Opinión

El verano es un eufemismo

"El parte meteorológico se ha convertido en un thriller psicológico"

La escritora y columnista zamorana, Olga Seco
La escritora y columnista zamorana, Olga SecoOlga SecoLa Razón

En otros tiempos el verano era una estación del año. Sí, una época amable, con siestas, chicharras y calor razonable, el mismo que te doraba la piel y te ponía de buen humor. Antes uno sudaba un poco, dormía con la ventana abierta y salía al fresco a eso de las diez... De niña lo viví muchas veces. La verdad que era bonito, llevadero y muy humano.

A día de hoy el verano es un concepto postapocalíptico. O mejor aún una distopía ibérica patrocinada por Lucifer. Aunque también puede ser una experiencia sensorial de calor sostenido con grillos a punto de estallar y asfalto en fase líquida...

El verano a día de hoy es una prueba de resistencia que consiste básicamente en ver cuánto sudor puedes generar sin morirte. No importa dónde estés. Campo, playa, ciudad, pueblo remoto o cueva en el Pirineo. Da igual...

Todo es horno... Y sí, todavía hay quien sonríe con la alegría forzada del que no quiere ver la realidad y dice:

“Bah, en verano siempre ha hecho calor”.

Claro. Y en el desierto siempre ha habido arena, pero eso no significa que uno quiera enterrarse vivo.

Esto no es el calor de antes. Esto es una declaración de guerra.

Si el sol hablara diría: “me habéis tomado por tonto durante siglos y ahora vais a ver quién manda”.

El parte meteorológico se ha convertido en un thriller psicológico:

“Alerta roja por temperaturas extremas.”

“Riesgo alto de incendios.”

“Recomendamos no salir de casa entre las 15:00 y las 23:00".

Ah, estupendo...

¿Y el resto del tiempo?

Pues a intentar dormir sobre una toalla mojada mientras un mosquito te canta copla experimental en el oído. O una avispa te manda a urgencias...

Antes, con suerte, el calor duraba una semana.

Ahora dura tres meses y medio y tiene la decencia de llamarse “ola”.

¿Ola? ¿Qué ola?

Esto no es una ola.

Esto es una planicie eterna de fuego en modo repetición. Como si el verano se hubiera apuntado al gimnasio y ahora viniera mazado, vengativo y sin sentido del humor.

Y lo seguimos llamando verano...

Como si esa palabra aún tuviera algo de brisa, de terraza, de conversación lenta.

Pero ya no.

Ahora el verano es solo un eufemismo.

Un nombre bonito para una experiencia térmica cercana a la muerte.

Y lo aceptamos.

Nos derretimos con estilo.

Sacamos el abanico como quien saca bandera blanca.

Hacemos vida social en modo "verano" y nos consolamos pensando que ya queda menos.

Que en septiembre empieza a refrescar…

O eso dicen...

Porque con la suerte que llevamos, (sonrío) septiembre será julio con otro nombre, octubre vendrá en sandalias y noviembre… bueno, noviembre ya veremos.

A este paso llegamos a Navidad en bikini. ¿Se imaginan? Comiendo turrón con 36 grados y poniendo el belén bajo el ventilador. Ay, qué harta estoy del verano...