Viajes de otoño

Ruta de otoño por los hórreos del Camino Lebaniego

Este emocionante viaje combina patrimonio, naturaleza y cultura en un mismo recorrido por la comarca de Liébana

Los hórreos son graneros elevados que parecen desafiar al tiempo y a la humedad con sus patas de madera y piedra
Los hórreos son graneros elevados que parecen desafiar al tiempo y a la humedad con sus patas de madera y piedraCEDIDALA RAZÓN

El otoño siempre ha tenido algo de especial en Liébana. La luz dorada que acaricia las montañas, el murmullo de los ríos que bajan con fuerza tras las primeras lluvias, los viñedos que tiñen el paisaje de rojos y ocres… Todo invita a caminar despacio, a descubrir rincones y a dejarse sorprender por la memoria que habita en cada piedra y en cada sendero. Este año, la Fundación Camino Lebaniego propone una experiencia única: una ruta de otoño por los hórreos del Camino Lebaniego, un viaje que une patrimonio, naturaleza y cultura en un mismo recorrido.

Los hórreos –esos graneros elevados que parecen desafiar al tiempo sobre sus patas de madera o piedra– son mucho más que construcciones agrícolas. En el norte peninsular han sido durante siglos guardianes del grano y de la vida campesina. Su silueta, inconfundible en quintanas, pueblos y aldeas, forma parte de la identidad cultural de Cantabria, Asturias, Galicia, País Vasco, León y La Rioja. Ahora, gracias a las investigaciones recientes, sabemos que también acompañaron de cerca a los peregrinos del Camino de Santiago y del Camino Lebaniego, ofreciéndoles no solo alimento sino cobijo bajo su techo y también un paisaje familiar que hablaba de abundancia y comunidad.

Un patrimonio vivo

Recorrer Liébana es, de algún modo, caminar sobre siglos de historia. El viajero encuentra monasterios, ermitas, puentes medievales… y también hórreos, muchos de ellos conservados desde el siglo XVI. El de Cosgaya, por ejemplo, es el más antiguo de Cantabria. En Mogrovejo y Espinama, los estudios han documentado una tipología propia de hórreo cántabro del siglo XVII, confirmando con ello la riqueza y diversidad de estas construcciones en el territorio, sin olvidar el recién restaurado hórreo de Avellanedo, en el municipio cántabro de Pesaguero.

La ruta de otoño propuesta por la Fundación invita a mirar el paisaje con otros ojos. Cada hórreo es un relato: habla de la lucha del campesino contra la humedad, de la necesidad de proteger la cosecha frente a animales, de la sabiduría transmitida de generación en generación en forma de arquitectura popular. Y, al mismo tiempo, estos graneros elevados nos recuerdan la importancia de lo rural en nuestra identidad colectiva.

«El hórreo en los Caminos del Norte»

El recorrido se completa con la visita a la exposición «El hórreo en los Caminos del Norte», que podrá disfrutarse hasta diciembre en el Centro de Visitantes de Sotama. Esta muestra es un auténtico viaje en el tiempo: desde los orígenes romanos de estas construcciones hasta su consolidación en la Edad Moderna, pasando por su presencia en Galicia, Asturias, León, Cantabria e incluso Portugal.

Entrar en la exposición ubicada en el Centro de Visitantes de Sotama es un viaje en el tiempo

El visitante descubrirá maquetas originales, testimonios gráficos y proyectos de recuperación como los de Anievas y Avellanedo, que muestran cómo la restauración de hórreos no es solo un ejercicio de conservación, sino también una manera de mantener viva la memoria y de proyectarla hacia el futuro. La exposición se enmarca además en el X Aniversario de la declaración de los Caminos del Norte como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, lo que añade un valor simbólico aún mayor a esta cita cultural.

Además, la ruta coincide con un contexto especial: el inicio del expediente para que los hórreos del norte de España sean declarados Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial. Una iniciativa que reconoce el valor universal de estas construcciones y su capacidad para vehicular un sentido de pertenencia que ha sobrevivido al paso de los siglos.

Pueblos con memoria

La experiencia no se limita a contemplar hórreos: es también una invitación a conocer los pueblos que los acogen. Caminar por Cosgaya, perderse en las callejuelas empedradas de Mogrovejo, descubrir la autenticidad de Espinama o dejarse sorprender por la serenidad de Avellanedo significa adentrarse en la esencia de la comarca de Liébana. Cada uno de estos pueblos guarda no solo patrimonio, sino también tradiciones, sabores y hospitalidad.

Quien se acerque a Liébana este otoño no solo encontrará un paisaje espectacular, sino también un relato vivo de la relación entre el hombre y la tierra. Los hórreos son, en definitiva, una metáfora perfecta de lo que significa caminar por el Camino Lebaniego: elevar lo cotidiano, proteger lo esencial y dejar un legado que inspire a las generaciones futuras.

La ruta de otoño por los hórreos del Camino Lebaniego no es una excursión más: se trata de una invitación a viajar con los cinco sentidos, a descubrir la sabiduría que se esconde en la arquitectura popular y a sentir, en cada uno de nuestros pasos, que el patrimonio no es solo pasado, sino también presente y futuro.