Turismofobia
Preocupación internacional por el crecimiento de la turismofobia en Baleares
Durante los últimos años la opinión de los residentes sobre los turistas ha ido cambiando al considerar que su estilo de vida, sus costumbres y su cultura cada vez empeoran más a favor del motor turístico
Lo que durante años fue vendido como un paraíso turístico sin fisuras, empieza a mostrar grietas que ya no solo se perciben desde dentro. Baleares, un territorio emblemático del turismo europeo de sol y playa, se ha convertido en los últimos meses en objeto de preocupación en medios internacionales por el auge de la turismofobia y el malestar social que está despertando un modelo turístico que muchos residentes consideran agotado.
Prestigiosos diarios como The Guardian, Le Monde, Der Spiegel o Corriere della Sera han dedicado recientemente artículos a la “rebelión” ciudadana en lugares como Mallorca o Ibiza. Sobre todo, a raíz de las protestas masivas por la vivienda.
Otras cadenas como la BBC o la CNN también han recogido testimonios de vecinos que denuncian cómo el turismo masivo está expulsando a los residentes de sus barrios, colapsando las infraestructuras y encareciendo el acceso a la vivienda. El mensaje empieza a calar fuera: Baleares está desbordada.
Más visibilidad desde 2024
El fenómeno no es nuevo, pero ha ganado visibilidad en 2024. Baleares espera este verano más de 18 millones de visitantes, en un territorio que apenas supera el millón de habitantes.
La presión turística es tal que colectivos ecologistas, sindicatos, asociaciones vecinales y plataformas ciudadanas han comenzado a organizar protestas multitudinarias. La más sonada, bajo el lema "Mallorca no es un parque temático", congregó a miles de personas en Palma y tuvo eco inmediato en la prensa europea.
La creciente tensión ha sido recogida como un síntoma de agotamiento de los grandes destinos del Mediterráneo. Desde Venecia hasta Santorini, pasando por Barcelona o Dubrovnik, la “cara B” del turismo está generando cada vez más rechazo local, y Baleares se suma ahora con fuerza a esa lista.
Trabajar hacia un turismo regenerativo
Desde organismos internacionales también se ha empezado a hablar del caso balear como un ejemplo paradigmático. La Organización Mundial del Turismo (OMT) ha advertido que los destinos deben trabajar hacia un “turismo regenerativo” y no solo sostenible, donde las comunidades locales participen activamente y se beneficien directamente. En Baleares, la realidad actual dista mucho de ese ideal.
Uno de los aspectos que más sorprenden fuera es la paradoja que enfrenta el archipiélago: mientras el turismo representa más del 40% de su PIB, los residentes denuncian que no pueden pagar un alquiler digno, acceder a servicios básicos sin colas o simplemente disfrutar de su propio entorno natural, ocupado por hamacas o los beach clubs con precios prohibitivos.
Movilización de los residentes
Plataformas como Prou Ibiza, Menys Turisme, Més Vida o Gob Mallorca están logrando visibilidad fuera de nuestras fronteras, gracias a redes sociales y a la creciente cobertura internacional. El reclamo de un cambio de modelo no es solo económico o medioambiental, sino profundamente social y cultural.
El Govern balear ha intentado amortiguar el impacto con medidas como la limitación de plazas turísticas, restricciones al alquiler vacacional ilegal o campañas para concienciar sobre un turismo responsable. Pero los medios internacionales coinciden en que el conflicto va más allá de una serie de normas: se trata de un modelo en crisis.
En definitiva, lo que ocurre en Baleares ya no es solo una cuestión insular o nacional. Es un espejo en el que se miran muchos otros destinos turísticos del mundo. Y si no se actúa con determinación y visión de futuro, el paraíso balear corre el riesgo de convertirse en víctima de su propio éxito.