Sociedad
Otra forma de entender las salinas y esteros gaditanos
Ángeles e Isabel Chozas lideran un proyecto que busca revalorizar el entorno y sus productos
Corría mediados del siglo XX cuando la floreciente industria salinera de la Bahía de Cádiz, auspiciada por el privilegiado entorno del hoy Parque Natural Bahía de Cádiz, se veía obligada a arrojar la toalla.
Tras décadas de riqueza y empleo, el derrumbe del mercado de exportación, la competencia de países emergentes en el sector como Argentina o Brasil, la aparición de medios más modernos de conservación y la desvinculación de importantes clientes conserveros hacían que el mapa del ‘oro blanco’ de la bahía gaditana se desmoronase cual pirámide de sal, provocando el abandono de la gran mayoría de las casi 150 salinas que llegó a tener la provincia de Cádiz.
Desde entonces, estos espacios, cultivados siglos atrás por fenicios y romanos, se han enfrentado a continuos escenarios de supervivencia de la mano de familias con larga tradición salinera y de quienes se han resistido y se resisten a que desaparezca uno de los mayores valores paisajísticos, faunísticos, de producto y tradición de la franja litoral gaditana.
Dos de las defensoras de este singular paisaje y sus productos son dos jóvenes chiclaneras, Isabel y Ángeles Chozas, hermanas y cabezas visibles de un proyecto que ha recuperado y revalorizado uno de los espacios salineros y de esteros más icónicos de Chiclana de la Frontera, las Salinas de Santa Teresa, con una extensión de 210.000 metros cuadrados.
“Las salinas se encontraban totalmente abandonadas desde hacía casi tres décadas. De hecho estaban siendo utilizadas como lugar para acopio de escombros y a mi padre (Luis Chozas) se le ocurrió la idea (toda una sorpresa para todos) de adquirirla. Concretamente, los 36 años que aún restaban de la concesión administrativa. Fue la primera piedra de un proyecto en el que estamos muy ilusionadas tanto mi hermana, mi familia y yo, como el resto de integrantes del equipo de Salinas Santa Teresa”, señala Ángeles, responsable del área comercial y turística.
“Es cierto que somos jóvenes y sin pasado salinero, pero estamos muy ilusionadas y venimos realizando grandes esfuerzos para, desde el conocimiento más profundo del medio, sacar adelante una iniciativa que nos mantiene en un proceso constante de aprendizaje en cada uno de sus ámbitos”. “Tenemos muy claro”, subraya, “que nos encontramos ante un reto a largo plazo. Una aventura en la que, como estamos haciendo, habrá que trabajar mucho y duro hasta lograr que alcance su plenitud”.
De partida, ya lograron recuperar con gran acierto las salinas y su casa salinera; todo un reto al encontrarse en el extraordinario entorno del Parque Natural Bahía de Cádiz y, por tanto, con grandes limitaciones en cuanto al empleo de materiales, usos, etc.
El objetivo no es otro que “dar a conocer la historia, cultura, los productos y la gastronomía de Chiclana a todos los que se acerquen”. “Todo”, señala, “desde valores como el respeto, compromiso, calidad, innovación, inclusión social y pasión por la Chiclana más tradicional”.
ESPACIO DE ATRACTIVOS
Para ello, Salinas Santa Teresa propone un gran abanico de actividades, algunas tan únicas como su playa de marisma, exclusiva en la zona; talasoterapia, con dos piscinas hipersalinas (una de magnesio y otra de fango); despesques, el 28 de este mes organizan una experiencia completa en torno a esta peculiar forma de pesca de los esteros, o su restaurante, corazón de un proyecto que busca reflejar la riqueza de su extraordinario entorno natural en sus platos.
“Nuestro restaurante es uno de los grandes pilares de esta iniciativa. De hecho, mi padre adquirió la concesión de las salinas con la idea de que mi hermana Isabel, gerente y que se formó en Gastronomía y Artes Culinarias en el Basque Culinary Center, pudiera desarrollar aquí un proyecto gastronómico que girase en torno a los exquisitos productos chiclaneros y, muy en particular, a los que manan de este territorio de salinas y esteros”.
Tanto es así que doradas, lubinas, lenguados y moluscos son los actores principales de una oferta gastronómica regada con los buenos vinos de Chiclana y que invita a los comensales a entender la riqueza del paisaje a través del paladar.
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