Coronavirus

Economía en el tiempo del Covid-19

Para que las expectativas de las personas no se instalen en convicciones pesimistas, que acentuarán aún más la gravedad de una recesión, es necesaria la confianza en las administraciones

Daily life amid coronavirus pandemic, in Japan
Japón será de los países que mayor caída económica sufrirán, según estimaciones de expertosFRANCK ROBICHONAgencia EFE

Los tiempos de miedo son también tiempos de rumor y desinformación; el conocimiento es el antídoto. Así lo recuerdan Richard Baldwin y Beatrice Weder di Mauro en el interesante y oportuno libro que han codirigido bajo el título de “Economía en el tiempo del Covid-19”. El libro está publicado en inglés y en formato electrónico por el Centre for Economic Policy Research. Es de acceso gratuito y tuve conocimiento de él gracias a la amabilidad de mi colega el profesor Jesús Rodríguez. En este artículo resalto, comento y resumo algunas de sus aportaciones.

Un virus de las características del Covid-19 es contagioso tanto médica como económicamente. Es un suceso claramente disruptivo en uno y otro ámbito; médico y económico. En un mundo con economías muy abiertas al exterior las vías de contagio económico son, principalmente, las ocho siguientes: el intercambio de bienes, servicios, conocimiento, movimiento de personas, capital financiero, inversión extranjera, sistema bancario internacional y tipos de cambio entre monedas. España se encuentra entre las once naciones más golpeadas por el COVID-19. Si consideramos sólo a EE UU, China, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia, representan el 60 % del PIB mundial, el 65 % de las manufacturas del Planeta y el 41 % de las exportaciones de este tipo de productos. Particularmente China, Corea del Sur, Japón, Alemania y los EE UU ocupan un papel central en la cadena de valor global (la que describe la trazabilidad de cualquier artículo desde que se produce hasta que llega a nuestras manos). Hilando más fino resulta que las interrupciones directas del suministro de piezas y componentes son graves ya que el virus comenzó impactando en el corazón de la fabricación mundial (Asia oriental) y se extendió rápidamente en los otros gigantes industriales: Estados Unidos y Alemania.

Las noticias de estos últimos días –no incluidas en el libro que cito– apuntan a una caída en las curvas de contagio de China y Corea. Teniendo en cuenta modelos epidemiológicos como el SIR, en unas siete semanas podría ser posible aplanar la curva de contagio con medidas duras como las que se tomaron en estos países en el mes de febrero. Afortunadamente la Epidemiología no tiene muchas oportunidades de obtener lecciones de casos de estudio. La Economía tampoco puede extraer lecciones de las crisis mundiales porque, como las epidemias, no se suceden con regularidad. Pero de unas y otras hay datos recientes. La última vez que el mundo inició una crisis económica global fue hace apenas doce años tras el colapso del banco norteamericano Lehman Brothers. En aquel momento se produjo una caída de la actividad económica repentina, severa y sincronizada que se extendió rápidamente desde EE UU a la mayoría de las principales economías occidentales. Desde la segunda mitad del siglo XX hasta lo que llevamos del XXI han habido seis pandemias. La de la gripe asiática en 1957 (1,1 millón de muertos), la gripe de Hong Kong en 1968 (1 millón de víctimas mortales), el Síndrome respiratorio agudo severo en 2002 (774 fallecidos), la gripe A en 2009 (entre 151.700 y 575.400 de fallecidos), el Síndrome respiratorio de Oriente Medio en 2012 (limitado sólo a Arabia Saudita pero con un índice de mortandad del 35 % de los afectados) y la segunda oleada del ébola en 2013-14 con 54 fallecidos, pero también con un índice de mortalidad del 61 %.

El impacto del Covid-19 sobre la producción puede atenuarse hoy día gracias a la tecnología digital y a la posibilidad de trabajar de manera colaborativa en la nube. Esto no fue posible en pandemias anteriores. Sin duda es una prueba de estrés que servirá para conocer hasta dónde puede dar de sí el teletrabajo. Serán importantes las lecciones aprendidas una vez superada la pandemia. Tendrá implicaciones relevantes tanto en las decisiones de residencia de las personas como en las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con los viajes al puesto de trabajo. Sin embargo, Baldwin y Weder di Mauro no pasan por alto el hecho evidente de que el trabajo remoto no es una panacea ya que la presencia humana es imprescindible para determinadas tareas; particularmente las relacionadas con los bienes tangibles. Cuando se ve el impacto del Covid-19 en el lado de la demanda vale la pena distinguir dos aspectos, uno práctico y otro sicológico. En el ámbito práctico y en aplicación de las medidas de confinamiento habrá una caída a plomo de la demanda de los productos y servicios que dejen de comercializarse.

Desde una perspectiva sicológica –como ocurrió durante la Gran Recesión iniciada en 2008– muchas decisiones de consumo e inversión quedarán aplazadas aplicando la lógica de “ver y esperar”. Aunque el libro codirigido por Richard Baldwin y Beatrice Weder di Mauro ofrece estimaciones muy dispares (algo absolutamente esperable tratándose de modelizaciones económicas), en el escenario más desfavorable de extensión de la pandemia los australianos Warwick McKibbin y Roshen Fernando concluyen que Japón sería el país más golpeado con una disminución del PIB de casi el 10% (sic) seguido por Alemania y EE UU con caídas de alrededor de un 8 %. Naturalmente las estimaciones están hechas en caso de no lograr aplanar la curva de contagio como parece que se está logrando en China y Corea del Sur. Las economías están conectadas pero no solo física y financieramente, también a través de las expectativas de las personas. Para que estas no se instalen en convicciones pesimistas que acentuarán aún más la gravedad de una posible recesión, es necesaria la confianza en las administraciones. Esto es algo que también se aplica a la efectividad de las recomendaciones sanitarias; si los ciudadanos no confían en quienes las establecen difícilmente se pondrán en práctica. De momento, la medicina económica que se ha aplicado y que es mucho menos innovadora que una nueva vacuna, se está haciendo en grandes dosis. Por ejemplo, en Singapur los programas de estímulo ascienden al 2 % del PIB y Alemania ha ofrecido garantías crediticias a las empresas por valor de hasta 500.000 millones de euros a través del marco de garantía establecido por el Banco Alemán de Desarrollo. Leyendo esta medida es imposible no recordar las célebres y eficaces declaraciones en defensa del euro del entonces presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi. En aquella mañana del 26 de julio de 2012 afirmó el mandatario italiano: “Haré lo que haya que hacer, y créanme, será suficiente”. Lo fue.