Opinión

20 años de servicio: Reservistas voluntarios

Quien ha sido soldado de vocación una vez en su vida, no deja de serlo nunca

Una formación del ejército rinde honores mientras se iza la bandera de España en el Palacio de Capitanía de Barcelona con motivo de la celebración de la Pascua Militar.
Una formación del ejército rinde honores mientras se iza la bandera de España en el Palacio de Capitanía de Barcelona con motivo de la celebración de la Pascua Militarlarazon

No, no somos militares profesionales, ni pretendemos ser como ellos. Nuestro trabajo lo es como policía, abogado, ingeniero, en la construcción o en un taller, pero en nuestra vida cotidiana sabemos hacer puentes, curar enfermos, controlar programas informáticos, saltar muros, escalar paredes, analizar cuestiones jurídicas o llevar hasta el límite nuestra capacidad de resistencia.

No todos sabemos hacer de todo, pero como el proceso de selección es duro y restrictivo se puede decir que en general somos buenos, muy buenos en lo nuestro. Algunos tenemos doctorados, otros estudios básicos, pero eso no importa. Cuando nos ponemos el uniforme sólo cuenta la camaradería, el compañerismo, la disciplina y el valor.

Ya puedes ser presidente de un Consejo de Administración de una empresa que cotiza en el Ibex 35 o dependiente de una cadena alimenticia. Si llevas estrellas eres oficial; si son galones, suboficial; sino, soldado; y si el superior da una orden esta se cumple, el resto da igual.

No importa lo que somos fuera, y si en algo importase es para beneficio de nuestros compañeros, de nuestra gran familia reservista y, sobre todo, del Ejército y por ende de España.

A muchos se les hace extraño habernos visto a algunos ya entrados en años con uniforme militar, no siendo profesionales, haciendo tareas en las que nunca nos imaginarían, y sobre todo vernos felices. Ver como sacamos fuerzas de flaqueza, vencemos si es necesario el agotamiento o nos levantamos a una hora por la que no lo haríamos en nuestro trabajo habitual.

Seguramente no seríamos la mejor avanzadilla en un frente de combate (aunque más de uno se llevaría una sorpresa), pero hemos servido en el Ejército para aportar lo que sabemos, aquello que hemos aprendido en nuestra vida civil, para obedecer y transmitir órdenes.

Servimos en el Ejército, por y para España, sin importar sexo, condición o nivel social y ese es nuestro orgullo, nuestra única y principal recompensa.

Donde haya un reservista estamos todos, porque quien ha sido soldado de vocación una vez en su vida, no deja de serlo nunca.