Independentismo

Puigdemont pone fecha a las elecciones: 27-S o 4-O

Torra convocaría la cita con las urnas a principios de agosto. JxCat quiere situar los comicios en días simbólicos para el independentismo y tratar de rentabilizar la agitación de otoño

Pere Aragonés, que tiene la llave de la caja como responsable de economía, junto a los consellers de Educación, Josep Bargalló, y la de Sanidad, Alba Vergès, todos de Esquerra Republicana presentaron el plan del Govern para ambos sectores. La conclusión, más dinero y más contrataciones. Era un acto de gobierno, pero rezumaba un aroma preelectoral. Aragonés, que se perfila como candidato de Esquerra, ponía en valor su imagen de gestor, algo que se echa de menos en el Govern y, sobre todo, de Joaquim Torra, más activista que president.

El movimiento de ERC no ha pasado desapercibido en JxCat. El partido de Torra y Carles Puigdemont está resolviendo su crisis, aunque sea a gorrazos. Los dirigentes del PDeCAT, con su presidente David Bonvehí a la cabeza, se resisten a ser subsumidos en la amalgama de la Crida o JxCat. No quieren perder su identidad, pero sus fuerzas están muy mermadas y su capacidad de resistencia bajo mínimos. El PDeCAT se puede romper, pero no se espera que la mayoría de los restos acaben encuadrados en otro partido, como el recién creado Partit Nacionalista de Catalunya. Otra cosa, es que la guerra civil en el PDeCAT acabe con una nueva candidatura contraria a Puigdemont, liderada por los alcaldes que no quieren ser anulados por los fieles a Puigdemont. La guerra en el PDeCAT tiene un triunfador anunciado: Carles Puigdemont,cuyo liderazgo y su tirón electoral nadie cuestiona. O no puede hacerlo.

El expresidente, desde su autoexilio, y su guardia pretoriana, incluido el propio Torra, aunque en los últimos tiempos sus relaciones han empeorado, no están dispuestos a dejar cabos sueltos. Su objetivo es ganar las elecciones autonómicas para seguir manteniendo la tensión con España. Puigdemont baraja concurrir a los comicios y presentarse como presidente legítimo, y su número dos será un «presidente efectivo», que coordinará el día a día del ejecutivo. Esta es la idea que barajan desde Waterloo, por lo que se ha abierto otra batalla interna para ser el preferido del líder y ocupar este codiciado puesto.

El reto, volver a ganar a las encuestas y batir a Esquerra Republicana. Puigdemont sólo tiene un problema, que no tiene un socio que le pueda servir de muleta si exceptuamos a los republicanos. ERC si gana, y también si no lo consigue, puede elegir otros socios, tal y como prevén las encuestas, aunque todas ellas hasta ahora han sido pisoteadas por Puigdemont en las autonómicas, y su liderazgo es incuestionable. En las Europeas se presentó y ganó, nada más y nada menos que a Oriol Junqueras.

Sólo falta una pieza para cuadrar este damero maldito. La fecha de las elecciones. El Supremo intervendrá el 17 de septiembre para ratificar la sentencia a Joaquim Torra por desobediencia a la Junta Electoral en las pasadas elecciones. Nadie confirma nada, pero en los círculos de Junts per Catalunya se apuntan elecciones para el 27 de septiembre o el 4 de octubre. Es un secreto a voces que los corrillos de altos dirigentes de Junts per Catalunya en el Palau de la Generalitat no esconden.

Si las elecciones fueran el 27 de septiembre, la campaña electoral se iniciaría en plena ebullición «patriótica», coincidiendo con la Diada, el 11 de septiembre. Si fueran el 4 de octubre, coincidiría con las fechas «históricas» del 1 de octubre –celebración del referéndum– y el 3 de octubre –el paro de país–, tan recurrentes para el movimiento independentista. Además, en una fecha u otra, Torra aparecería como el «mártir» y «la víctima de la represión del Estado». O sea, Puigdemont y Junts per Catalunya tendrían media campaña hecha porque los sentimientos volverán a surgir. «El independentismo no está derrotado, está aletargado esperando su momento», apunta un analista político buen conocedor del mundo independentista. «El covid19 lo ha adormecido. Está ahí esperando volver a resurgir y con fuerza».

Además, esta cercanía cogería a algunos partidos con el pie cambiado. A ERC se la acusaría, como ayer informábamos, de vender barato su apoyo a un Pedro Sánchez que desprecia a Catalunya. A Ciudadanos en un momento de caída libre, al PP sin un candidato fuerte, y sin la concreción de la alternativa catalanista propuesta por Albert Batlle que espera confluir con el independentismo no rupturista de Marta Pascal y el PNC. Por si fuera poco, la CUP está dividida y Miquel Iceta, el candidato socialista, ha estado desaparecido durante la pandemia, mientras que los Comunes de Ada Colau están arrinconados en el área de Barcelona y poco más.

Los estrategas de Puigdemont están valorando estas opciones que llevarían a Torra a convocar en los primeros días de agosto. El 4 si la fecha elegida es el 27 de septiembre o el 11 si la fecha es el 4 de octubre. Además, de esta forma se anularía la posibilidad de que las elecciones fueran convocadas por el Supremo porque serían convocadas por un presidente catalán en pleno ejercicio de sus facultades.