Historia recuperada

El hombre que salvó el patrimonio artístico de Cataluña durante la Guerra Civil

Un libro recupera la labor llevada a cabo por Joaquim Folch i Torres con numerosa documentación

Una imagen de Joaquim Folch i Torres en su despacho
Una imagen de Joaquim Folch i Torres en su despachoMnac

Esta es una de esas historias que han quedado olvidados para muchos, pero con un impacto que todavía pervive. Hablamos de un héroe, de alguien que lo dio todo para que podamos disfrutar del rico patrimonio artístico de Cataluña. Hablamos de quien fue el director general de los Museos de Arte de Barcelona cuando la ciudad vivía rodeada de bombas en plena Guerra Civil. Joaquim Folch i Torres fue, sobre todo durante su estancia en París, entre febrero de 1937 y septiembre de 1939, nuestro Monuments Man. El historiador del arte Santos M. Mateos Rusillo firma un libro de reciente publicación, de la mano de la Editorial Base, en el que podemos saber sobre todo ese trabajo de preservación y defensa. Es lo que encontramos en las muy documentadas páginas de «El Noè del Patrimoni Artístic Català», un estudio destinado a ser un clásico.

Folch i Torres forma parte de una serie de nombres que, como Ventura Gassol, Carles Pi i Sunyer, Josep Gudiol, Joaquim Borralleras o Joan Subias, entre otros, hicieron todo lo que estuvo en sus manos para que museos como el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac), pueda guardar algunas de las más importantes piezas de nuestro patrimonio. Para esto fue fundamental la dirección de los Museos de Arte de Barcelona con Joaquim Folch i Torres a la cabeza. Era el menor de seis hermanos que en 1912, con 26 años se presentó a una plaza como auxiliar técnico de la Biblioteca de los Museos de Arte y Arqueología de Barcelona. La ganó con una memoria de doscientas páginas.

A Folch i Torres se le debe, como responsable de las secciones de Arte Medieval y Modernos de los Museos de Arte y Arqueología de Barcelona, la operación de salvamento de las impresionantes pinturas románicas en la Vall de Boí, entre 1919 y 1923.

El libro documenta con precisión la gestión del patrimonio artístico durante la Guerra Civil en un momento en el que la destrucción de iglesias en Cataluña estaba a la orden del día. Fue el conseller de Cultura, Ventura Gassol, el encargado de poner en marcha, desde la Administración, del operativo necesario para «el salvamento de archivos, bibliotecas y objetos de arte», como se señalaba en un librito propagandístico editado en 1937 en francés. De esta manera, por ejemplo, se empezó a obligar a las patrullas anarquistas de control a entregar las piezas requisadas a los servicios gubernamentales. Según Santos M. Mateos, en un balance oficial del 31 de diciembre de 1936 se consideraba ya perdido el 5 por ciento del tesoro artístico catalán del tipo de mobiliario, algo que se relacionaba especialmente con los bienes guardados en iglesias parroquiales y rurales.

Joaquim Folch i Torres fue el encargado de que no se perdiera ninguna de las obras de arte procedentes de Sant Esteve de Olot y que pasaba a ser la iglesia con más tesoros del mundo. La afirmación podría parecer una exageración pero es que en total se contabilizaron un millón de piezas que venían de este centro religioso. Folch i Torres, en un informe de 1937, se definió como el «autor intelectual» de aquella impresionante operación.

A este hombre también se le debe la presentación de algunas de las más importantes obras del patrimonio catalán en dos fundamentales exposiciones celebradas en París. Fue en 1937, concretamente en el Jeu de Paume y el Château Maisons-Laffitte. Para Cataluña fue una manera de dar a conocer fuera de sus fronteras la riqueza de su patrimonio, además de poder divulgar internacionalmente la causa republicana mientras seguían cayendo las bombas de la Guerra Civil.

Sin embargo, mientras esto tenía lugar, Folch i Torres mantenía algunos contactos con Burgos, como ha podido demostrar el autor del libro gracias a los documentos que están depositados en la fundación que lleva el nombre del gran gestor cultural.

Con la posguerra, Folch i Torres fue apartado y convertido en una sombra, pese a su trabajo. Tal vez sea el momento que algún espacio de Barcelona llevé de una vez su nombre de manera destacada.