Historia

Un viaje inolvidable a la Antigua Roma en mitad de la provincia de Palencia

El Aula Arqueológica de Herrera de Pisuerga revive la épica de la Legio IV Macedónica con una experiencia inmersiva que enamora a grandes y pequeños

Aula de arqueología en Herrera de Pisuerga
Aula de arqueología en Herrera de PisuergaBrágimo/Ical

Los restos encontrados en los yacimientos son la prueba tangible del paso de Roma por Pisoraca. En Herrera de Pisuerga, un rincón de Palencia que respira historia, los objetos desenterrados cuentan historias de un tiempo remoto: herramientas pulidas por el uso, joyas que brillaron en cuellos olvidados, armas que vibraron en el fragor de la batalla, y juegos que alegraron las tardes de legionarios y civiles. Estos vestigios, cuidadosamente preservados, son las huellas de la Legio IV Macedónica, un cuerpo militar que entre el 19 a.C. y el 39 d.C. convirtió este enclave en un bastión estratégico durante las Guerras Cántabras. El Aula Arqueológica de Herrera de Pisuerga ha renovado su esplendor para seguir siendo un faro de divulgación histórica. Las pinturas murales, castigadas por la humedad y el tiempo, han sido restauradas; el pasillo de acceso luce ahora el símbolo de hospitalidad; el drenaje exterior protege las paredes; las carpinterías de la entrada y la torre de vigilancia han sido renovadas; y nuevos trajes romanos dan vida a las visitas. Este esfuerzo no solo preserva un patrimonio excepcional, sino que invita a los visitantes a cruzar un portal al corazón de la Antigua Roma.

Este Aula Arqueológica se alza como un testimonio vivo del pasado. María Izquierdo, informadora turística y alma de este proyecto, nos recibe con una sonrisa que desborda entusiasmo. “No exageramos al decir que este es el campamento romano altoimperial mejor documentado del norte peninsular”, afirma con orgullo, mientras señala la imponente torre defensiva que custodia el espacio exterior. Estratégicamente ubicado, el campamento de la Legio IV Macedónica fue un eje clave en la conquista romana de Hispania, dejando un legado arqueológico que incluye desde vasijas de lujo hasta la Tessera Hospitalis del 14 d.C., cuya réplica preside el cubiculum del pretor como un símbolo de alianzas ancestrales. “Aquí, cada objeto cuenta una historia, desde la vida cotidiana hasta los grandes momentos de la historia”, añade María, invitándonos a explorar un lugar donde el pasado no se observa, sino que se siente, informa Ical.

El Aula está diseñada como un viaje inmersivo, dividida en tres espacios que recrean la vida romana con una precisión que roza lo mágico. El espacio exterior, al aire libre, es un primer encuentro con el Imperio. Una calzada romana, flanqueada por miliarios y estelas funerarias, evoca las grandes vías que conectaban Roma con sus confines. Las aras votivas, dedicadas a dioses y difuntos, reflejan la profunda espiritualidad de la época, mientras la palestra, donde los legionarios perfeccionaban su destreza, susurra ecos de entrenamientos marciales. “Queremos que los visitantes comprendan la importancia de las infraestructuras viarias y la religión en la vida romana”, explica María. Subir a la torre defensiva, con vistas al horizonte, es sentirse guardián de un imperio, un momento que los niños, en particular, recuerdan con ojos brillantes.

Al cruzar el umbral del espacio interior, el tiempo parece desvanecerse. La zona militar es un homenaje a la disciplina y el coraje de la Legio IV Macedónica. Amplios paneles explicativos narran la estructura de un campamento legionario y la expansión del Imperio Romano, mientras réplicas de armas y armaduras invitan a los visitantes a meterse en la piel de un soldado. De hecho, María nos indica que aquellos que quieran prueban a vestirse con la indumentaria del legionario que pesaba cerca de 30 kilos. “Sientes en tus propias carnes cómo se sentía un legionario a la hora de ir a luchar al campo de batalla y hacer largas caminatas de 30 kilómetros porque se formaban de esa forma”, explica.

En la sala del armamentarium, los visitantes empuñan una gladius, la espada corta que definía el combate romano, y exploran la evolución de los cascos a través de un “desfile” que María organiza con humor y rigor. “Cada casco cuenta una historia de innovación y guerra”, dice. El momento cumbre llega al formar la tortuga, la icónica formación defensiva, con escudos que resuenan al chocar.

