Entrevista

Beatriz Serrano: «El estigma hace más daño que la enfermedad mental»

La finalista del Premio Planeta reflexiona sobre «cuánto daño hace el chisme, la habladuría, el rumor, cuando alguien habla de lo que no sabe»

Beatriz Serrano: «El estigma hace más daño que la enfermedad mental»
Beatriz Serrano: «El estigma hace más daño que la enfermedad mental»Miquel Gonzalez/Shooting

Beatriz Serrano es la finalista del Premio Planeta 2024 con una novela donde pone la enfermedad mental en la diana, tanto personal como social. La introspección del enfermo frente a la habladuría de la gente. Además, aborda temas como la inocencia del inicio en la era Internet, la sugestión como superpoder y filias/fobias familiares.

He escuchado por «Radio Patio» que qué se habrá creído esa rubia con aires de escritora que solo es una segundona; mucho arte pero finalista del Premio Planeta...

Vaya tela con las lenguas de doble filo… (risas).

Cuánto daño hacen esas conversaciones informales sobre tal y cual, dimes y diretes, convertirte en la diana de un chisme... Así empieza su novela.

Cuando un problema de salud mental entra por la puerta, el silencio sale por la ventana. La enfermedad mental es el tabú más normalizado. Todo queda en casa, se inaugura un régimen de introspección o incluso la culpa. En ese tránsito se hacen hueco las habladurías y, a veces, como a Blanca, ese runrún le hace conformar una imagen de una realidad distorsionada. Cuánto daño hace el chisme, la habladuría, el rumor, cuando alguien cree que sabe y habla de lo que no sabe.

«Fuego en la garganta» afronta cómo la salud mental es un tema candente en la sociedad de hoy.

Está normalizado que si te rompes una pierna la gente te anima a que cuando te recuperes vuelvas a hacer deporte. Pero, ¿qué pasa cuando te tienes un trastorno transitorio o un brote psicótico? ¿por qué es irreversible en este caso?. Pasas a la cajita de las locas, te marcan con una letrita: usted está loco. Pasas a estar toda tu vida mirada con lupa, sometida a un escrutinio brutal. A veces, el estigma hace más daño que la enfermedad mental.

Está claro que no es un problema aislado.

No creo que cuando la Organización Mundial de la Salud dice que la mitad de los españoles tomamos ansiolíticos es porque la mitad de los españoles estamos fatal de la cabeza. Hay enfermedades mentales muy graves que hay que tratar pero hay que mirar a un contexto más amplio que el individual.

¿En qué sentido?

Hay que preguntarse si no habrá un problema estructural o social que hace que tanta gente tenga que estar continuamente medicada. No sé, cosas como que la atención primaria esté saturada y no dé para más: «tómese este ansiolítico y vaya a su casa, métaselo debajo de la lengua». O problemas laborales, contratos basura, sueldos indignos, alquileres altísimos, hipotecas. Que no tengas una casa propia donde caerte muerta.

Para los niños y niñas, esto tampoco acaba siendo un problema menor...

Todo acaba afectando y al final son una esponja que va absorbiendo determinadas situaciones y circunstancias. Los sentimientos, buenos y malos, están independientemente del número de velas que hayas soplado. Por eso, una parte del libro va transcurriendo como si hubiese colocado una cámara en los ojos de Blanca. Para que la vivamos tal cual ella siente y padece.

Se explica bien de esa manera, como va quemando etapas: niña, adolescente, mayoría de edad, joven.

Hay un momento de quiebra, cuando descubre que los adultos pueden mentir. Quienes ponen límites se los salta a la torera; delimitan el bien y el mal para los demás pero no para sí. Se da cuenta que ellos imponen deberes pero sin asumir obligaciones. En ese momento los padres pasan de dioses a personas normales.

Una vez descubierta esa «normalidad» se protege con lo paranormal.

Partimos de la base de que los padres lo hacen lo mejor que puede. Actúan de una manera, a veces muy proteccionista, convencidos de que es lo correcto. También quiero significar la eterna incertidumbre a la que se enfrentan y a la que salen como pueden. A veces mal, otras bien. Dicho esto, el menor busca otras realidades, en el caso de la novela encuentran el poder de la sugestión. Blanca se convierte en una especie de médium que te cura con la imposición de manos, una metáfora de que si crees puedes.

Igualmente buscan refugio en las redes sociales.

Pero nada que ver con ahora. Hablábamos de los primeros blogs, el Messenger, aquellos chats... Bucear en Internet era como consultar un oráculo, un refugio de las personas solitarias. Donde no había miedo a mostrarte natural, expresarte. Nadie nos advirtió de sus consecuencias, que veinte años después íbamos a estar enganchado a las pantallas.