Ángela Vallvey
Vega Baja del Segura
Esta comarca sureña de Alicante es el ejemplo de que no todo es playa, chiringuito y botijo. En ella pueden explorarse los caminos desnudos de una tierra que no siempre conducen al mar
La Vega Baja del Segura se extiende apacible en el sur de la provincia de Alicante. Su capital es Orihuela. Le sigue en importancia Torrevieja, que reclama la costa comarcal y además la supera en población.
La Vega Baja del Segura se extiende apacible en el sur de la provincia de Alicante. Su capital es Orihuela. Le sigue en importancia Torrevieja, que reclama la costa comarcal y además la supera en población. La vega es generosa con la tierra, se dibuja como un paisaje de acequias y senderos, de naranjos y legumbres que se resisten a ser barridos por la gigantesca escoba de la urbanización. El curso del río hace olvidar el interior montañoso, de secano. Aquí predomina el regadío, lo fértil, el temblor del suelo bien dispuesto, a pesar de las escasas lluvias que caen sobre la comarca. Aunque el río exige sus tributos en forma de desbordamientos recurrentes, terribles. El clima es desértico y ha desviado la economía de la agricultura hacia la explotación del turismo residencial; los campos de golf y las urbanizaciones sustituyeron rápidamente a las antiguas barracas con techos de manto, las yuntas de vacas, los tamarindos solitarios...
En la Sierra Escalona predomina el madroño, el lentisco, el palmito, el pino carrasco... Hay aves rapaces, y por ella se pasea majestuoso el gato montés. Es un paraje natural digno de ser protegido y cuidado. Igual que la Sierra de Orihuela, de formas duras, donde la piedra deja costuras que parece que se estén enfriando después de que una lluvia insólita peine la roca con su huella salvaje. La Sierra Callosa, por su parte, se eleva impresionante y dorada, con vocación de monolito sagrado. Antiguamente debió ser una montaña divina dentro del Sistema Bético y desde su pico más alto las gentes debían mirar al cielo y hacerse preguntas que seguramente aún no hemos sido capaces de responder. Este es un espacio natural pensado para la contemplación, para el sigilo, para el milagro de la vida...
La Sierra de Hurchillo es una reserva de flora que se extiende entre el río Segura y el litoral. También se puede recorrer el palmeral de Orihuela, situado en el barrio de San Antón, uno de los más antiguos palmerales conocidos, arropado bajo la sierra, un peculiar ecosistema que constituye un monumento, vivo y audaz, de la zona.
La región linda con Murcia, que continúa la vega, también regada por el río Segura. Está salpicada de deliciosas sorpresas, obras de arte enclavadas en lugares insospechados. El seminario diocesano de San Miguel y el Palacio Episcopal, en Orihuela; la iglesia de Callosa de Segura; el castillo de Cox... Los pueblos se suceden unos tras otros, en alegre procesión, con diferentes rutas románticas, cuevas y oquedades en la Sierra de Orihuela, montañas dolomíticas de aspecto rudo, salvajemente sobrio. No hay que olvidar la dehesa de Campoamor, la Sierra de Benejúzar, el Parque Natural de las Salinas de la Mata y Torrevieja... Aquí pinta el paisaje un olmo de hojas esquemáticas, allí una palmera abrasada bajo el sol joven de la mañana, y cierto temblor en la verdina del panizo. Entre el romero y el lentisco remolonea una liebre mediterránea observada atentamente por un búho real. En Rojales, hay cuevas excavadas en la montaña del siglo XVIII. También hacen un excelente cocido con pelotas, y arroz con conejo... No todo es playa, chiringuito y botijo. Pueden explorarse los caminos desnudos de esta tierra que no siempre conducen al mar. Sus pueblos bruñidos como un cañar verde al filo del atardecer, de nombres con suaves reminiscencias orientales, sin embargo presumen históricamente de Iglesias y vírgenes y muros encalados... Y de antiguas fortalezas sobre alcores desde las que soñar con el majestuoso mar que, al fondo, parece un cultivo más de la tierra.
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