Cultura

La vanguardia española que "arrinconó" al ser humano para sobrevivir a la posguerra

La nueva exposición del Museo Carmen Thyssen Málaga, "Telúricos y primitivos", reúne 64 obras de 45 artistas como Miró, Picasso, Tàpies o Chillida

Unas personas junto a la obra 'Calabazas', de Miquel Barceló que forma parte de la exposición temporal 'Telúricos y primitivos. De la Escuela de Vallecas a Miquel Barceló',
Unas personas junto a la obra 'Calabazas', de Miquel Barceló que forma parte de la exposición temporal 'Telúricos y primitivos. De la Escuela de Vallecas a Miquel Barceló',EFE / Daniel Pérez

Desde un "yermo" creativo, ese páramo deshabitado donde no hay más que materia, memoria y la voluntad de empezar de nuevo, artistas como Miró o Tàpies construyeron la abstracción, un movimiento que en España es tan sobrecogedor cómo el momento en el que se desarrolla: poco antes de la Guerra Civil, después de la contienda y durante autarquía del régimen franquista.

Con este pretexto, el Museo Carmen Thyssen Málaga inaugura mañana la exposición "Telúricos y primitivos. De la Escuela de Vallecas a Miquel Barceló", con 64 obras -pintura, escultura, dibujo, grabado, fotografía y arte textil- de 45 artistas en la tercera planta del Palacio de Villalón. La muestra, de producción propia y comisariada por Bárbara García y Alberto Gil, podrá visitarse hasta el 1 de marzo de 2026 y reúne nombres tan conocidos como Miró, Picasso, Tàpies, Millares, Chillida, Saura, Juana Francés, Teresa Lanceta, Aurèlia Muñoz, César Manrique, Palazuelo, Chirino y Barceló, junto a autores menos transitados, pero que enriquecieron el mapa de la vanguardia española.

En esta nueva propuesta del Thyssen, la modernidad española se rehace desde lo telúrico y lo primitivo; desde "la tierra, lo ancestral, lo profundo o el magma", en palabras del equipo curatorial, para levantar una vanguardia con acento propio que dialoga con lo internacional sin perder su esencia. El relato se articula en dos secciones que se entrecruzan -Telúricos y Primitivos-, un "imaginario que comienza a ser fértil y ecléctico" donde "lo atávico, gestual, gráfico, onírico u orgánico", resume la directora artística de la pinacoteca, Lourdes Moreno, conviven como motores de la renovación plástica.

El arranque histórico se sitúa en la Escuela de Vallecas (1927). Sus paisajes, despojados de retórica, "rompen con el realismo" y convierten el paisaje "en un motivo plástico que se podía tratar de una forma completamente libre", señala García, para explicar a continuación que ya en esta época se anticipan soluciones para la abstracción de posguerra. En ese territorio, Benjamín Palencia también volvió la mirada hacia el arte rupestre y Ángel Ferrant o Alberto Sánchez ensayan un uso inédito de la materia. La exposición propone aquí un punto de orientación, aunque "todas las obras forman parte de cualquiera de las secciones". Según han explicado durante la presentación de la muestra, más que una cronología, los comisarios han buscado crear un diálogo entre las diferentes obras que van de los años 30 hasta principio de los 2.000: tejidos de Teresa Lanceta (2002) y Aurelia Muñoz (1974), pinturas, esculturas, dibujos y grabados que hacen visible una corriente de inspiración constante "donde los artistas vuelven a lo atávico", con lenguajes distintos.

Respecto a la cronología, Moreno recuerda que es una muestra "cocinada desde dentro", una "exposición coral" que ilustra setenta años de arte español con una selección "muy variada" y donde lo telúrico y lo primitivo actúan como leitmotiv.

En la primera sala, una obra de Manolo Millares funciona también como punto de partida para entender la muestra. Según la directora artística, el pintor "se inspira en el material en el que envolvían a las momias guanches" y muestra cómo en la abstracción española se "recoge un pasado bastante ancestral", esto es, en otras palabras, lo que en el párrafo anterior definían como "atávico". Esa genealogía de la materia conecta con el objetivo de la muestra: conectar lo que pertenece a la tierra como planeta, lo telúrico, y las primeras muestras de arte, lo que no "había sido contaminado", lo primitivo. En conjunto, la reconstrucción de la vanguardia en España.

