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«Rotos por el Sí» a 14 días del 1-O

«Rotos por el Sí» a 14 días del 1-O
«Rotos por el Sí» a 14 días del 1-Olarazon

La desconfianza entre Puigdemont y Junqueras es latente. El presidente es un hombre débil en manos de la CUP y el republicano ya se posiciona para gobernar en un futuro con el partido de Colau

Alta tensión, ambiente muy caliente. Así definen sectores políticos y económicos de Cataluña el estado de ánimo a 14 días del referéndum ilegal. Conforme se acerca la fecha arrecian las provocaciones y el desafío entre los partidos soberanistas, el PDeCAT, ERC y los antisistema de la CUP. Pero fuentes de sus respectivas cúpulas reconocen una fuerte división y un sentimiento de preocupación ante lo inevitable: la firme decisión del Gobierno de Mariano Rajoy de impedir la consulta bajo el imperio de la ley. Algunos dirigentes independentistas opinan que Carles Puigdemont «pide a gritos que le detengan». Esa imagen le convertiría en el auténtico mártir del «procés», su gran objetivo. El Gobierno no entra al trapo, maneja hábilmente los tiempos y actúa con una moderación que les exaspera. En palabras de un dirigente independentista: «Rajoy no mata moscas a cañonazos».

PDeCAT: «Una batalla entre lobos y corderos»

Nada queda de aquella poderosa Convergència fundada por Jordi Pujol en la abadía de Montserrat. La influyente máquina de poder durante treinta años en Cataluña es hoy un partido fuertemente dividido, con su antigua dirección salpicada por la corrupción. Los escándalos de la familia Pujol, la inhabilitación de Artur Mas y Francesc Homs, el «caso del 3%» sobre la cabeza del antaño hombre fuerte Germá Gordó, las próximas sentencias del Palau de la Música y un Puigdemont enloquecido en manos de la CUP. «Es desolador», afirma un veterano convergente ante el espectáculo de un partido en picado en todas las encuestas, rehén de unos extremistas radicales. «El problema hemos sido nosotros», lamentan en privado. Artur Mas se tiró al monte envuelto en esteladas separatistas para tapar la avalancha de corrupción y Puigdemont quiere inmolarse a cualquier precio. «Los dos peores presidentes de la Generalitat», admiten los nuevos dirigentes del PDeCAT.

En la actual dirección liderada por Marta Pascal y David Bonvehí, así como entre los antiguos convergentes no ocultan críticas hacia Carles Puigdemont: «Es el brazo armado de la CUP», sentencian los más opuestos a la hoja de ruta de un presidente de la Generalitat en manos de ERC y los antisistema. Los radicales lograron la cabeza de Artur Mas y juegan como quieren con su sucesor. La reciente crisis del Govern con la salida de consejeros como Jordi Baiget, Neus Munté, Meritxell Ruiz o Jordi Jané fue un triunfo de los cuperos para dar entrada a fervorosos independentistas como Jordi Turull. «Una batalla entre lobos y corderos», dicen algunos sobre el pulso en las filas convergentes. Tienen claro que Puigdemont irá hasta el final en su desafío y «montará algún número». De igual modo coinciden en que el gran beneficiado es Oriol Junqueras, el único que rentabiliza el «procés» como vaticinan todas las encuestas en unas próximas elecciones.

ERC: «Los más listos de la película»

«Los más listos de la película». Así definen gráficamente en círculos del PDeCAT a Esquerra Republicana. En efecto, el histórico partido liderado en su día por Heribert Barrera ha logrado sacar pecho en esta hoja de ruta. Dirigentes como Carod Rovira o Joan Puigcercós cayeron a manos de las bases de un partido asambleario. Pero Oriol Junqueras ha sabido mantener el mando y rodearse de un núcleo duro con Marta Rovira de número dos. Su papel como vicepresidente le ha dado el auténtico poder en el Govern y es el líder mejor valorado. «Puestos a elegir mejor un separatista de pedigrí que un sucedáneo», admiten los críticos de Convergència. Incluso en Madrid, los diputados de ERC tienen grupo parlamentario propio en el Congreso, mientras la antigua Convergència se integra en el Grupo Mixto, descabezada con Francesc Homs, su antiguo portavoz inhabilitado, y sus iniciativas en la Cámara Baja pasan sin pena ni gloria.

