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30 aniversario de “Senderos de Traición”: el salto de gigante de Héroes del Silencio

La banda liderada por Enrique Bunbury endureció y mejoró su sonido y se convirtió en la banda española más importante de finales de siglo

En 1990 la banda cambió y endureció su imagen
En 1990 la banda cambió y endureció su imagenLa Razón

El cambio década sentó de maravilla a la que estaba llamada, ya en ese momento, a ser una de las bandas nacionales más importantes y únicas de la Historia. Se cumple este mes el 30 aniversario de la publicación del segundo álbum de Héroes del Silencio, “Senderos de Traición”. Para entendernos, fue un salto de gigante para la banda, a nivel artístico y comercial, el inicio de su gran trilogía y también el comienzo de algo que aún perdura: amor y odio incondicionales a partes iguales por parte de fans y detractores.

Tres años antes, Héroes habían debutado con “El Mar No Cesa”, y la música que contenía no dejaba entrever para nada lo que vendría después. No ayudó mucho la producción del miembro de Olé Olé Gustavo Montesano, que derivó en un sonido popero ideal para las emisoras musicales generalistas. La imagen también tenía un toque empalagoso, pero un tema como “Héroe de Leyenda” ya sonaba muy especial, diferente.

 

Llegó 1990 y todo cambió. Las nuevas fotos promocionales no dejaban lugar a dudas, y en ellas se podía ver a un Bunbury con el rostro endurecido, muy de acorde con el hard rock que triunfaba en esa época, y con cuero negro. Nada que ver con el niño bonito de la cubierta del disco de debut. El primer single, “Entre Dos Tierras”, se convirtió en el acto en uno de los himnos del rock español. Sabia nueva para una escena pop rock nacional que vivía momentos espectaculares, con ventas enormes de Loquillo y los Trogloditas, Mecano, Radio Futura, El Último de la Fila y un largo etcétera.

La nueva música de Héroes era heredera de la escena nacional de los años 80, pero con toques punk, hard rock y góticos. Cambio de década y cambio de liderazgo en el rock nacional. Lo tenían todo para conseguirlo, en primer lugar la imagen, que mutó de ese look ochentero de sus comienzos, al de rockeros góticos con sus melenas, sombreros, pañuelos y ropas oscuras, tendencia muy marcada en bandas como The Cult, The Mission o Sisters Of Mercy, a cuya música también se acercarían en ciertos preceptos. Y en segundo lugar y más importante, tenían las canciones. Una colección de grandes temas y un líder carismático como pocos se recuerdan en este país.

 

El épico adelanto de “Entre dos tierras” abría la puerta a todo lo que estaba por venir; un disco que marcó una época en gran parte a un productor mucho más acertado que Montesano, nada más y nada menos que el miembro de Roxy Music Phil Manzanera.

La calidad no se limitó, ni mucho menos, al himno “Entre Dos Tierras”. Están por supuesto “Maldito Duende” y su adictiva melodía y estribillo, “La Carta” -un poco a lo The Cure-, la tonada sobre la prostitución “Con Nombre de Guerra”, temas tan característicos del grupo como “Despertar”, “Hechizo” y “Oración”...no sobra ni un minuto, que es lo mismo que se puede decir de los siguientes discos, “El Espíritu del Vino” y “Avalancha”.

 

En las entrevistas de la época, al igual que en las de los años posteriores, dejaron muy clara su postura y sus objetivos. “No queremos hacer discos regionales, sino que se puedan escuchar en todo el mundo”, decían. También se desmarcaban de la escena pop nacional del momento y, sobre todo de la Movida Madrileña. Se fijaban, tal y como insistían, en The Cult y The Mission. El tiempo les dio la razón, cuando en 1993 arrasaron en media Europa con “El Espíritu del Vino”.

No es extraño que fuese un productor extranjero como Manzanera quien finalmente les comprendiese y acercase el sonido de su segundo álbum al que los maños tenían en la cabeza. Senderos de Traición tenía unas canciones más maduras y un estilo más centrado y definido, pero la más notable diferencia es, sin duda, la labor de producción, que consiguió que este álbum suene tan imperecedero como cualquier clásico de cualquier banda de cualquier país del mundo.

Las letras de Bunbury se hicieron mucho más rebuscadas, y ello ayudó a que cantar en castellano no fuese un impedimento para mantener ese misterio que tienen las canciones cuando la voz no queda en primer plano eclipsando todo lo demás. Pero la principal novedad con respecto a su antecesor fue el tratamiento de la base rítmica, que les alejaba de sonidos ochenteros ultra procesados (casi tecno-pop) para acercarles a un espíritu mucho más rockero. Aunque una vez más, un año más tarde editarían un álbum en directo que dejaría claro que sobre las tablas iban un paso más allá.

 

La gira de “Senderos...” les llevaría a dar 140 conciertos en el país, y les abría las puertas de Europa en países como Alemania, Suiza, Bélgica y Francia. Además de una primera incursión latinoamericana.