Cargando...

Libros

La noche más canalla del aristócrata más anarquista

Antonio de Hoyos y Vinent, siempre dandi, vestía abrigos de piel que cubrían trajes hechos a medida y camisas de seda, un atuendo que sólo abandonó después de abrazar el anarquismo

Antonio de Hoyos y Vinent Wikipedia

Por Alfredo Valenzuela

Escandaloso pero educado, canalla pero distinguido por su bonhomía, aristócrata pero anarquista, lo del escritor Antonio de Hoyos y Vinent (1884-1940) no era tanto cabalgar contradicciones como que éstas se le desbocaran como refleja "El pecado y la noche" (El Desvelo), conjunto de relatos sobre los ambientes que habitó y, ahora, último intento de rehabilitar su literatura.

Si estudió en Viena, Oxford y Madrid -de la capital española hizo el escenario principal de sus excesos-, murió sordo, casi ciego y enfermo en una cárcel de la inmediata posguerra, a donde le condujeron sus veleidades anarquistas, una fama labrada durante toda una vida de francachelas y nocturnidad y una obra literaria provocadora pero sensible y preciosista.

Antonio de Hoyos y Vinent, marqués de Vinent, fue hijo de marqueses por partida doble, ya que sus padres lo eran antes de unirse en matrimonio y, siempre dandi, vestía abrigos de piel que cubrían trajes hechos a medida y camisas de seda, un atuendo que sólo abandonó después de abrazar el anarquismo.

Fue entonces cuando vistió el mono azul -pero un mono azul, subraya algún biógrafo, confeccionado en seda-, ya que su furor anarquista se acrecentó con la llegada de la Segunda República, pero no lo suficiente para hacerle abandonar el monóculo con el que se hizo célebre desde muy joven.

Un renegado de la alcurnia

Hoyos y Vinent dejó sobradas muestras de que podía ser un hombre feliz tanto en los palacios más refinados como en los antros más degenerados, si bien encontraba más comprensión y consuelo entre los militantes de la bohemia que entre los de su propia clase social, que siempre le tuvieron por un renegado de la alcurnia.

A eso también ayudó que nunca, ni en su vida ni en su obra, ocultara su homosexualidad, lo que en una ocasión le costó una agresión que lo tuvo entre la vida y la muerte, si bien su carácter le impidió siempre mostrarse como víctima: Fue "un hombre de mundo que sabe observar, sin apasionarse ni indignarse por nada", según lo definió un coetáneo.

Como escritor conoció el éxito teniendo muchos lectores de sus novelas, de sus relatos y de sus ensayos, géneros en los que siempre recibió la bendición de la crítica, que supo valorar su prosa sugerente y preciosista, su adscripción simbolista, sus temas -siempre entre el deseo y la culpa, entre la fe y la transgresión- y unos personajes tan vívidos como los que encontraba en los antros y palacios que frecuentaba.

"La crítica le alentó siempre", escribió Ramón Gómez de la Serna, mientras que Rafael Cansinos Assens, padre espiritual de varias generaciones de literatos y quien le dedica algunos de los pasajes más divertidos de sus memorias, valoró "sus más altas virtudes literarias; la vivacidad, la brillantez, el ritmo y el color".

Figura del decadentismo español

La condesa Emilia Pardo Bazán prologó su primera obra recién cumplidos sus 18 años y Cansinos Assens lo ascendió al parnaso de los escritores olvidados y al de esos personajes de los que no se sabe bien si son malditos o benditos, cuando escribió que, entre otros lujos, se permitió el de "pasear impunemente la leyenda de su vicio, defendido por su título y su corpulencia atlética".

El escritor y profesor Juan Carlos Usó, encargado de la edición de "El pecado y la noche", que incluye relatos con títulos tan sugerentes como "Hermafrodita", "La domadora" y "La noche del Walpurgis", califica en su prólogo al marqués como "una de las mayores figuras del decadentismo español".

Una vez le preguntó un entrevistador si prefería los salones aristocráticos que le pertenecían por cuna a las reuniones de desarrapados que eligió por vocación, y el marqués contestó sin dejar caer el monóculo:

"De las dos no prefiero ninguna, sino que me gusta el todo que integran una y otra: el contraste es lo que realmente da encanto a las cosas; pero, sobre todo, adoro vivir... No hay nada comparable a ese deleite".