Memoria recuperada

El crimen sin resolver que trastocó Barcelona

Un libro investiga la realidad del asesinato de Dolors Bernabeu, ocurrido en 1925 y que impactó la capital catalana

Barcelona en la época en la que tuvo lugar el crimen
Barcelona en la época en la que tuvo lugar el crimenWikipedia

Estamos en 1925, concretamente es el 21 de agosto. Barcelona es una ciudad oscura, en la que el pistolerismo se ha convertido en una especie de violento deporte que ha convertido la capital catalana en muy peligrosa. Pero también es el hogar de los cafés y de los cabarets. Ese es el decorado, el telón de fondo de un crimen. Pero no es un crimen cualquiera porque este revolucionará toda Barcelona. En el pasaje de Escudellers, no muy lejos de la Rambla, ha aparecido esa noche un cadáver, el de una joven de 16 años llamada Dolors Bernabeu, aunque es más conocida como Lolita.

Ese es el tema de un libro, «La mort misteriosa de Dolors Bernabeu», una imponente obra de investigación de Josep Sala i Cullell publicada por Pòrtic. Aquel dramático suceso se convirtió en uno de los hechos más mediáticos en la Barcelona de aquel tiempo, como lo demuestra la mucha tinta vertida en buena parte de los diarios de aquel entonces. A través de una paciente y diligente búsqueda en archivos de aquí, pero también de París , Sala i Cullell ha tratado de rescatar la memoria perdida de aquel asesinato.

Dolors era una muchacha a la que la suerte le había dado la espalda. Nacida en lo que hoy conocemos como el Raval. esta hija de padres obreros valencianos, se había visto obligada a acabar prostituyéndose para poder sobrevivir. Cuando su cadáver apareció en el suelo del pasaje de Escudellers, algunos pensaron que aquello era un suicidio, entre otras cosas porque ella había sido arrojada desde un balcón y en su habitación se encontró una nota. Sin embargo, fue el diario «La Publicitat» el primero en informar de los hechos y quien se avanzó en lo referente a poner en duda la hipótesis del suicidio, así como las contradicciones de algunos de los testigos presenciales.

Varios reporteros se pusieron a trabajar en el caso, a intentar separar la realidad de lo imaginado, en un momento en el que los medios de comunicación están sometido a la férrea vigilancia de la dictadura del general Primo de Rivera. Fue, en este sentido, un diario –«Las Noticias»– el primero en atreverse a señalar que Dolors Bernabeu tenía clientes importantes, muy importantes en esa Barcelona. El periodista que indagó para «Las Noticias» sobre el asesinato fue Manuel Brunet, probablemente hoy más recordado por ser un colaborador de Cambó y una firma habitual en la revista «Destino» durante la posguerra. Brunet visitó el lugar de los hechos y entrevistó a los testigos de la tragedia.

Los médicos acabaron dictaminando que la pobre Dolors no murió al caer en el pavimento sino de una herida mortal de bala. Quien la disparó se encontraba en el mismo plano que la víctima. Los forenses aseguraron que la joven no pudo dar más que dos o tres pasos antes de caer al vacío. Todo era tan extraño que «Las Noticias» lo calificó como una fantasía propia de Edgar Allan Poe o Conan Doyle. La ciudad se llenó de detectives aficionados dispuestos a contribuir a la confusión con sus teorías sobre lo sucedido en Escudellers.

Pero la realidad resultaba inalcanzable porque se debía ocultar a los culpables. Buena prueba de ello es que tras todo el ruido provocado en los medios, finalmente apareció el 22 de mayo de 1926 una breve nota en varios diarios de Madrid y Barcelona. En ella se aseguraba que finalmente el juzgado había llegado a la conclusión que fue un suicidio. Dolors Bernabeu decidió sola acabar con su vida. Caso cerrado. Ya pueden marcharse porque aquí no hay nada más que ver. El juez instructor, Ramón de Páramo, por presiones no pudo ir más lejos.

Simultáneamente a la resolución oficial, la ciudad se llenó de panfletos donde se daba el nombre del autor material de los hechos. Josep Sala i Cullell encontró uno de ellos en el Arxiu Històric de la Ciutat. Allí se expone que el último amante de Dolors Bernabeu no fue otro que Alfonso Barrera Campos, capitán de infantería, miembro de los Mossos d’Esquadra e hijo del general Emilio Barrera Luyando, capitán general de Cataluña e íntimo amigo del dictador Primo de Rivera. Barrera Campos tuvo un cómplice: Cristóbal Fernández Valdés, juez militar de Barcelona y conocido como «El Xato» porque le faltaba un trozo de nariz. Nunca se les condenó.