Novedad editorial

La Barcelona canalla de Jean Genet ya no tiene censura

Cabaret Voltaire publica la edición más completa de la novela «Diario de un ladrón»

Jean Genet por Giacometti
Jean Genet por GiacomettiTate

Jean Genet no fue un autor que lo tuvo fácil a lo largo de su carrera literaria. Al margen de las tendencias, comprometido con el tiempo que lo tocó vivir, Genet nos sigue interpelando desde sus libros, pero para poder leerlos deben llegarnos en las mejores condiciones. Hasta ahora la obra cumbre del escritor francés, «Diario de un ladrón», era accesible pero herida por la censura. La editorial Cabaret Voltaire acaba de lanzar la que es la edición definitiva de esta obra en la que Barcelona, una Barcelona diferente a la de las postales sino más oscura y profunda, tiene un papel destacadísimo. No es un simple decorado sino un personaje más en la vida en los bajos fondos de quien supo moverse allí como pez en el agua.

El libro fue publicado por primera vez en 1948, dedicado a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, pero lo hizo de manera clandestina gracias al empeño de Albert Skira, un gran editor especialmente dedicado a realizar cuidadas publicaciones destinadas a un público bibliófilo. Unos meses más tarde, vio la luz una edición más popular y accesible a todos los lectores de la mano de Gaston Gallimard. Este había conocido a un joven Genet en el célebre y parisino Café de Flore, justo cuando el escritor había pasado ocho meses en prisión por robar en una librería. Jean Cocteau ya había dicho de Genet en ese momento que «tienen ante ustedes al mayor poeta del siglo». Se hicieron amigos y Gallimard se convirtió en su editor, pero no quería tener ningún tipo de problemas, por lo que obligó a Jean Genet a llevar a cabo un concienzudo trabajo de edición, suprimiendo palabras, párrafos y pasajes. Cuando en 1949 aparece «Diario de un ladrón» se convierte en la versión oficial, la que ha pervivido durante muchos años, incluso fuera de Francia.

Hay que decir que este fue un problema que se encontró con cierta regularidad Genet en su paso por Gallimard. Otras obras suyas, como «Pompas fúnebres» o «Querelle de Brest» también padecieron importantes alteraciones, hasta el punto de que también se cortaron páginas completas. Pero el caso de «Diario de un ladrón» es más grave, especialmente si se comparan las ediciones de 1948 y 1949. El editor tuvo miedo de que se prohibiera la publicación de una novela con una prosa impresionante, la misma que Genet definiría a Madeleine Godel, al recordar sus primeros textos, como con «la emoción poética debería ser tan de tal fuerza que ningún lector se sintiera emocionado de manera sexual».

Se ha tenido que esperar hasta 2021, gracias a Gallimard-La Pléiade, para que se recuperara el texto tal y como fue concebido por su autor originalmente, algo que pasa a ser un auténtico acontecimiento literario porque ahora podemos leer a Genet tal y como él quiso. La traducción corre a cargo de Lydia Vázquez Jiménez, catedrática de Filología Francesa en la UPV/EHU, además de especialista en literatura libertina.

«Diario de un ladrón» es una de las grandes obras que se han escrito sobre Barcelona y, probablemente, una de las más sinceras y más salvajes. Se dice que Genet, él mismo lo aseguraba, llegó a Barcelona en 1932, aunque Juan Goytisolo, alguien que conoció y estudió bien al autor, creía que la etapa española podría situarse entre noviembre de 1933 y abril de 1934. Para ello cita como prueba una carta de Genet a André Gide del 12 de diciembre de 1933 en la que asegura que «estoy sin un céntimo en Barcelona, el cónsul es intratable, soy huérfano y vagabundeo de tasca en tasca».

En el libro que nos ocupa, Genet se definía como «un piojo más, y con conciencia de serlo». Las páginas de la novela nos dibujan una cartografía de lo que hoy es el Raval, donde era frecuente encontrarse con el escritor/ladrón en «la calle del Mediodía y la calle del Carmen. A veces dormíamos seis en una cama sin sábanas y al amanecer íbamos a mendigar por los mercados. Salíamos en grupo del Barrio Chino y nos desperdigábamos por el Paralelo con un cesto colgado del brazo porque las amas de casa preferían darnos un puerro o un nabo antes que un céntimo».

enet se movió en una Barcelona del robo, pero también de la prostitución masculina sin dejar de lado la miseria. Al límite, sin lo necesario, el autor se buscó una vida entre callejones y marinos extranjeros que querían sexo fácil mientras pasaba algunas horas de olvido en La Criolla. Todo ello aparece en «Diario de un ladrón» acompañado de chulos, prostitutas, prostitutos, perdedores… Afortunadamente no han quedado en el olvido porque hoy son figuras literarias.