
Lujo
La leyenda negra que acompaña al velero de la familia Gucci que surca Baleares
El Creole es la embarcación de lujo a bordo de la que las hijas del fallecido diseñador Maurizio Gucci pasan sus vacaciones ahora mismo en el mar Mediterráneo y que tiene una trágica historia

Baleares es cada verano el epicentro del turismo de lujo con la llegada de personalidades internacionales que atraen todas las miradas. Sin embargo, no solo las celebridades despiertan interés.
Entre las joyas que surcan las aguas de Ibiza y Formentera destaca el velero Creole, una embarcación con casi un siglo de historia que combina elegancia, exclusividad y un pasado marcado por leyendas y acontecimientos trágicos.
El Creole es uno de los veleros clásicos más grandes aún en activo, con una eslora de 65 metros y un casco negro inconfundible que le otorga una presencia majestuosa en el mar.
Valorada en unos 20 millones
Su capacidad para albergar hasta once invitados y una tripulación de 15 personas, sumada a su exquisito diseño artesanal en madera, lo convierten en un auténtico palacio flotante.
Esta joya de la navegación, valorada en alrededor de 20 millones de euros, participa regularmente en regatas clásicas, aunque también se alquila para uso privado por unos 220.000 euros semanales. El mantenimiento anual, que suele realizarse en Mallorca -una isla con la que el velero mantiene un vínculo muy especial-, ronda los dos millones de euros.
Actualmente, el Creole pertenece a Alessandra y Allegra Gucci, hijas de Maurizio Gucci, magnate de la moda cuyo asesinato en 1995 conmocionó al mundo. La historia familiar, que inspiró la exitosa película La Casa Gucci (protagonizada por Lady Gaga) añade un aura de misterio y fascinación a esta embarcación emblemática.
Una adquisición hecha en 1983
Maurizio adquirió el velero en 1983, aunque no pudo disfrutarlo plenamente hasta 1989, después de un exhaustivo proceso de restauración llevado a cabo en astilleros de Italia, Alemania y España.
Fue precisamente en Mallorca donde se reconstruyeron la cubierta y la arboladura, trabajos supervisados personalmente por el empresario. Para él, el Creole fue un refugio en alta mar, un espacio para encontrar paz, reflexionar y compartir momentos con sus hijas, quienes se enamoraron de la isla y del mar durante aquellas travesías estivales.
La noche de bodas del Rey Emérito
Pero la historia del Creole no comienza con los Gucci. En 1962, sus cubiertas acogieron a los reyes Juan Carlos y Sofía en su suite principal, durante el día de su boda, cuando el velero pertenecía al armador griego Stavros Niarchos.
Este magnate de la navegación y cercano a la realeza helena les ofreció también su isla privada para su luna de miel. La amistad entre Niarchos y Juan Carlos, basada en una pasión común por el mar, marcó un capítulo destacado en la vida del velero.
Un velero marcado por el mal augurio
Sin embargo, el Creole también está rodeado de una leyenda negra que arrastra desde sus orígenes. Construido en 1927 en Inglaterra bajo el nombre de Vira para Alexander Smith Cochran, un hombre con gran poder económico pero afectado por tuberculosis, la embarcación fue botada tras tres intentos para romper la tradicional botella, lo que muchos interpretaron como una señal de mala suerte.
A lo largo de los años, el velero pasó por varias manos, incluyendo la requisición durante la Segunda Guerra Mundial, momento en que fue rebautizado como Magic Circle y sufrió daños considerables.
Restaurado tras la II Guerra Mundial
Tras la guerra, fue restaurado por Stavros Niarchos, pero la tragedia volvió a cruzarse en su camino cuando, en 1970, su tercera esposa falleció a bordo. Más tarde, el velero pasó brevemente al gobierno danés antes de llegar a la familia Gucci, donde adquirió su renombre actual.
El Creole no es solo una embarcación de lujo; es un símbolo que navega entre historia, leyenda y la exclusividad de la alta sociedad. Su presencia en las costas baleares durante esta temporada recuerda a todos que, detrás del esplendor y la elegancia, se esconde una historia profunda que ha marcado la vida de sus propietarios y del propio Mediterráneo.
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