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Seis peces

Seis peces
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Cuando se viaja a Roma no es habitual visitar los pueblos cercanos, para ello se requiere tiempo, conocimientos de la zona y mucha paciencia. Roma pertenece a la región de Lacio y colinda con la región de Umbria y moverse entre ellas no es cuestión de hacerlo de prisa y corriendo.

Esta región es conocida como (el cuore verde d’Italia) “el corazón verde de Italia”, está llena de impresionantes espacios naturales y con paisajes increíbles.

Era ya parte de los placeres de mi vida subirme al coche en Madrid y “carretera y manta”, pero el haber aceptado el reto de vivir en Roma, se ha convertido en un aprendizaje que no se acaba nunca, y no sólo ha sido el aprender otra lengua, sino las costumbres, los dialectos y descubrir cómo viven.

Hay detalles que me llaman la atención, como el cartel que está colocado en el lago de Piediluco; en él mencionan que no se pueden pescar más de 6 piezas de Coregore, el pez rey de estas aguas, pero hablando con la gente del pueblo comentaban en plan simpático “¡ya le gustaría a más de uno tener la suerte de pescar al menos dos después de esperar horas! Otro pescador de la zona, contaba lo extremadamente delicioso que es este pescado, vamos, el rey de la zona y el más rico de todos. Decía que no sabía que es lo que contenía esta agua maravillosa que los criaba tan delicadamente a los famosos Coregore.

Cuando llegamos al restaurante del pueblo enfrente del lago, estaba claro que queríamos probar el famoso pez, pero aquí, como en otras partes del mundo pasa como algunas veces sucede con los diagnósticos de expertos de materias diversas, no siempre coinciden. Al pedir un Coregore a la piastra ó al forno, me dije que no, que me recomendaba la trucha que era lo mejor del lago. Ante este pressing no quedó otra que acceder a las recomendaciones del capo del lugar.

La trucha tardó un rato largo en llegar a la mesa, pensaba que habían cruzado la calle y la estaban pescando, pero cuando por fin llegó, me alegré pero por pocos minutos, el aspecto era medio ”chamuscado” me echó para atrás pero cuando empecé a comerla, era tan deliciosa que no quería terminarla nunca.

La visita a las Cascadas de Marmore merece la pena, aunque sean artificiales y tienen que accionar una palanca para que caiga el agua, es agradable ver su caída desde 165 metros de altura. Dicen que son las segundas más altas de Europa. Bajar y mojarse un poquito merece también la pena.