Obituario

Lloran los tipómetros

José Manuel Gómez y Méndez fue decano entre 1992 y 1995 y director del Departamento de Periodismo II entre 2003 y 2004

José Manuel Gómez y Méndez
José Manuel Gómez y MéndezUniversidad de Sevilla

Decía Antonio Burgos que en Sevilla cuando alguien se muere al rato te llega “el teletipo de los lirios” con el nombre del difunto y el formato original: “Se ha muerto Gómez y Méndez”, así hasta diez mensajes me llegaron la media tarde del jueves hasta Barcelona. Se acabó el cuchipandeo para el periodista y buen profesor de Periodismo, el único que habló a sus alumnos de verdad, sin utopías profesionales ni las chuminás epistemológicas con las que nos tostaron otros. “Un mojón para el Gatekeeper”.

“Gomeymende” no se andaba por las ramas y te animaba a escribir lentito para no hacer más “de una paginita por la tarde”, a darle largas hasta que se hubiera mandado todo, a bajarte al bar. “Pinte la paginita y se fuma un cigarrito en media hora”. Si la noticia no daba para más o la inspiración no llegaba recomendaba “manshar”, que es lo mismo que te recomiendan los gurús del SEO pero sin gracia y ya se inventó Cervantes “hinchando al perro”. En una ocasión nos indicó que debíamos casarnos entre periodistas para ahorrarnos el divorcio. Bien sabía de los horarios de las redacciones, los disgustos de los periódicos y el ego de las estrellitas de la profesión. Así todo, y en su pragmatismo le debemos no esperar nada de un compañero cuando te despidan o te hagan una jugarreta. “Nadie va abrir la boca, porque después de ti van ellos a la calle. Clarooo”, explicaba sin alterarse.

Tuve la suerte de compartir vecindad en el barrio de San Lorenzo de Sevilla, donde me lo cruzaba de camino a casa o de ida a un bar. “¿Cómo va el dinerito?”, me preguntaba burlón, con los ojillos semicerrados, miopes tras las gafas culonas, haciendo el gesto con los dedos gorditos. Entonces, con la manita en alto y sonriente, parecía un niño Jesús de Martínez Montañés librado de la cruz, con setenta años, guayabera y fular al cuello. Impulsó publicaciones vanas, seminarios inútiles, raros ciclos e incluso le regaló los créditos correspondientes a un alumno por el mérito de ser el único que se apuntó al curso.

Genio puro, por eso le honramos y le lloramos en estos días la escueta legión de plumillas que resiste en la trinchera de los medios a la mediocridad del periodismo actual. Sólo los mejores agrupan a detractores y forofos a partes iguales. A “Gomeymende” le sucedía así, quizás por su viejas formas, su autenticidad, por ir a lo suyo sin perder el tiempo ni herir a los demás, por no ser de este tiempo “teschnológico”. Forma parte de mis mejores años y nutrió la ilusión por vivir ese periodismo de faldones, robapáginas, corondeles y tipómetros que sólo existe ya en mi nostalgia. Gloria a ti, José Manuel, que te ganaste la eterna cuchipanda de nuestra memoria.