Cine
Talento en ebullición, al cobijo de La Meseta
Espacio Seminci acoge este fin de semana la primera edición del laboratorio de desarrollo de cortometrajes promovido por Seminci, la Junta y la UEMC, con los creadores de los ocho proyectos seleccionados
Espacio Seminci acoge hasta mañana domingo la primera edición del laboratorio de creación La Meseta, una intensa experiencia inmersiva, donde los creadores de ocho cortometrajes, procedentes de toda España, viven desde la tarde de ayer viernes un encuentro con compañeros y con profesionales del cine que les permitirá perfilar y pulir las aristas de sus proyectos en diferentes niveles. Ocho han sido los cortometrajes seleccionados para participar en esta primera convocatoria, entre más de 140 candidaturas presentadas, una cifra que “ha superado cualquier expectativa” que los organizadores pudieran tener, como explica a Ical la coordinadora de La Meseta, Garbiñe Ortega, que confiesa su satisfacción no solo por la cantidad, sino también por la calidad de las propuestas, algo que les complicó especialmente la tarea de seleccionar a los participantes.
Dos proyectos vallisoletanos aparecen entre los elegidos: ‘22’, con dirección a cargo de Javier Cortijo y producción de Elsa Hidalgo, y ‘Los caminos del deseo’, dirigido por Roco Gómez Magaña y producido por ella y Lucía Sampedro. Cortijo es estudiante de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, impulsora del laboratorio junto a la Semana Internacional de Cine de Valladolid y la Junta de Castilla y León. En su exposición inicial, señaló que el guion original de su proyecto era un largometraje que iba a ser su tfg, si bien decidió reformular la historia al formato breve ya que “antes de querer correr hay que aprender a caminar”.
Según apuntó, ‘22’ es un drama criminal, deudor en cierto modo de su gusto por el cine quinqui, que “muchas veces cuenta historias de amor que surgen en un ambiente violento y difícil”. Su proyecto habla del encuentro de dos seres solitarios: de una parte está Lázaro, un joven asesino a sueldo, al estilo de Jean Reno en ‘León: el profesional’ o de Alain Delon en ‘El silencio de un hombre’, que se ha acostumbrado a matar tras su primer encargo y que vive ajeno a cualquier tipo de remordimiento; en su camino se cruza Ana, “una chica que vive en un hogar conflictivo, recibiendo violencia doméstica por ambos progenitores, que se ve envuelta en una situación extrema”. “Los dos se encuentran después de que Lázaro decida perdonar la vida a un testigo, y esa decisión le remueve por dentro hasta intentar suicidarse”, expuso el cineasta sobre un trabajo que está pensado para rodarse en las calles de Valladolid, de noche.
Por su parte, en ‘Los caminos del deseo’ Roco Gómez Magaña explora “el deseo como concepto abstracto y como motor de acciones y de vida de los seres humanos, que atraviesa la sociedad”, todo ello a partir de una metáfora sobre las “rutas alternativas que se crean alrededor de los caminos convencionales para atajar”. Para conseguirlo confía en valerse de la no ficción, el videoarte y la animación analógica, combinadas con disciplinas como la tinta china o la intervención en el propio celuloide. “En las artes plásticas, hay técnicas que requieren un reposo tras su aplicación para contemplar el resultado. Nosotras queríamos adaptar la técnica al concepto”, detalló.
Historias por contar
El sevillano Roberto Pintre, acompañado por su productora Esmeralda Bravo para presentar ‘Un encuentro’, relató su intención de plasmar el viaje de vuelta de una mujer portuguesa de 67 años llamada Inés que, tras quedarse viuda, decidió viajar a Benidorm con el sueño de reencontrarse con Keiichi, un japonés con el que mantuvo un intenso romance de verano en los años 80. “Se trata de una búsqueda imposible, y cuando regresa con las manos vacías, ella decide escribirle una simbólica carta de despedida en la que narra todo lo que está experimentando. Es un corto que habla sobre el amor y la búsqueda frustrada, un tema que me interesa mucho”, comentó antes de aclarar que su objetivo inicial es no mostrar en ningún momento el rostro de su protagonista, para dejar que sean su voz, sus manos y su cuerpo quienes conduzcan la narración.
La también andaluza (en su caso a caballo entre Jaén y Los Ángeles) Fany de la Chica habló de ‘La virgen negra’ como un proyecto que más adelante podría cobrar forma de largometraje, con el cual busca explorar “cómo la violencia se perpetua en las estructuras familiares de diferentes maneras”. Además, su película, que comenzará a rodar en apenas tres semanas, intentará contar “lo difícil que es, cuando eres niña, intentar recibir y dar amor, e identificar lo que es amor, no de una manera sexual sino más materna”. La protagonista de su historia es Magdalena, una niña gitana que vive en el barrio de La Magdalena, en Jaén, del cual procede la propia cineasta, un enclave donde “se produce una extraña mezcolanza entre payos, gitanos, inmigrantes y turistas”. La protagonista, según relató, sufre violencia en su casa que luego perpetúa con otra niña a la que hace ‘bullying’ en el colegio, y entre otras tramas su película ahondará en sus intentos por romper esa cadena.
El madrileño Pablo Garví, por su parte, intentará acercarse en ‘Mar à noite’ (producido por Gabriela Isabel) a un grupo de jóvenes ‘petaqueros’ (proveedores de gasolina para los narcotraficantes en el Algarve luso) que mientras aguardan una entrega nocturna descubren que un dron les observa. “Al principio se asustan y se esconden, y la película va mostrando cómo cambian sus dinámicas relacionales debido a la mirada de ese dispositivo, mientras se va imponiendo la noche”, desgranó sobre una propuesta que aún se encuentra en una fase “muy incipiente” y que busca plantear una aproximación casi voyerista con distintas capas narrativas. “Queríamos explorar otras culturas. Se trata de una realidad que nos pilla lejísimos y por eso nos parecía más interesante”, deslizó sobre un film que tiene en mente filmar con actores no profesionales.
