Historia macabra

¿Dónde podemos ver expuesto el cadáver de un filósofo?

Jeremy Bentham dispuso en sus últimas voluntades que su cuerpo fuera preservado para siempre

Estado actual de la cabeza del filósofo
Estado actual de la cabeza del filósofoUniversitu College London

Lo más habitual es que tras su muerte, el legado de un filósofo sea su obra, que sus textos nos aportan las líneas generales para conocer más de su pensamiento, algo que nos lleva desde los clásicos griegos hasta nuestros días. Pero también hay casos insólitos, de aquellos que creen que no solamente son las ideas las que se tienen que preservar. El propio cuerpo merece ser preservado por los siglos de los siglos para deleite de todos en un museo. Esta es la historia de la literalmente última voluntad del inglés Jeremy Bentham.

Estamos hablando de uno de los grandes filósofos ingleses de todos los tiempos, además de un destacadísimo teórico del derecho. Siempre se dijo, desde su juventud, que tenía una inteligencia fuera de lo común, pero también que era un hombre de un gran carácter, algo que a la larga le granjeó algunas enemistades. Es su texto “Un Fragmento sobre el Gobierno” podemos encontrar lo que era su principal objetivo: “La máxima felicidad del mayor número (...) es la medida de lo bueno y lo malo”. Jeremy Bentham era un firme partidario de llevar a cabo reformas sociales en un tiempo en el que eso parecía una utopía. No es extraño que fuera un firme defensor, a diferencia de otros compañeros ingleses, de la Revolución Francesa. Para este autor los hombres debían ser juzgados por la utilidad que tienen, una de las máximas del utilitarismo, corriente que él mismo creó. Dejó una gran huella entre sus contemporáneos, algo de lo que era plenamente consciente, tanto como para construir a su alrededor una leyenda que llega hasta nuestros días. Bentham fue uno de los impulsores de la University College de Londres y todavía hoy participa en las reuniones de esta institución.

Jeremy Bentham falleció el 6 de junio de 1832. Tenía 84 años. Antes de dejar este mundo, el filósofo escribió sus últimas voluntades. Se había estado preparando desde hacía tiempo para ese momento, el de su despedida, pero quiso que fuera sonada, que nadie se olvidara de su paso por este mundo. Diez años antes de morir, nuestro protagonista dispuso que se entregaran 26 anillos conmemorativos a amigos y admiradores de su causa. En ellos se podía ver el perfil del filósofo y se incluía un puñado de sus cabellos como inolvidable recuerdo. Curiosamente en la actualidad solamente se conservan seis de esos anillos realizados por el artista John Field, quien trabajaba para encargos del rey Guillermo IV.

Como hombre avanzado a su tiempo, Bentham pensó que lo mejor que podía hacer con sus restos mortales era donarlos a la ciencia para que fueran objeto de estudio. Tal vez del cadáver se podrían extraer descubrimientos para sanar enfermedades, para saber más y mejor sobre el funcionamiento del cuerpo humano. El filósofo solamente puso un par de condiciones. Por un lado quiso que sus restos fueran debidamente preservados. En el testamento indicó que fuera disecado y expuesto públicamente.

Dicho y hecho.

El esqueleto de Bentham puede verse en la actualidad expuesto en la University College, aunque debidamente vestido con los ropajes del filósofo y con una cabeza de cera. Durante años, junto al cuerpo, estuvo a la vista del público la cabeza real, diseccionada y momificada. Ahora está guardada para evitar que algunos se asusten al encontrarse ante lo que queda de Jeremy Bentham.