Bueno, bueno, bueno, tanto rollo y al final… Despedimos el curso con una mayoría absoluta a estrenar, hito inédito desde el lejano 2008, aquel invierno a punto de concluir. Recuerden: cuando Manuel Chaves parecía fosilizado en San Telmo y Pedro Solbes, ¡ja!, llamaba “leve desaceleración” a la crisis que ya estaba arrasando el sistema financiero. Sacó entonces el PSOE 56 escaños, prueba incontrovertible de su perennidad en el poder andaluz, y se ha reído ahora Moreno –si Su Juanmidad desea la omisión del Bonilla materno, su palabra es ley– yéndose hasta los 58 para alivio, paradójicamente, de la progrez prejuiciosa y decepción de Macarena Olona, que ya soñaba con suplir el atuendo folklórico de Barbie Flamenquita por la indumentaria de estricta Domina Vicepresidentrix. La semana ha sido una larga resaca electoral en la que este opinante casi veraneante ha añorado dos argumentos, el uno por falta de visión local de los analistas capitalinos y el otro porque nadie desea caer en argumentos simples, ávidos de originalidad e ignorantes del Principio (acientífico) de la Navaja de Ockham. 1) El andaluz es conservador por naturaleza y así volvió a mostrarse el 19-J, cuando atornilló en el poder a quien ya lo ostentaba. Entre la esencia “agradaora” del meridional y el sufragio pancista de quienes deben su salario a la Junta, 300.000 papeletas según estudios prudentes, volvimos a vivir otro de esos episodios un poco patéticos de la muchedumbre acudiendo solícita al auxilio del vencedor. Y 2) El votante de Vox, que es descaradamente anti (anti-Sánchez, anti-izquierda desorejada, anti-separatistas…) cayó en la cuenta de que para joder a la progresía basta con elegir al Partido Popular, lo que ahorra un sinfín de explicaciones en bodas, bautizos y demás eventos sociales.