Arte

La colección de Carrero Blanco se expone en Cataluña

El Museu Abelló celebra el centenario de su fundador mostrando sus tesoros

Las piezas de la colección de Carrero Blanco en Mollet
Las piezas de la colección de Carrero Blanco en MolletVíctor Fernández

A lo largo de todo este año, Mollet del Vallès se vuelca en la celebración del centenario de su pintor más famoso. Joan Abelló, al margen de las modas y de las tendencias, pero siempre pensando en la ciudad en la que nació y trabajó, construyó una obra pictórica única, un personal estilo en el que parece sobrevolar a veces el impresionismo vangoghniano.

Junto con su trabajo como artista, su otra gran faceta fue la de coleccionista. Todo ese fondo es la base de que hoy es el museo que lleva el nombre del artista en Mollet del Vallès, así como de la casa que hoy puede visitarse parcialmente, ahora de propiedad municipal. Hablamos de un fondo aún desconocido para el gran público por su ubicación fuera del centrismo de Barcelona. La colección creada por Abelló impresiona por la variedad y la riqueza de lo que allí se reúne, en una línea que nos lleva desde la escultura religiosa de Pedro de Mena hasta el informalismo de finales del siglo pasado, todo ello pasando por lo mejor del arte catalán del XIX y XX, además de la presencia de algunos de los grandes iconos del arte de nuestro país.

En la casa museo, situada en la calle Lluís Duran, uno puede hacerse una idea de lo que amontonó Abelló. Nada más entrar nos encontramos unos grandes platos, más bien fuentes, de cerámica. Abelló, junto a otro coleccionista de Mollet, los adquirió en los años setenta. Se trata de un fondo de piezas de cerámica que la familia Carrero Blanco puso en venta poco después del asesinato de quien fuera presidente del Gobierno. Esa colección está presente en el recorrido del centro.

En este mismo espacio puede contemplarse, por ejemplo, uno de los últimos trabajos de Joaquín Sorolla, un retrato de su querido amigo Benlliure que quedó inacabado en el estudio del pintor.

Joan Abelló nunca ocultó sus referentes, aquellos que lo formaron como artista: Joaquim Mir, Pere Pruna y, sobre todo, Carles Pellicer. De este último aprendió, concretamente, a ser un pinto, a trabajar como tal. Pellicer había estado en París y se había codeado con los impresionistas. En la casa museo se guardan objetos que Pellicer se trajo a Barcelona, como la modernista cama en la que dormía su amiga la actriz Sarah Bernhardt, partituras de Enric Granados, manuscritos de Gabriel Miró o una fotografía original escasamente conocida de Toulouse-Lautrec. Todo esto ahora se guarda en Mollet.

Los intereses de Abelló fueron diversos, aunque no participara de las modas o tendencias del momento. Siempre supo estar en el lugar adecuado en el momento preciso. De esta manera fue testigo privilegiado del nacimiento del grupo artístico Dau al Set, fue a ver a Picasso cuando era casi una misión imposible acercarse a él o visitó el taller de Vázquez Díaz donde se quedó el traje torero de Manolete.

En las paredes de su casa se recogen su fascinación por Manolo Hugué o Joaquim Mir. Mirando con detalle, a veces con el riesgo de acabar con torticulis, se encuentran sorpresas, como un retrato fundamental de Ramón Gómez de la Serna por Rafael Barradas, apuntes de Nonell o los dibujos de la cuadrilla que toreaba para Picasso en Arlés.

Mención aparte la merece la fundamental colección de manuscritos del joven Dalí, entre ellos la primera novela escrita por el ampurdanés titulada «Tardes d’estiu» o el original de la primera carta que envió a Lorca.

Todo ello retrata a Joan Abelló cien años después de nacer.