Opinión
Supongo que nadie se escandalizará si explico que me he divertido mucho defendiendo los intereses de Octavi, el mosso de «la república no existe, idiota».
Me he divertido mucho porque si bien al principio se propagaron todo tipo de rumores sobre la gravedad de la sanción, al final quedó en la más leve de las leves, el apercibimiento.
Me he divertido mucho porque Octavi es un tipo simpatiquísimo al que no se le subió lo mediático a la cabeza, ni se asustó en ningún momento por la posible reprimenda. Sencillamente me dijo «vamos hasta el final porque no tengo por qué tener una mancha en mi expediente».
Me he divertido mucho porque servidor no había hecho en su vida, en los casi cuarenta años de ejercicio una vista en un Tribunal Contencioso-Administrativo, así que gracias a mis compañeros Ambar, Mercedes y Javier que saben mucho de esto, me dieron buenos consejos y me fui como cuando empezaba, a ver juicios en esta jurisdicción y a aprender cómo se hacían, cosa que me rejuveneció muchos años.
Me he divertido mucho redactando las alegaciones y la demanda, por lo surrealista que resultó y el juego que daba algo tan absurdo como que un funcionario le diga a otro funcionario que «defiende la república» y el otro le suelte lo de «la república no existe idiota», y explicando lo pintoresco que es afirmar defender algo que no existe y que el hecho de su inexistencia lo alegaran los propios políticos acusados en la vista del Tribunal Supremo.
Me he divertido porque como decía Annibal el del «Equipo A» con su pelo blanco y un puro en la boca «me encanta que los planes salgan bien». Así que no presumo de la victoria, presumo de haber puesto mi granito de arena y dejar claro que «la república no existe» aunque lo diga un funcionario que se equivoca de bando en una manifestación, un político imputado en el Tribunal Supremo, un periodista debidamente subvencionado, un fabricante de ratafía en plena taja, un miembro de banderilleros por la independencia, o simplemente un idiota.