Salud
La exposición a altos niveles de contaminación en la primera infancia se asocia a alteraciones en la conectividad cerebral en la preadolescencia
Un estudio liderado por investigadores de ISGlobal señala al periodo que transcurre entre el nacimiento y los 3 años como el de mayor susceptibilidad a la contaminación atmosférica
Existe evidencia acerca de la afectación que la contaminación atmosférica y el ruido del tráfico tienen sobre las personas, especialmente sobre los niños, que, por su metabolismo inmaduro y un cerebro en desarrollo, son un colectivo especialmente vulnerable a estos factores. De hecho hay estudios que ponen de manifiesto una asociación entre la exposición a la contaminación atmosférica durante la primera infancia y alteraciones en la estructura del cerebro.
En este contexto, un equipo de investigadores de ISGlobal, centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, puso en marcha un estudio con el objetivo de determinar si una mayor exposición a la contaminación atmosférica o al ruido del tráfico podía asociarse también a posibles alteraciones en la conectividad cerebral, es decir a la forma en la que interactúan distintas regiones del cerebro, y los resultados de dicha investigación apuntan a que, efectivamente, una mayor exposición a la contaminación se asocia con una mayor conectividad funcional entre varias regiones cerebrales en la preadolescencia, mientras que eso no es evidente en lo que se refiere al ruido del tráfico.
Para llevar a cabo este estudio, los investigadores usaron datos de 2.197 menores residentes en Rotterdam del estudio Generación R , todos ellos nacidos entre abril de 2002 y enero de 2006, y recurrieron a modelos de uso del suelo para estimar los niveles de óxidos de nitrógeno y de partículas en suspensión en las viviendas de los participantes en cuatro momentos diferentes: durante el embarazo, desde el nacimiento hasta los tres años, desde los 3 a los 6 años y de los 6 años hasta que, entre los 9 y los 12 años, se realizó a esos participantes una resonancia magnética en estado de reposo, es decir sin estímulos externos, para conocer de qué manera repercutía sobre la estructura y el funcionamiento del cerebro la contaminación atmosférica y el ruido del tráfico, cuyos niveles se estimaron utilizando los mapas de ruido existentes.
En el contexto de este estudio, los investigadores observaron que una mayor exposición al dióxido de nitrógeno y a la absorbancia de las P.M.2.5 -un indicador de partículas de carbono negro- desde el nacimiento hasta los 3 años y a NOx - una combinación de óxido nítrico y dióxido de nitrógeno- desde los 3 años a los 6 se asocia a una mayor conectividad funcional entre varias regiones cerebrales, las cuales están implicadas principalmente en dos redes con funciones opuestas: por un lado, la de tareas negativas, que tiende a activarse en condiciones de reposo, y, por el otro, la de tareas positivas, que suele activarse durante tareas que exigen atención.
Al respecto, Laura-Pérez Campos, primera autora del estudio, señala que “todavía hay que entender las consecuencias de esta mayor actividad de ambas redes en condiciones de reposo, pero por ahora podemos decir que la conectividad cerebral en los niños expuestos a mayores niveles de contaminación atmosférica es diferente de lo que cabría esperar”.
Además, este estudio también ha permitido identificar al periodo que transcurre entre el nacimiento y los 3 años como el de mayor susceptibilidad a la contaminación atmosférica y al carbono negro como el contaminante más asociado a los cambios en la conectividad cerebral. Por contra, y pese a que varios estudios ponen de manifiesto que el ruido afecta al desarrollo cognitivo de los niños, en el contexto de esta investigación éste no se ha podido asociar con alteraciones en la conectividad cerebral,
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