Opinión

Las feministas de ayer y hoy

"Las feministas de entonces hablaban de trascendencia, de derechos civiles, de independencia económica y las de hoy heredan conquistas, pero también un dilema: ¿qué hacer con la libertad conseguida?"

Olga Seco, articulista y colaboradora de LA RAZÓN
Olga Seco, articulista y colaboradora de LA RAZÓNLa RazónLa Razón

He llegado a una conclusión... Sí, las feministas de ayer no pidieron permiso para pensar. Más bien pedían espacio, y vaya que lo lograron. Simone de Beauvoir, Clara Campoamor, Virginia Woolf, Olympe de Gouges fueron mujeres que no buscaban “inspirar”, sino desmontar el mundo tal y como estaba construido...

Creo (opinión subjetiva) que su feminismo era incómodo, no decorativo. Beauvoir no escribió El Segundo Sexo para ser citada, sino para ser refutada con argumentos que todavía nadie ha superado del todo. Y su pregunta aún sigue en pie: ¿cómo se fabrica una mujer? En ella se condensaba una sospecha radical: la subordinación no era natural, sino pedagógica.

Ellas, las feministas de entonces hablaban de trascendencia, de derechos civiles, de independencia económica. Campoamor peleaba voto a voto la ciudadanía política.

Woolf reclamaba una habitación propia y quinientas libras al año. De Gouges firmaba la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana y pagaba con la guillotina. No militaban en la comodidad del consenso. Lo hacían a contracorriente y por supuesto con la biografía en juego.

Las de hoy heredan conquistas, pero también un dilema: ¿qué hacer con la libertad conseguida? Muchas batallas cambiaron de forma, no de fondo. La brecha salarial, el poder simbólico, la violencia, la maternidad impuesta o idealizada.

Lo que antes era ley, hoy es costumbre; lo que antes era silencio, ahora es contrato. Pienso que hay una distancia entre el feminismo como pensamiento y el feminismo como identidad. Las de antes pensaban para transformar; las de ahora a veces se debaten entre teorizar o pertenecer. Y sin embargo, la llama sigue siendo la misma: una desobediencia lúcida ante lo dado...

Beauvoir decía que la libertad no consiste en huir, sino en hacerse cargo. Eso implica contradicciones, matices, errores. Las feministas de ayer no eran un coro unánime: discutían, se incomodaban entre sí. Alexandra Kollontai quería emancipar el deseo; Rosa Luxemburgo, el trabajo. Ninguna buscaba unanimidad, sino eficacia.

Las de hoy tal vez tengamos más lenguaje, pero menos rigor filosófico. Ellas pensaban con la espalda recta, conscientes de que cada línea podía volverse sentencia. Nosotras tendemos a olvidar que pensar sigue siendo un "problema "aunque cambien los formatos.

Lo que está claro que el feminismo de ayer tenía una ética: la de la responsabilidad colectiva. El de hoy debe recuperar ese pulso y adaptarlo a otro paisaje: el del poder difuso, el del tiempo fragmentado, el del deseo colonizado. La tarea sigue siendo la misma que formuló Simone: no aceptar como destino lo que es construcción.

Si las de ayer abrieron puertas, a las de hoy les toca decidir si las cruzan o las convierten en museo. Porque la igualdad no se hereda, se mantiene. Y como escribió Woolf, “no hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.

La pregunta es si aún queremos usarla.