerte, fresco y seco del cierzo, Arínzano hunde sus raíces en 1055 con la figura que le dio nombre, Sancho Fortuñones de Arínzano.

Contar la historia de Arínzano es contar un milenio de la historia de España. El rey García Sánchez VI entregó estas tierras a Sancho Fortuñones de Arínzano por su apoyo incondicional y ayuda para subir al trono. El largo paso de los casi mil años que han transcurrido desde aquel momento se advierte en el aspecto envejecido de las dos mugas de piedra que a la entrada reciben al visitante con la inscripción original «Señorío de Arínzano».

Las primeras viñas de Arínzano se plantaron en el año 1055, su casi milenaria historia sumada a la belleza de sus viñedos y de su entorno lo hacen único
Las primeras viñas de Arínzano se plantaron en el año 1055, su casi milenaria historia sumada a la belleza de sus viñedos y de su entorno lo hacen únicoMaica RiveraMaica Rivera

Ese mismo año, en 1055, se plantaron las primeras viñas por los monjes del vecino monasterio de Iquirre, al que Sancho Fortuñones de Arínzano cedió la propiedad. Los monjes dieron nacimiento al viñedo de Arínzano y produjeron los primeros vinos de esta tierra, labor que realizaron durante cinco siglos. Tras la época de los monjes, llegó la de las grandes familias nobles y seguidamente la era de los grandes propietarios. Épocas en las que se construyeron tres edificios históricos: la Torre de Cabo de Armerías, La Casona y la iglesia de San Martín de Tours, testigos silenciosos de la antigüedad del lugar y la conservación de su esencia a lo largo de los siglos.

Tras la crisis de la filoxera, considerada una de las plagas más devastadoras en la historia de la viticultura europea, la familia Chivite, propietaria en aquel tiempo, confía a un reconocido enólogo y agrónomo francés la replantación de la finca. Asimismo, en 1997 a Rafael Moneo, reconocido arquitecto Premio Pritzker, se le encarga diseñar y edificar la actual bodega, algo que hace de tal manera que esta abraza la trinidad de construcciones históricas ya existentes con tanta maestría y elegancia que todo se integra armónicamente con el paisaje.

En 2007, Arínzano recibe la prestigiosa Denominación de Origen Protegido Española Vinos de Pago. La excelencia de los vinos de Arínzano es indiscutible. Aquí hacemos un inciso para destacar que las variedades de uvas con las que se elaboran los vinos D. O. P. Pago de Arínzano son la Chardonnay, Tempranillo, Merlot y Cabernet Sauvignon.

El capítulo más reciente de la historia de Arínzano se produce en el año 2015, cuando Tenute del Mondo adquiere la propiedad como parte de su colección de bodegas boutique en los mejores terroirs del mundo. Este capítulo, que es el presente de Arínzano, escribe día a día sus páginas con todos los ingredientes de su pasado: sus mil años de existencia, un entorno de ensueño, una valiosa arquitectura ecléctica y unos vinos excepcionales. Sin duda, Arínzano ahora mismo lo tiene todo, por ello, la experiencia enoturística que ofrece no solo abre la puerta al mundo del vino, sino también a una intensa vivencia que lleva a comprender la profunda relación de la humanidad con algo tan antiguo como es el arte y la pasión de producir vino.

En sus barricas vive y crece el misterio de Arínzano
En sus barricas vive y crece el misterio de ArínzanoMaica RiveraMaica Rivera

Uno de los principales alicientes para visitar Arínzano se sea o no aficionado al enoturismo es su interesante visita guiada. Comienza tras cruzar su bonito puente medieval sobre el río Ega y da la bienvenida su hospitality manager junto a los tres edificios históricos anteriormente mencionados. Frente a la imponente Torre de Cabo de Armerías se retrocede a 1532, año en el que se erigió para defender la propiedad; de la robustez de su piedra emana fuerza.

Por fecha, le sigue la Casona de 1715, levantada como lugar de descanso y para disfrutar de la paz y belleza natural del lugar; de ella se desprende serenidad. Luego, la pequeña y bonita iglesia de San Martín de Tours del siglo XIX edificada como capilla del Señorío de Arínzano en gratitud al patrono de los viñateros; en su interior se percibe la delicadeza y sensibilidad del alma humana. Por último, su bodega (recordamos que se construyó en 1997), con unas instalaciones marcadas por la modernidad en las que se practica una enología moderna, precisa y sostenible dictada por la intuición y una larga experiencia, en sus barricas vive y crece el misterio.

Tras haber visto que la fuerza, delicadeza, serenidad y misterio son parte indisoluble de Arínzano, la visita continúa con un divertido paseo en 4x4 por su viñedo. Paseo en el que se descubre que la excelencia de sus vinos tiene como principal componente la memoria de esta tierra ligada casi mil años a la producción de vino. Contemplar las viñas es despertar una emoción infinita. El 4x4 serpentea entre caminos e hileras de viñedos hasta llegar a un mirador que regala no solo una espectacular panorámica de un paisaje salvaje y vivo, sino también la caricia del viento del cierzo y el abrazo inexplicable de la tierra, algo que prepara los sentidos para que la cata de vinos con la que finaliza la visita sea una experiencia sublime.

Una interesante cata culmina la visita, todo un festín para los sentidos
Una interesante cata culmina la visita, todo un festín para los sentidosMaica RiveraMaica Rivera

Sin duda, Arínzano es una parada obligada si se es amante del vino, aunque también lo es si se busca hacer algo que despierte emociones en un lugar con encanto. Situada cerca de lugares turísticos como Pamplona (tan solo a 30 minutos en coche) o Logroño, es una opción perfecta para una escapada, pues ofrece arquitectura moderna y medieval, historia milenaria, naturaleza indómita y deliciosos Vinos de Pago. Arínzano lo tiene todo para garantizar que cualquier visitante disfrute de una experiencia transformadora, divertida e inolvidable.