Exposición
La Venus de Milo con sus cajones llegan al Teatre-Museu Dalí
El centro dedica una exposición a la obsesión del artista surrealista con la célebre escultura clásica
Probablemente sea la Venus de Milo la escultura más famosa de todos los tiempos. Su indudable belleza y el enigma de sus brazos desaparecidos hacen de ella una fascinación en mármol. A Salvador Dalí siempre le sedujo aquella obra, aquella mujer de piedra y la convirtió en un elemento más de su imaginario surrealista.
Ese es precisamente el tema de una exposición que en estos días puede verse en Figueres, concretamente en el Teatre-Museu Salvador Dalí. La muestra es una buena oportunidad para conocer las «surrealistización» de la Venus a la que Dalí vistió con varios cajones.
Una de las principales novedades principales en esta propuesta expositiva radica en la manera de presentar la daliniana «Venus de Milo con cajones», procedente de la colección permanente del Art Institute of Chicago, pero que llega al museo de Figueres en préstamo digital, algo que habría fascinado al mismo Dalí. Para ello, se ha realizado una creación holográfica que se presenta en una pantalla OLED transparente LG que, al mismo tiempo, quiere ser un homenaje a los hologramas que Dalí creó durante los años setenta con la colaboración del Premio Nobel de Física Dennis Gabor. También puede contemplar el visitante una escultura física, así como óleos, dibujos, estudios preparatorios, fotografías, documentación diversa, además de la proyección de un fragmento de la cinta «Autoportrait mou».
Uno de los puntos que se ha querido subrayar en esta exposición, comisariada por Laura Bartolomé, es que Dalí sirvió como puente de su tradición creativa con la de los creadores del Pop Art gracias a su intervención en la escultura. No se puede olvidar que Andy Warhol siempre estuvo atento a cuanto hizo aquel a quien veía como uno de sus maestros. En este sentido, el estadounidense, tan amante de llevar a la altura de obra de arte lo cotidiano, no podía ocultar su fascinación por el hecho de que esta pieza helenística, por obra e ingenio del de Figueres, se convirtiera en un mueble. Como destacó la pasada semana Montse Aguer, directora de la Fundació Dalí, junto con la obsesión por la pintura «El Ángelus» de Millet, la Venus de Milo le sirvió al artista para desarrollar su método paranoico-crítico de interpretación de la realidad. La escultura Venus de Milo con cajones es una de las piezas que Dalí quiso que formaran parte de la que es su mejor obra: su propio museo.
En la muy peculiar autobiografía «Vida secreta de Salvador Dalí por Salvador Dalí», su autor da algunas claves del origen de esta fascinación por unir lo clásico con lo moderno: «Mi gloria surrealista no valía nada. Debía incorporar al Surrealismo en la tradición. Mi imaginación debía volver a ser clásica». Con estas palabras, Dalí, ya distanciado del grupo surrealista bretoniano, se adelanta al verso de «Sol, i de dol», el poemario de su querido amigo J.V. Foix: «M’exalta el nou i m’enamora el vell».
La Guerra Civil marcó poderosamente a Dalí. Había motivo. Su familia vivió una situación desastrosa en Cadaqués, algo que supo el pintor al final de la contienda. Por otro lado, por el camino perdió a uno de sus mejores amigos, Federico García Lorca, asesinado por el fascismo en Granada. En su libro «Confesiones inconfesables» encontramos el origen de su personal Venus: «El caos español me trastornó y los monstruos de la Guerra Civil invadieron mis telas [...]. La muerte, la nada, la abyección del odio me acosan. Mi sistema paranoico-crítico funciona perfectamente. En plena desesperación, sigo pintando y exaltando mi vértigo. Invento la Venus de Milo con cajones..»
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