Palabra de Picasso

Picasso: «¿Has oído tú protestar a la Iglesia alemana por el criminal bombardeo de Guernica?»

Un libro recupera las memorias inéditas del barbero del gran pintor

Pablo Picasso y Eugenio Arias
Pablo Picasso y Eugenio AriasHenri Traverso

Podría parecer difícil a estas alturas aportar alguna novedad importante a lo muchísimo escrito alrededor de la vida y la obra de Pablo Picasso. Pero a veces ocurren milagros y aparecen testimonios de primera mano que han permanecido inéditos demasiado tiempo. Es el caso de un personaje fascinante llamado Eugenio Arias y que ha pasado a la historia por ser el barbero del pintor, además de uno de sus cercanos amigos en las últimas décadas de su vida. Bajo un título que es toda una declaración de principios, «Picasso, mi segundo padre», recoge las memorias inéditas de Arias, en un texto preparado por Madeleine Bergé Arias a partir del texto establecido por Rafael Inglada, todo ello publicado por el Museo Casa Natal Picasso de Málaga.

No se puede negar que nos encontramos ante un libro muy personal, la mirada de quien consideró a Picasso como un padre. Por eso esto es una defensa del pintor, en ocasiones incluso un ajuste de cuentas contra aquellos que lo atacaron cuando ya no pudo defenderse. Pero lo más importante es acceder a las muchas e interesantísimas confidencias, en ocasiones desmitificadores, que Picasso realizó a quien le cortaba el pelo y pasó a convertirse en su más cercano amigo, un exiliado español en Vallauris.

Arias era un ex combatiente republicano natural de Buitrago de Lozoya, en la Comunidad de Madrid, miembro del Partido Comunista, que en 1947 vio como entraba por la puerta de su establecimiento el pintor más importante del siglo XX naciendo una amistad a prueba de todo y que solamente conocería su fin con la muerte de Picasso, en 1973.

A los dos les unían muchas cosas, especialmente el estar lejos de su país por sus firmes convicciones políticas, pero también aficiones como la buena mesa o los toros. Precisamente las excursiones a Arlés para acudir a festejos taurinos ocupan la primera parte del libro donde también surgen las luces y las sombras de alguna amistad, como es el caso de Luis Miguel Dominguín. Picasso no quiso saber nada del torero después de que este dijera en un periódico que ««¿Picasso? Está en la edad del pavo. Dentro de poco acaba el bachiller. Tiene una juventud ofensiva. ¿Su último regalo? Los cuadros se los regalo yo a las tatas de mis niños. De verdad. Tienen ya veinte o veinticinco pinturas de Picasso».

El amigo fiel también ajusta cuentas con Françoise Gilot por su polémico libro de recuerdos sobre los años vividos con el artista. Gilot fue la única mujer que abandonó al pintor y todo eso lo expuso en un texto en el que su ex pareja no queda bien parada. Valga un ejemplo de lo que expone Arias: «Picasso era y fue, en todas circunstancias, un español, un hombre. Yo sé que hoy —en este ambiente hipócrita en que vivimos— es difícil de comprender a un hombre verdadero, y más si este es español. Por ello Françoise, en su libro, relata con sadismo, la gifle [bofetada] que dio a Pablo a su regreso del Congreso de la Paz en Varsovia. Un español se deja abofetear por una mujer, nunca por un hombre. Esto no podía comprenderlo Françoise».

Pero lo más fascinante de esta obra es poder escuchar conversar a Picasso con Arias. Porque esta autobiografía recupera la voz del genio y nos permite adentrarnos en su pensamiento, en las conversaciones privadas con su barbero como, por ejemplo, cuando le aconsejaba cómo ver la vida: «Procura de ver las cosas al revés, así encontrarás la verdad y comprenderás que nos están engañando y nos engañamos nosotros mismos. Observa cuando un hombre va a mear, ¿qué es lo que saca primero? Pues el culo, y esto lo hace sin pensar, y es verdad. Además, todo el mundo piensa en lavarse las manos después de mear. Yo me las lavo antes por respeto a un miembro de mi cuerpo».

También podemos constatar su curiosidad por aprender hasta el último día, pese a que él fue maestro con muchos discípulos. A este respecto le decía a su barbero que «la vida, Arias, qué escuela tan grande y tan eficaz. Ahora que hay que saber ser un buen alumno —pues profesores quieren ser todos— tú haz como yo, siempre alumno, así podrás aprender algo, cuando se cree ser profesor ya no se aprende nada».

Picasso, según las notas redactadas por Arias en 1981, el año del centenario de su querido amigo, no, tampoco tenía pelos en la lengua para hablar de la Iglesia. Él, quien nunca ocultó ser ateo, se preguntaba «¿sabes cómo viven los curas? Pues viven como los gusanos en el queso. Nosotros, la sociedad, somos el queso y ellos viven a sus anchas contando cuentos, sin pagar impuestos, sin trabajar y estando siempre al lado de los que mandan. ¿Qué habíamos hecho España y los españoles a la Italia de Mussolini para que este enviase sus aviones a bombardear nuestro país? Y aún peor, los obispos italianos bendecían los aviones para que estos fuesen más eficaces sembrando el terror. ¿Has oído tú protestar a la Iglesia alemana por el criminal bombardeo y la destrucción de Guernica?».

Gracias a la memoria de Arias tenemos una oportunidad única de conocer la voz de Picasso.

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