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El concierto de Grateful Dead en las pirámides de Egipto: la noche en la que los beduinos rockearon

La mítica banda hippie californiana cumplió un viejo sueño que costó más de medio millón de dólares en 1978

Concierto con testigos de excepción, la pirámide Giza y la esfinge
Concierto con testigos de excepción, la pirámide Giza y la esfingeArchivo

Dentro de episodios curiosos y también divertidos de la historia de la música, los conciertos y grabaciones en lugares extraños o singulares ocuparía un espacio destacado. Tenemos por ejemplo a Red Hot Chili Peppers grabando su obra cumbre “Blood sugar sex magik” en la antigua mansión del mago Harry Houdini, a Pink Floyd tocando en el anfiteatro de Pompeya o el que nos ocupa, Grateful Dead cumpliendo uno de sus sueños: ofrecer un concierto en las pirámides de Egipto.

Ocurrió en 1978, y en un principio fue idea de su manager, Richard Loren, y la mítica banda californiana aceptó encantada. Desde el primer momento conseguirlo parecía una quimera, y encima se empeñaron en tocar tres días ante las pirámides, aunque finalmente fueron dos. teniendo en cuenta que las fechas serían en septiembre y en Egipto, actuarían de noche.

 

De entrada, habían varios problemas. Algunos de ellos relacionados con el país en sí, Egipto. La situación política y religiosa sobre todo, algo que se antojaba como un fuerte obstáculo. También estaba el coste del traslado de todo el material (instrumentos, escenario...). En ese momento, Grateful Dead ya no eran, a nivel de éxito, los mismos que en 1967. No eran ese grupo casual, que era una comuna salida del barrio más hippie de la historia, Haight en San Francisco. Sus montajes escénicos mastodónticos eran comparables a los de Led Zeppelin o Pink Floyd. No obstante, no se esperaba la misma afluencia de público que tuvo la banda de Robert Plant y Jimmy Page en el festival de Knebworth (unas 500.000 personas). En la era preInternet, nadie en Egipto sabía nada de rock, y menos en su vertiente psicodélica.

El manager y el bajista, Phil Lesh, viajaron previamente a Egipto para empezar a preparar los trámites con funcionarios. A través de un profesor de la Universidad de Beirut que conocían pudieron contactar con el Gobierno egipcio, y todo fue más fácil de lo previsto.

 

Y lo hicieron. Tomaron prestado el equipo de grabación de The Who, por lo que hicieron escala en el Reino Unido, y no repararon en gastos. Llegaron a Egipto con...más de 100 roadies!, al estilo Rolling Stones.

El 14 de septiembre hicieron la prueba de sonido, sin problemas, ante unos atónitos turistas. En las dos noches siguientes llegaron los conciertos, que finalmente se publicaron en un doble CD y un DVD conjunto. Se llama “Rockin’ the cradle”. No es el mejor directo de Grateful Dead -para mí lo son “Steal your face”, “Europe 72″, “Dead set” y “Reckoning”- pero vale la pena. Está basado en su álbum de entonces “Shakedown street”, e incluye temas tan buenos como el que le da título, “Good lovin´” y “Fire on the mountain”.

Como anillo al dedo, la noche final coincidió con un eclipse lunar, lo que debió ser una preciosa estampa. Otras curiosidades fueron que la cámara del Rey de la pirámide de Giza fue manipulada con un altavoz y un micrófono en un intento fallido de juntar su “sonido” con el del concierto, y la participación de músicos nubios de Abu Simbel.

Pero la gran intriga que tenían Grateful Dead era el público. Al iniciar el primer concierto, no había absolutamente ningún egipcio, sólo el personal de la banda.

No obstante, hubo sorpresa. Poco a poco fueron apareciendo unas figuras con túnicas negras. Eran beduinos que, atraídos por ese para ellos extraño sonido”, pudieron disfrutar de un concierto de uno de los mejores grupos de la historia. E incluso bailaron. No asistió ningún egipcio local.

La operación del sueño cumplido costó más de medio millón de dólares de la época. Los escasos beneficios fueron donados al departamento de Antigüedades de Egipto.