Así, en "Telúricos", los artistas seleccionados miran la naturaleza como la materia que se trabaja, se araña o se incrusta. Se impone una "plástica instintiva, visceral, irracional y experimental" que borra la frontera entre figuración y abstracción y que anticipa su triunfo ya en los cincuenta. En la sala aparecen los campos de Ortega Muñoz, la energía volcánica de César Manrique, la densidad de Millares, Tàpies o Chillida. Predominan "los colores pardos y neutros vinculados al paisaje" donde "la materia derrota al color"; el foco se desplaza, "arrincona al ser humano" y prioriza "la materia y la forma", señala Gil.

Ese desplazamiento -sumado al clima político de posguerra, censura y aislamiento- explica por qué aquí la abstracción se sostuvo en la materia y no tanto en el color. En esa curva, como resumen los comisarios, "se parte siempre de un vacío" que obliga a los artistas a crear de cero. En este sentido, la exposición vislumbra cómo la España del siglo XX -entre guerra, autarquía y una apertura tardía- fabricó su vanguardia mirando al paisaje y a la prehistoria.

En Primitivos, la genealogía se escribe a la luz de las Cuevas Altamira -el primer lienzo en blanco de la historia-, la cultura guanche o el dibujo infantil. Ferrant enlaza con Picasso; Palazuelo y Sempere beben de Klee; el informalismo reescribe "desde cero" un arte ya distinto con Saura, Chirino, Chillida, Millares, Tàpies, Manrique, Feito o Canogar. El resultado es un encuentro de signos, geometrías y superficies que parecen muros o suelos, plasmados con el gesto de una mano que vuelve a empezar la historia.

Entre las obras, se encuentra la que Miró realizó en 1976 (Personnage, oiseaux) sobre papel de lija y ensamblada con maderas de un molino familiar. El artista reintroduce la idea de los "objetos encontrados", donde "la propia naturaleza o el entorno facilita los materiales" -observa García-, un gesto que el discurso vincula a las prácticas tempranas de Ángel Ferrant, también presente en la exposición.

La muestra se nutre de artistas a través de los cuales también están representados los colectivos indispensables que dinamizaron estos conceptos diferenciadores de la vanguardia española, como es el caso de la Escuela de Vallecas en los años 30, los grupos Pórtico, Dau al Set y la Escuela de Altamira a finales de los 40, y, en la década siguiente, el grupo El Paso. El resultado, sintetiza moreno, es un "entramado de relaciones y afinidades" que va de los años treinta a la actualidad.

Una treintena de préstamos

La exposición cuenta con préstamos de una treintena de prestadores públicos y privados como el Museo Reina Sofía, la Fundación MAPFRE, del Museo de Bellas Artes de Bilbao, el MAC Madrid o la Fundación Joan Miró, entre otros, prueba del músculo curatorial que, en palabras de Moreno, ha armado "un gran puzle" que refuerza la línea de producción propia del museo.

ANDALUCÍA.-Málaga.-Una vanguardia española inspirada en la tierra y lo ancestral en la nueva exposición del Museo Carmen Thyssen
ANDALUCÍA.-Málaga.-Una vanguardia española inspirada en la tierra y lo ancestral en la nueva exposición del Museo Carmen ThyssenEuropa Press

A la presentación ha asistido también la baronesa Carmen Thyssen, que ha señalado que para su colección siempre ha buscado "los grandes pintores españoles del siglo XIX al XXI, a los que no se les ha hecho mucho caso en España", por lo que siente la "gran felicidad" de darles "el valor que se merecen de estar expuestos en este palacio tan bonito", en alusión al Palacio de Villalón, sede del Museo.

"Le hemos dado luz a grandes pintores que están bastante desperdigados, algunos de los cuales he conseguido en subastas internacionales, y en esta muestra hay años que estaban poco en las exposiciones", ha concluido la baronesa.