Verano
Viva la reina Federica
"Mucho antes de que nacieran los conciertos de Starlite, los hermanos Phillip y Domique Bolus fueron los encargados de poner a Marbella en el mapa de las grandes giras mundiales del rock"
Con la que hay montada, a mí me sale la vena monárquica. Desde finales de los años setenta yo era un súbdito más, pero ser recibido en la audiencia real del 5 de agosto de 1986 me dejó absolutamente subyugado y esta semana se han cumplido 34 años desde entonces… Una pista: ¡Qué manera de portar la corona y ese cetro en forma de micrófono! Mucho antes de que nacieran los conciertos de Starlite, los hermanos Phillip y Domique Bolus (no sin cierta ayuda del «Pope» Gay Mercader) fueron los encargados de poner a Marbella en el mapa de las grandes giras mundiales del rock. Ya habían dado el pelotazo con Stevie Wonder y Sade; ahora tocaba torear a Queen, los Miuras que un año antes le robaron la cartera a todo bicho viviente en el Live Aid de Wembley, ejecutando el considerado mejor concierto de la historia del rock. Tras pasar por Barcelona y Madrid, el Marbella Club se convirtió en su palacio de verano. El concierto de ese 5 de agosto superó todas las expectativas y la reina Federica (que unos pocos, en privado, llamaban Melina), fue coronada a la par que movía el culo divinamente sobre el escenario del campo de fútbol marbellí. Fue el cierre de una gira mágica y triunfal, así que tocaba fiestón en el hotel. Una cuadrilla de bellísimos cuerpos de ambos sexos, ligeramente tocados con un remedo de hilo dental, se encargaban de atender a los invitados y al catering no le faltaba «de ná». El manager Jim Beach acababa de anunciarles que cuatro días más tarde aún debían hacer un bolo más, surgido a última hora: el británico festival de Knebworth ante casi 200.000 personas. Ese fue el último concierto de Freddie Mercury con Queen… aunque en la Europa continental sería el de Marbella. Tuve la inmensa suerte de disfrutar de la potencia vocal de la reina Federica en directo, y esta monarquía nunca me falla… Por cierto, un camarero amigo y confidente de aquella fiesta privada en el Marbella Club en un guiño me espetó: «Con lo que se han metido por la nariz da para encalar, por dentro y por fuera, tres cortijos de Montilla».
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