Entrevista

Daniel Giralt-Miracle: «En Cataluña tenemos superioridad en museos, pero nos dan garrotazos»

El autor publica «Guspires de memòria», un libro autobiográfico sobre su papel esencial en el mundo del arte catalán

Daniel Giralt-Miracle en su estudio de Barcelona
Daniel Giralt-Miracle en su estudio de BarcelonaJoan Mateu

Es uno de los grandes nombres de la crítica del arte en Cataluña, además del recordado comisario del Año Gaudí en 2002. Ahora, el maestro Daniel Giralt-Miracle recoge algunas de sus vivencias junto a Dalí, Tàpies o Brossa en el libro «Guspires de memòria», publicado por Edicions 62.

Su libro son chispazos de una memoria. ¿Por qué no ha querido hacer unas memorias completas?

La elaboración de este libro nació en el periodo pandémico, en el aislamiento del mundanal ruido. Se me ocurrieron unas ideas y las escribí. Hablé con mi mujer y, sobre todo, con mi hija y les pareció buena idea. Escribí sin voluntad de construir memorias, pero sí recuerdos de mi vida. Son chispas, «guspires», porque no tiene esta obra una voluntad memorialística. Lo publico en una colección de memorias, porque así lo ha querido Edicions 62, pero al final añado una coletilla diciendo que podría haber más. Si la salud me acompaña, habrá más, pero no será a base de ir a mirar en archivos, documentos. Todo sale del corazón y la memoria.

Vayamos a algunos de los episodios que aparecen en su libro, como su paso por el Macba como director, un episodio del que no guarda muy buen recuerdo.

Es que allí vi que mandaba todo el mundo, menos el director, algo que se ha repetido bastante, incluso pasaba en la época de Manuel Borja-Villel. Mire, le explicaré que el momento más brillante de la historia del Macba es cuando tiene lugar la donación de Rafael Tous, un coleccionista que tenía los mejores artistas, los había comprado y los había ayudado. Yo le fui detrás en la época en que él tenía la sala Metrònom en el Born, pero en aquel momento no pudo ser. Así que el día que vi todos esos artistas y Tous donando esa colección, pensé que ese día nacía en Macba. Había muchas compras importantes en ese mundo, pero museo de arte contemporáneo de Barcelona todavía no lo es. Una vez tuve una utopía y era que preveía que el Macba y el CCCB compartían instalaciones para crear un centro de inteligencia y pensamiento. El CCCB lo está demostrado con sus exposiciones sobre inteligencia y pensamiento. Algún día haremos otro museo de arte contemporáneo , pero el museo como templo de las musas ya no lo puede ser. Esa idea de ocupar Montjuïc ocupando todos los pabellones es una buena salida porque no harán un museo de capillitas. Tenemos suficientes Dalís, Picassos y Mirós para explicar el arte catalán del siglo XX. Así que esa puede ser una buena salida.

Acaba de citar a Salvador Dalí. ¿Cree que Cataluña se comportó bien con él?

Había un escrúpulo con Dalí porque era capaz de hacer su papel numérico con Franco, además de con Pujol o Foix. Por otro lado estaba su posicionamiento no vinculado al 18 de julio. Se miraba a Dalí con escrúpulos, pero surgieron muchos «amigos» alrededor de su testamento. Había mucho patrimonio que estaba repartido por diferentes almacenes en Europa y Estados Unidos mientras Dalí era un apátrida con pasaporte en Mónaco. Por tanto, solamente un estado podía pagar y convencer a Dalí para que viniera a España. No había una Generalitat, por ejemplo, capaz de pagar a la hija de Gala y Paul Éluard o hacerse cargo de los gastos de los almacenes en el extranjero con aquella obra tan importante.

Usted participó en el reparto de obra de Dalí, tras su muerte, entre Madrid y Figueres.

Sí. Fuimos a negociar con el Reina Sofía. Le explicaré lo que hicimos y cómo fue ese reparto matemático: uno para ti, otro para mi. En ese momento había un director, que era muy amigo mío en el Reina Sofía, que arrebató la mejor parte. Así que ahora tenemos un Dalí bien representado en el Reina Sofía en el mismo museo en el que también hay un Picasso muy bien representado con el «Guernica».

Tampoco nos ha ido muy bien con Joaquim Torres-García.

Todo empezó cuando un presidente de la Generalitat rechazó el proyecto de que Torres-García pintara el Palau de la Generalitat. Así que este uruguayo-catalán se quedó sin trabajo y se permaneció en Sarrià haciendo unos juguetes muy inteligentes, pero con eso no se come. Así que se va a París y se dedica a la ilustración hasta emigrar definitivamente al Cono Sur donde creó una escuela con decenas de artistas con su sentido artístico. Cuando Pujol hace ese viaje a Uruguay, con una comitiva de expertos, hice contacto con el Museo Torres-García que me puso en contacto con la viuda e hijas del artista.

¿Qué pasó cuando contactó con la viuda de Torres-García?

Le llevé un ramo de flores a la señora Manolita y me lanzó todos los improperios del mundo. Me dijo en catalán del Eixample que no quería saber nada de Cataluña. Luego hubo una segunda parte, cuando el MoMA organizó una gran exposición dedicada a Torres-García. Intentamos que viniera a Cataluña, pero era muy cara porque había que pagar seguros y los préstamos de obras venían de todo el mundo. No encontramos fondos y al final la exposición se va a Málaga donde hay un alcalde muy inteligente que ha montado un museo Picasso y un Thyssen. Así que en Cataluña tenemos superioridad como museos, pero nos dan garrotazos.

Cuenta que cuando estuvo al frente de la Pedrera le espiaban, que tenía el teléfono pinchado, un episodio no muy conocido.

El espionaje está en todas partes, en la Iglesia, en los ministerios, en las consellerias... Nunca sabes quién te traicionará. En aquel momento pensé que era una manera de saber cómo funcionaban las administraciones, quién se llevaba la exposición de éxito...

No habla de la colección Salvador Riera y de su adquisición por la Generalitat.

Todo eso ocurrió a mis espaldas. Los técnicos nunca fuimos consultados. No fue una mala operación, pero los museos tenían otras prioridades en ese momento.