Opinión
Liderazgo líquido
En la era de la sociedad líquida todas las grandes creencias y estructuras sociales en las que se sustentó una generación, la de nuestros padres, se han roto. La sociedad evoluciona vertiginosamente. El volumen de información (y de ruido) que se genera es inmenso. La gente ya no se agrupa en comunidades geográficas, sino en comunidades virtuales. Los trabajos ya no son para toda la vida, ni las parejas, ni las casas. El modelo de familia ha evolucionado. Se está produciendo un cambio cultural y en consecuencia una substitución de los valores, a pesar de quiénes se resisten a ello. Con este cambio, el concepto de liderazgo también se está redefiniendo.
En España la llegada de empresas tecnológicas, junto con el éxodo de talento provocado por la crisis y por la voluntad de romper las barreras de una sociedad con una visión clásica de la empresa, nos ha traído una ola de nuevas tendencias en liderazgo, cultura y organización empresarial. El concepto jerárquico y autoritario de empresa si bien aún mayoritario, está desfasado y no encaja en esta nueva sociedad líquida. Tiene fecha de caducidad. Es el testigo de una sociedad en vías de extinción.
Los líderes de las organizaciones líquidas no son necesariamente personas con Masters en grandes escuelas de negocios, autoritarias y con un conocimiento divino. Son personas con alta capacidad de aprendizaje y resilientes. Esto les habilita para adaptarse a la constante ambigüedad que tienen que gestionar. Ejercen una cultura de la responsabilidad y no de la culpa. Saben que los cambios empiezan en uno mismo y lideran con el ejemplo. No pretenden convencer y persuadir. Tienen la habilidad de motivar e inspirar. Practican la cultura del feedback como herramienta generadora de confianza y empoderamiento. Por último, tienen un alto grado de autoconocimiento y empatía. Son tiempos de cambio y de oportunidades, para quien quiera verlo.
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