Los gallegos Clara Coira y Miguel Casaseca profundizaron sobre ‘From NASA to Merceditas’, un falso documental producido por Laura Pazienza, para el cual aún deben encontrar a su actriz protagonista, a la que buscarán en Lugo. Ella encarnará a “una señora gallega que es la única persona en el mundo que ha visto pasar un cometa, algo que llama la atención de la Nasa, que la invita a ir a Houston para que cuente su historia”. “Queremos mostrar los días previos a ese viaje, cuando un cineasta novel va a grabarla con la idea de hacer un documental sobre ella, y ahí contará lo que de verdad le importa a ella: su casa, su huerta y su vida cotidiana”, apuntó Coira. Casaseca, por su parte, aclaró que se trata de “una historia muy absurda”, en la cual cuentan ya con un guion que “se irá reescribiendo” sucesivamente, ya que pretenden dejar un amplio margen a la improvisación.
La que más se explayó en la primera toma de contacto con el resto de participantes fue la argentina Paula Buontempo, que propone en ‘Oh mono, adiós’ un documental experimental ambientado en Corrientes (“la Mesopotamia argentina”, definió), donde recupera la utopía de su país de contar con su propia carrera espacial a finales de los años sesenta. Fue entonces cuando, tras varios experimentos con ratones, decidieron lanzar al espacio a un mono caí llamado Juan que orbitó alrededor de la Tierra durante una hora, convirtiéndose en “el primer y último astronauta argentino”. Al terminar su misión, Juan fue trasladado a un zoológico (el actual Biocentro Iguazú), si bien no queda registro alguno de cuanto le rodeó, algo que ahora intentará imaginar la cineasta, que contempla la mezcla de diferentes formatos y técnicas para evocar la ausencia o la propia experiencia espacial que debió vivir el animal. “He pensado mucho en qué pasa cuando un animal desaparece, pero su presencia permanece”, señaló sobre un viaje que combina la evocación con el tránsito mental.
Por último, la valenciana Andrea Alborch imagina en ‘Bakala’ un mundo donde la cultura del ‘bakalao’ tan presente en su autonomía natal hace unas décadas, se ha convertido en una forma de “folclore compartido”. Esa premisa, junto con la pregunta de qué hace que algo se convierta en tradición, le permitirá reflexionar sobre el momento de tránsito entre la juventud y la edad adulta y las expectativas que ello genera. “Tú creces pensando que la gente sabe lo que hace, pero llega un momento en el que esperas que te será revelada una verdad, y entonces te das cuenta de que nadie sabe hacia dónde va, y de que la gente hace lo que puede”, apuntó. “Siempre me ha obsesionado el paso del tiempo y cómo la gente se reubica en función de su edad y cómo se comporta socialmente, renunciando a cosas que formaban parte de su identidad tiempo atrás”, completó antes de asegurar que “la fiesta es algo que iguala a todo el mundo, es un momento de éxtasis colectivo, de euforia, en el que la temporalidad y las narrativas cambian. Un folclore compartido por todo el pueblo, que sirve de puente hacia otra etapa”, concluyó.
Un espacio para el intercambio
La coordinadora del laboratorio, Garbiñe Ortega, subraya a Ical que La Meseta nace con el objetivo de ser “un espacio para el intercambio y para impulsar el desarrollo de proyectos, en este caso de cortometrajes”. Entre sus particularidades, apunta que se centra de forma principal en la parte creativa del proceso, con el objetivo además de reforzar a nivel ejecutivo cuanto atañe a la producción. “Hemos querido que los directores participen acompañados por sus productores para que también puedan recibir asesorías especializadas”, relata.
Los responsables de ofrecer esas asesorías son el cineasta Chema García Ibarra (‘Espíritu sagrado’), que ayer viernes abrió el fuego con una masterclass de guion; el director de fotografía Ion de Sosa (‘La Parra’, ‘Mamántula’), que junto al director Eugenio Mira (‘Grand Piano’) se centran hoy sábado en el apartado de dirección; la directora Rocío Mesa (‘Secaderos’), que mañana profundizará en ese área y la productora Leire Apellaniz (‘Samsara’), que cerrará la ronda de clases maestras al mediodía del domingo.
“Todos ellos son grandes cineastas y profesionales muy generosos a la hora de entender las películas, aun cuando no se trata de proyectos de su cuerda. Para nosotros es importante traer personas que sepan también comunicar, transmitir y ponerse en la piel del otro para enriquecer su proyecto lo más posible”, apunta Ortega, agradeciendo la complicidad y empatía de los profesionales implicados.
Ortega reivindica como “algo a celebrar” el auge de los laboratorios en toda España, que se han consolidado como “un espacio para el intercambio, el aprendizaje y la profesionalización de jóvenes y no tan jóvenes realizadores”. “Son experiencias verdaderamente transformadoras”, subraya, aludiendo al aspecto “terapéutico” de estos encuentros, que permiten a los participantes encontrarse y conocer a personas que están, como ellos, “intentando empujar sus propios proyectos, que han levantado desde la soledad”. “Te juntas con personas que, aunque tengan proyectos muy distintos a nivel cinematográfico, están en la misma pelea, y de ese encuentro surgen, además de mucha solidaridad, posibilidades de colaboración”, recalca. Además, en el caso de La Meseta, lo han planteado como un laboratorio “muy vivencial”, ya que organizadores, profesionales y participantes están compartiendo no solo las sesiones programadas, sino también comidas o encuentros más distendidos, en los cuales pueden aflorar conversaciones igual de importantes o más que las regladas.