El espacio civil, en contraste, es un bullicio de vida cotidiana. Una calle recreada con grafitis pintados en las paredes transporta al visitante a un mercado romano, donde juguetes infantiles, utensilios domésticos y escenas de trabajo pintadas narran la vida de las familias que acompañaban a la legión. En la taberna, las tinajas de vino, las jarras y los vasos parecen esperar a los parroquianos de antaño. “Es como un bar de hoy: una barra, mesas, juegos y charlas”, ríe María, mostrando tableros de juegos romanos como el Capitán Navis, precursor de las chapas modernas. Los legionarios, explica, mezclaban posca, un vino agrio, para hacerlo más palatable, y en las visitas ofrece vino de la Ribera del Duero para que los adultos brinden por Roma. El taller del alfarero Lucius Terentius, cuyo sello ligado a la Legio IV Macedónica es un hallazgo único en Hispania, exhibe vajillas que inspiran maquetas de Playmobil, réplicas de cerámicas cuyos originales descansan en el Museo de Palencia. “Los niños se quedan hipnotizados, no quieren irse”, asegura María.

Lo que distingue al Aula Arqueológica es su capacidad de transformar la historia en una aventura viva. Los Arqueotalleres son el corazón de esta experiencia didáctica, diseñados para cautivar a familias y escolares. En la Ludoteca, los niños descubren juegos romanos como las canicas (Ocellates) o el juego de tablero que entretenía a los legionarios. En el Mvsivaria, crean mosaicos comestibles de chocolate que saben a gloria, mientras en el taller de Tabula Cerata fabrican tabletas de cera al estilo romano. La Cata arqueológica, una de las actividades estrella, permite a los visitantes excavar réplicas de tumbas legionarias, tardorromanas y visigodas, aprendiendo la metodología arqueológica -dibujo, fotografía, topografía- y llevándose un diploma como recuerdo. “No es lo mismo que te lo cuenten a que lo vivas”, insiste María. “Aquí te vistes de romano, tocas las armas, juegas, sientes el campamento”. Cada participante, desde el más pequeño hasta el más mayor, se lleva un pedazo de Roma en el corazón.

Con 3.500 a 4.000 visitantes al año, el Aula no solo preserva el legado de Herrera, sino que dinamiza el turismo en Palencia. La localidad es un mosaico de experiencias que complementan la visita al Aula. Un paseo por el Canal de Castilla en el barco Marqués de la Ensenada ofrece vistas de ensueño, mientras la ermita de la Virgen de la Piedad, conocida como la “Capilla Sixtina de Palencia”, asegura María, deslumbra con su arte.

El Centro de Interpretación del Cangrejo de Río narra la historia del cangrejo autóctono de la zona. “El cangrejo de patas blancas, que era el cangrejo autóctono, el que estaba en la península Ibérica, pero que debido a las dos especies invasoras que llegaron de América, transmitieron un hongo que que les producía una muerte agónica”, explica.

Aunque también podemos disfrutar por un paseo por un parque de aves, una gincana digital, guiada por el personaje histórico Juan de Homar, que lleva a los turistas a resolver enigmas por los puntos de interés de Herrera, desde el Aula hasta el canal. Además, María explica que varias empresas locales ofrecen rutas en bicicleta, canoa o a pie por el río Pisuerga, haciendo de Herrera un destino ideal para un fin de semana inolvidable.

“Queremos que quien venga no solo aprenda, sino que sienta la historia”, dice. Su pasión es contagiosa, y su compromiso con la divulgación del patrimonio romano trasciende las fronteras de Herrera. “Este campamento fue un nudo estratégico, conectado por calzadas que llegaban hasta Cantabria y Portugalete”, explica, señalando un panel que muestra la red viaria romana. Incluso los miliarios, precursores de los modernos puntos kilométricos, son un recordatorio de la ingeniosidad romana que aún resuena en nuestras carreteras.

Caminar por el Aula Arqueológica es escuchar el eco de las marchas legionarias, oler el vino agrio de la taberna, tocar la fría superficie de una gladius. Es subir a la torre defensiva y soñar con ser centurión, o jugar a las chapas como lo hacían los soldados tras un día de entrenamiento. Es, en definitiva, vivir la Roma del siglo I d.C. con todos los sentidos. Para visitar esta joya desconocida, el horario es de martes a sábado de mañana de 11 a 14 horas y las tardes de 17 a 20 horas, mientras que los domingos el horario es solo de mañana entre las 10 y las 14 horas.

Gracias a María y su equipo, Herrera de Pisuerga no solo custodia su pasado, sino que lo hace vibrar, invitándonos a ser, por un día, ciudadanos de un imperio eterno. Aquí, entre calzadas polvorientas y escudos resonantes, la historia no es un recuerdo lejano: es un latido que palpita en cada rincón, un canto a la memoria que nos recuerda quiénes fuimos y quiénes podemos ser.