Sociedad

¿Qué municipio español es conocido como el pueblo de las brujas?

En su laguna se reunían para realizar aquelarres y poner en común las últimas recetas mágicas aprendidas

"Charca" de Cernégula
"Charca" de CernégulaIcal

Muchas son las leyendas existentes en todo el territorio español. Una de las que cuenta con más interés es la del pueblo de las brujas. Según cuentan en torno a la laguna de este municipio, durante el siglo XV y XVI, se reunían las brujas del Reino de Castilla llegadas de Cantabria y Navarra con el ánimo de burlar las miradas de los inquisidores, así como para realizar aquelarres y poner en común las últimas recetas mágicas que habían aprendido.

La propia Inquisición española ha dejado crónica de que el mismo Satanás presidía y bendecía los ritos, las pócimas y los brebajes alucinógenos de estas brujas hasta el canto del gallo.

El pueblo de las brujas no es otro que el burgalés de Cernégula, un pequeño municipio que en la actualidad cuenta con alrededor de 100 habitantes y una treintena de viviendas, tratado de lugar maldito, y que sus vecinos utilizan para atraer a visitantes, hasta tal punto, que su única gasolinera lleva el nombre de “Las Brujas”, así como su legado en forma de veletas con la figura de una vieja montada en su escoba que lucen en sus tejados.

Gasolinera de Cernégula
Gasolinera de CernégulaIcal

Para llegar hasta la laguna de Cernégula, conocida como “La Charca” o “La Pila” era y es necesario atravesar todas las casas de esta pequeña población del Páramo de Masa. De origen kárstico, la laguna es hoy el hábitat de sapos y culebras. Nada queda de lo que narra la leyenda.

Sin embargo las fuentes orales mantienen la leyenda con refranes o textos como el que dice que “Los sábados las brujas de Cantabria, tras churrar y al grito de “Sin Dios y sin Santa María, por la chimenea arriba”. Parten volando en sus escobas rumbo a Cernégula donde celebran sus reuniones brujeriles alrededor de un espino, para luego proceder al bailoteo y chapuzarse en una charca de agua helada”.

Y es que la misteriosa laguna donde la tradición oral cuenta que se reunían las brujas en torno a esotéricos aquelarres es uno de los principales atractivos para visitar el pueblo burgalés. Se alimenta de aguas pluviales y procedentes del deshielo. En invierno, gracias a una gruesa capa de hielo que se forma debido a las bajas temperaturas, permite patinar y aunque su nivel disminuye en verano, no no se la conoce seca.

Junto a Cernégula, otras tierras sorianas comparten protagonismo en el mito brujeril durante la Edad Media; por ejemplo, el municipio de Barahona mantuvo relación con este peculiar mundo de fantasía, que queda documentada en los diarios de la Santa Inquisición del siglo XVI. El Santo Oficio se encargó de mantener la ortodoxia cristiana a lo largo y ancho de cada uno de los denominados “pueblos malditos” de Castilla y alrededores con el ánimo de ‘limpiar’ las calles de magos y brujas.

 

La caza de brujas que libró la Iglesia Católica entre el periodo que comprende los años 1609 y 1614 llevó a inquisidores de todo el norte del país juzgar a cientos de personas relacionadas con la brujería y la magia negra. Tal fue el histerismo causado en los pueblos del norte de España, que según los documentos de la época se contabilizan por decenas las mujeres que ardieron en la hoguera en ese intervalo de tiempo, siendo el auto de fe del 7 de noviembre de 1610 de Logroño, el más famoso. En él se quemaron a seis supuestos brujos, algunos de ellos pertenecientes a poblaciones contiguas.

En este proceso de búsqueda y captura de brujas, tuvo especial relevancia un burgalés: el inquisidor Alonso Salazar Frías, quien se encargó de llevar a cabo miles de interrogatorios con una mirada “diferente”.

A Salazar Frías se le conoce en los círculos de la época como “el salvador de las brujas”. Apelativo que consiguió después de estudiar miles de denuncias sobre brujería y cuestionar las mismas. Muchas de ellas partían de los sueños de niños que decían haber soñado con vecinos que participaba en aquelarres o de vecinos que se tomaron su particular venganza señalando a quienes no compartían sus ideas. Además, dejó para la posteridad este dicho: “No hubo brujos ni embrujados en este lugar, hasta que se comenzó a tratar y escribir de ellos”.

 

En la actualidad desde un punto de vista paisajístico la laguna sigue siendo lo más llamativo, aún habiendo sido alterada con la construcción de una isla artificial. El suelo calizo propicia, por la erosión del agua, la aparición del típico paisaje kárstico con hundimientos, torcas, y la formación de lagunas endorreicas.

La vista desde la carretera, cuando se desciende del páramo de Villalta, es cambiante cada día del año, e incluso cada hora. La laguna crea reflejos y colores que contrastan con las tierras rojas y los páramos usados como pasto.

Además se desarrolla una ruta, que cuenta con unos siete kilómetros de recorrido y partiendo de la caharca el recorrido sigue por los corrales del despoblado de origen medieval conocido como Pozo Rubio, después de dejar la laguna de Pila Vieja a la derecha, llega la tercera que es la Venta Parra.