Historia
Cuando los vikingos arrasaron Sevilla
Los musulmanes hablaban de los mayüs, «adoradores del fuego», y en el pueblo quedó un temor tan grande que se rezaba contra la ira de los normandos
"El primer ataque vikingo a Sevilla tuvo lugar en el año 844. Ascendieron por el Guadalquivir, un río que tiene mareas, mataron a todos los habitantes de Coria para que no diesen la voz de alarma y atacaron Sevilla. El gobernador y los militares huyeron a Carmona, la ciudad de la qué César decía que era la más fuerte de la Bética. Sevilla fue destruida salvo la mezquita, Ibn Addabas, actual iglesia de El Salvador. Aquella primera mezquita aljama recién construida de salvó de milagro, literalmente", señaló el historiador Andrés Nadal en un hilo de Twitter.
"El único ejército que se podía enfrentar con los vikingos era el que se encontraba lejos, en el norte, luchando contra los cristianos. Por eso los vikingos pudieron saquear a placer. Una vez derrotados, Abd al-Rahman II planificó la defensa del río, puerta de Sevilla", apuntó también el historiador, que se queja de que se "construyó un puerto de guerra, que hoy es un vergonzoso parking del ayuntamiento de Sevilla, con dos grandes puertas para proteger las naves. Organizó una marina de guerra que evitó ataques posteriores, al menos hasta el arranque portugués de 1181".
De los ataques vikingos a la península, sobresale por su virulencia el del 844 cuando de las costas gallegas incurrieron en el sur entrando por el río hasta Sevilla. Los vikingos se lanzaron hacia Lisboa o Cádiz y un grupo intentó tomar la ahora capital andaluza, que era musulmana. La algarada duró una semana y lo recoge el historiador árabe Ibn Hayyan. La flota escandinava estaba compuesta por unos 54 drakkars, que en nórdico significa «barco largo».
La base vikinga estaba en las marismas del Guadalquivir para controlar la salida de la ciudad. Destruyeron Coria del Río e irrumpieron en Sevilla dos veces. La primera, la población huyó despavorida. En la segunda, resistieron sin éxito los defensores musulmanes.
Los sevillanos se refugiaron en Córdoba, sede del emirato de Abderramán II. "Después de utilizar armas de asedio y defensa, el ejército hizo huir a los vikingos. Los árabes mataron a quinientos de sus hombres y capturaron cuatro de sus barcos, los cuales quemaron después de haber saqueado cualquier cosa de valor. Gran número de vikingos fueron pasados por la espada; otros fueron ahorcados en Sevilla y a otros los colgaron de palmeras en el lugar de la batalla. (...) En total, pasaron cuarenta y dos días desde su llegada a su expulsión. Su líder y todos ellos pasaron por nuestra espada como castigo divino por sus crímenes. El emir comunicó el feliz desenlace a todas sus provincias, y les mandó la cabeza del líder vikingo y de doscientos de los mejores guerreros vikingos", recogió Ibn Hayyan.
El 3 de octubre se cumplirán 1.179 años de la irrupción vikinga a Sevilla. Los musulmanes hablaban de los mayüs, «adoradores del fuego». Conscientes los vikingos de que el gobernador huyó a Carmona y de la falta de preparación de las tropas, los vikingos se adentraron hacia el Arenal de Sevilla, quemaron los arrabales y cuerpo a cuerpo quebraron las puertas de la muralla de Sevilla. En la segunda andanada, buscando tesoros, sólo dejaron terror de nuevo.
En Córdoba, Abd-al-Rahman II aceleró la conformación de tres cuerpos expedicionarios hacia Sevilla. Los vikingos huyeron tras las escaramuzas. Según las crónicas, «perecieron muchos de ellos, siendo ahorcados algunos en Sevilla, colgados otros de las palmeras de Talyata (Tablada) y quemados treinta de sus barcos (…). El emir comunicó el feliz desenlace a todas sus provincias, y les mandó (a los sevillanos) la cabeza del líder vikingo y de doscientos de los mejores guerreros».
Algunos vikingos se abrazaron al Islam y se asentaron en el bajo Guadalquivir, con fama en la cría de ganado y en la producción de lácteos.
En el 859 hubo otra incursión vikinga pero se encontraron con los guerreros omeyas. En el 966 los vikingos otra vez intentaron atacar Sevilla, pero fueron interceptados por una flota hispalense cerca del Algarve.
El pánico que quedó en el imaginario de la ciudad fue tal que en las iglesias se rogaba contra la ira de los normandos.
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