Libros
«Rembrandt», el libro maldito de Jean Genet
Elba publica los materiales que han sobrevivido del ensayo que el escritor quiso dedicar al gran pintor
Cuando hablamos de Jean Genet, el adjetivo «maldito» nos parece el más adecuado para referirse tanto a él como a su obra. Las últimas revelaciones sobre su vida, especialmente lo contado por el documental «Little Blue Girl» nos muestran su peor y más real cara, la del abusador que siempre fue. Vamos a hacer aquí un intento por separar a ese ser de su propia producción literaria, pero parece necesario al referirnos a Genet, no olvidar de quién estamos hablando.
Elba ha tenido la buena idea de dar a conocer una obra perdida, el que pudo haber sido el gran ensayo por Genet, pero del que han sobrevivido unos pocos materiales, los necesarios para descubrir la mirada que el escritor proyectó hacia la pintura de uno de los grandes artistas de todos los tiempos. «Rembrandt», que es como se titula este libro, nos acerca al universo del autor holandés no desde la perspectiva de un crítico de arte o de un especialista en una materia tan transitada: es la labor de un observador inteligente que se fija en los detalles, en aquello que aparece en la tela y nos habla de la personalidad de su creador.
La historia del texto es ciertamente peculiar, un proyecto que persiguió a Genet hasta poco antes de morir, pero que no llegó a concluir, aunque sí se preocupó de divulgarlo, especialmente en algunas revistas de los años cincuenta. Todo se remonta unos años antes, cuando Jean Genet se encuentra por primera vez con la obra de Rembrandt durante sus visitas a diversos museos, primero en Londres en 1952, para pasar a Ámsterdam en 1953, en un camino que lo lleva por Múnich, Berlín y Dresde, hasta concluir en Viena en 1957. Es en ese momento cuando empieza a acariciar la idea de trabajar en un largo texto sobre el autor holandés y su circunstancia.
La primera muestra en letras de molde llegó en 1958, en las páginas de «L’Express» donde apareció una selección de lo que debían ser los textos que formarían parte de un ensayo a publicar por Gallimard «a principio del año escolar» –según indicaba la revista–, pero del que nunca más se supo. El artículo se tituló «El secreto de Rembrandt» e iba acompañado, como ilustraciones, de algunas obras del gran artista, aunque se desconoce si el mismo Genet participó en la selección de imágenes.
Habría que esperar a marzo de 1964 para saber algo más de la iniciativa artística de Genet, en esta ocasión en otra revista, concretamente en «Art and Literature», dirigida por el poeta John Ashbery, donde los textos de 1958 son traducidos al inglés. Casi en la misma fecha, pero en Italia, Genet da a conocer su proyecto en «Ik Menabò», la publicación de Elio Vittorino e Italo Calvino. Todo ello viene a demostrar el gran impacto internacional que tenía en esa década el autor de «Diario de un ladrón».
Sin embargo, fue en 1967 cuando tuvo lugar un cambio importante en el diseño de estos textos porque Genet, en la revista «Tel Qel», yuxtapone los textos en dos columnas, ofreciendo dos lecturas distintas, pero a la vez complementarias respecto a su manera de entender la pintura de Rembrandt. Por otra parte, el conjunto pasa a llamarse de otra manera, sin ninguna duda más impactante: «Lo que quedó de un Rembrandt cortado en cuadritos iguales y tirado por el retrete». De esta manera, Genet hacía referencia a un reciente acontecimiento que había trastocado su propio mundo. En 1964 se había suicidado su amante Abdallah Bentaga, el inspirador del texto «El funambulista». A raíz de aquello, el autor de «Las criadas» había destruido muchos de sus manuscritos, aunque el de Rembrandt era uno de los pocos que habían sobrevivido.
Pero del libro anunciado no hubo noticias.
Así que ese «Lo que quedó de un Rembrandt cortado en cuadritos iguales y tirado por el retrete» fue trasladado por su propio autor al volumen IV de sus «Obras completas» en 1968. El otro texto, el que lo inició todo, «El secreto de Rembrandt», se integró en la misma colección con todos los trabajos de Genet en 1979, concretamente en el tomo V.
No fue hasta 1995, cuando Jean Genet ya estaba muerto, que «Rembrandt» pasó a convertirse en un pequeño volumen con los materiales ya conocidos, aunque, al igual que ocurre con la edición de Elba, enriquecido con las imágenes de las obras citadas en el ensayo.
No parece exagerado decir que la vida de Genet está llena de heridas que en muchas ocasiones no cicatrizaron como debían. Eso hace que en sus palabras, Rembrandt sea también una vía con la que exorcizar sus propios y diversos fantasmas internos, como cuando indicaba que «mis amigos más queridos se refugiaban por completo, estoy seguro, en una herida secreta» o, como él mismo aclaraba, «en un dominio muy secreto, irreductible tal vez». Eso mismo busca en algunos de los cuadros de Rembrandt, donde se pasa de cierta elegancia «a la angustia, al desconcierto, que superará».
Pese a que es una luz sobre lo que pudo ser, estamos ante una renovadora manera de mirar a Rembrandt.