Ayuntamiento de Madrid

Esclavitudes

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Comenzado ya el otoño, la vida madrileña ha vuelto a la normalidad tras un periodo estival, muy largo en el tiempo y muy intenso en contenidos. Tras los debates de los días de Pleno, que vivimos la semana pasada, he podido participar en encuentros interesantes de carácter político y técnico. Se ha celebrado en Madrid uno de los encuentros más importantes para nuestra sociedad, a mi modo de ver, las II Jornadas Estatales de ServiciosSociales. Digo importantes porque en España o se cambia el modelo de Servicios Sociales y se adecúa a la realidad de la sociedad actual o tendremos un sistema cada vez más caduco e inoperante. Solo el Ayuntamiento de Madrid tiene novecientos profesionales que resultan insuficientes y están desbordados y es así porque no nos hemos adaptado a las necesidades de una sociedad envejecida, con muchas personas que proceden de otras realidades ni a las nuevas fórmulas de convivencia ni de familias e identidades. Necesitamos un nuevo marco jurídico que atienda a las necesidades del nuevo siglo y que tenga en cuenta que todos y cada uno de nosotros vamos a necesitar en algún momento de nuestra vida de la atención de programas y servicios de acompañamiento para realizar determinadas tareas. Ya pasaron los tiempos en que los Servicios Sociales se identificaban exclusivamente con exclusión y pobreza. Hay que pensar además en la sostenibilidad de los recursos y en trabajar evitando enfrentamientos de carácter político, en la medida que sea posible, tampoco quiero parecer utópica, porque me considero muy realista.

Una de las cuestiones que más me llama la atención en esta sociedad tan vertiginosamente cambiante es la existencia de diferentes tipos de esclavitud. Hablar de esclavitudes en el siglo XXI parece un anacronismo pero lamentablemente están ahí. Lo están en la prostitución, en el tráfico de personas con discapacidad para utilizarlas en la mendicidad, en los matrimonios forzados de menores, en los trabajos forzosos, estas son las formas modernas de esclavitud y trata de seres humanos.

Más de la mitad de las mujeres que ejercen laprostitución, según datos publicados por el Ayuntamiento de Madrid, son víctimas de trata. Las asociaciones que se dedican a trabajar con las victimas hablan de un porcentaje mayor, en cualquier caso espeluznante ¿verdad? Vivimos en pleno siglo XXI y sigue existiendo una Esclavitud con mayúscula, tal vez no como fue en otras épocas con cadenas en los pies y barcos de madera, pero si con su principal característica, la de tener sometidas a personas por parte de otras, con una servidumbre humana absoluta. La esclavitud existe hoy, nos guste o no escucharlo, una esclavitud encubierta tal vez pero que sigue amenazando a sus víctimas con los papeles administrativos necesarios para vivir en un país, con creencias y prácticas religiosas o culturales, como el vudú, con deudas económicas inacabables, que hacen, sin ninguna duda, el papel de las cadenas y los barcos de otros tiempos.

Todos, la sociedad civil y las instituciones tenemos un papel destacado para ayudar a acabar con la esclavitud, todos podemos colaborar, todos podemos apoyar a personas que se encuentran en una situación de auténtica violación de Derechos Humanos. Por ese motivo es tan importante sensibilizar a nuestros convecinos, prevenir las situaciones y trabajar con las víctimas.

He conocido, a lo largo de mi vida profesional muchas mujeres víctimas de mafias, algunas consiguieron salir de las redes que, como telas de araña las envolvían, otras no tuvieron tanta suerte. Siempre me ha preocupado este asunto y lo que lleva consigo: menores compradas a sus familias, mujeres adultas que deseaban salir de su país en busca de un futuro mejor, personas engañadas con la promesa de una vida mejor, adicciones... Al final la verdad es que la prostitución en Madrid es un fenómeno ascendente, presente tanto en calles como en locales y viviendas y ya a nadie se le escapa su complejidad.

Soy muy consciente de que no se puede tratar únicamente con medidas sociales, ni mucho menos, entran en juego muchos y muy diversos factores, entre ellos el delito, porque traficar con seres humanos es un delito que nunca sería competencia de un ayuntamiento. Lo que sí podemos hacer los ediles es consensuar políticas integrales que ayuden a paliar el problema. El camino es arduo y lleno de dificultades de todo tipo pero eso no debería desanimarnos. Y no lo planteo exclusivamente por cumplir determinadas obligaciones normativas nacionales e internacionales, lo digo por las personas que padecen esos abusos, esa discriminación, ahora llamada “interseccional”, que es aquella en la que confluyen diversos factores excluyentes como la raza, el origen étnico, la edad, la situación de pobreza... Todo ello sin contar con el estigma social producto de una hipocresía colectiva. No olvidemos que factores como la pobreza, el desempleo, el endeudamiento, la falta de acceso a la educación, conducen a situaciones vitales de extrema dureza.

Vuelvo por tanto a donde comencé, o creamos un sistema social potente y solido que constituya el cuarto pilar básico del Estado de Bienestar o difícilmente podremos abordar las nuevas realidades y por tanto los nuevos retos. Tampoco conviene olvidarnos de escuchar las opiniones, críticas y valoraciones de los profesionales del trabajo social, con mucho detenimiento, que es el único camino para entender lo que está ocurriendo. Solo así iremos esculpiendo poco a poco una sociedad más justa y más libre.