Oriol Junqueras es un hombre sibilino, un vaticanista que se mueve en la sombra y ha manejado a Puigdemont a su antojo. Nunca tuvo buena relación ni con Artur Mas ni con el sucesor, pero navega muy bien en medio de una crisis sin precedentes entre los socios de un gobierno que hace aguas por todas partes. Aunque unidos por el referéndum y el «procés», el pulso entre Convergència y ERC es un clamor y el divorcio entre los dos partidos un hecho. Según fuentes republicanas, los escándalos de corrupción en Convergència, los documentos contra su antiguo tesorero, Andreu Viloca, las desafiantes comparecencias en el Tribunal Supremo de Artur Mas y Francesc Homs, y sobre todo juicio del Palau, el mayor expolio de dinero desde la joya cultural barcelonesa al partido convergente, colmaron la paciencia de Junqueras. El actual vicepresidente del Govern prepara con astucia su distanciamiento de CDC y trabaja tras desgastar a Puigdemont en unas elecciones autonómicas que, a tenor de las encuestas, le darían una clara victoria en las urnas.

Su aliada en esta operación es Ada Colau y su partido, los Comunes. «Ninguno de los dos quiere ser inhabilitado», advierten diversas fuentes, lo que explica su calculada ambigüedad. «Junqueras gestualiza mucho pero actúa menos», dicen los convergentes. De hecho, los republicanos están en esta crisis más callados que Puigdemont, totalmente en deriva radical soberanista. «Puigdemont se quema a lo bonzo y Junqueras se salva», aseguran. En las filas del PDeCAT cunde cierta desazón ante los malos augurios electorales, reconocen que fracasado el referéndum serán inevitables unos comicios y atisban un gobierno con Oriol Junqueras de presidente de la Generalitat en coalición con los Comunes. Un bloque de izquierdas, con un giro más social que independentista, un reparto de papeles y poder entre el republicano y la alcaldesa de Barcelona.

Dirigentes de varios partidos catalanes coinciden en que a Oriol Junqueras le interesan unas elecciones autonómicas que encubran la consulta ilegal. «Cuanto más tarde, peor para nosotros», admiten en Esquerra conscientes de que ahora las encuestas les son muy favorables, pero con «el piso en los talones» de los Comunes de Ada Colau. Para Junqueras, el fracaso del referéndum siempre será atribuible a Puigdemont, mientras él vuelve erigirse como interlocutor válido con el Gobierno de Madrid. En círculos de ERC, pero también en sectores de Convergència, se critica sin reparos al actual presidente de la Generalitat: «Puigdemont miente a todo el mundo y Junqueras es más serio», afirman. El actual presidente es un hombre débil en manos de la CUP y el republicano sabe aprovecharlo, además de estar limpio de casos de corrupción.

La desconfianza entre Puigdemont y Junqueras es latente, a pesar de la imagen unitaria ante el referéndum. En medios políticos y empresariales de Cataluña cunde cada vez más la idea del fracaso de la consulta y un horizonte electoral que claramente beneficia al líder de Esquerra Republicana. Carles Puigdemont y Artur Mas se inmolarán como mártires de la causa soberanista con la estrategia de agitar la calle, provocación constante y choque de trenes con Madrid. De momento, Oriol Junqueras sigue como favorito en todas las encuestas, en una complicidad táctica con Ada Colau, a quien ve a menudo en privado, y elabora con esmero su divorcio «sin retorno», de la antigua Convergència.

CUP: Gineceo extremista con «pies de barro»

Por último, las CUP aparecen como unos furiosos guerrilleros en combate callejero. Los grupos antisistema, Candidaturas de Unidad Popular, son una amalgama de jóvenes radicales, extremistas, utópicos anarquistas y antiguos militantes de la violenta Terra Lliure. Una plataforma del independentismo combativo, al que se unieron bases radicales de ERC contrarias a su entrada en el gobierno tripartito con el PSC de José Montilla. Un gineceo extremista con nombres como Anna Gabriel, Gloria Serra o Eulalia Reguat, y un dirigente como Benet Salellas procedente de una prestigiosa familia de juristas en Gerona de tradición carlista. Crecieron de la nada ante la debilidad de Artur Mas con la corrupción de Convergència y alcanzaron su máximo poder con Puigdemont a quien manejan como un títere. Su estrategia es movilizar la calle, reclamar la insumisión y la total independencia de la España opresora.

Con corrientes extremistas como Andavant o Arran, Oriol Junqueras ha sabido manejarlas para conseguir aprobar el presupuesto de la Generalitat, pero fuentes políticas catalanas opinan que «tienen los pies de barro». Las posibles alianzas de Junqueras con los Comunes, o incluso con el PSC si se diera un futuro bloque de izquierdas en la Generalitat, rebajan sus expectativas electorales. Las encuestas pronostican que perderían casi la mitad de sus actuales diputados en el Parlament y sus actuaciones extremistas han provocado cierto hartazgo en la sociedad catalana. Así las cosas, el soberanismo se agrieta a dos semanas de la consulta. La opinión general es que existe desolación y desunión entre los partidos independentistas, con elecciones en unos meses y un viraje en la política de alianzas liderada por ERC y Oriol Junqueras.