
Entrevista
Txomin Badiola: «Una obra es un campo de especulación para el público»
El reconocido artista plástico regresa a la narrativa con «Mamuk», una obra que nos traslada al Andarroa de su infancia y juventud

El artista Txomin Badiola regresa a la narrativa con «Mamuk», una ambiciosa obra publicada por Acantilado, en la que nos encontramos dos relatos. Uno de ellos nos lleva hasta finales del siglo XV cuando Béranger de Bourgogne recibe el encargo de proseguir la construcción de una iglesia en una próspera villa de la costa de Vizcaya. El otro es más cercano a nosotros en el tiempo en un viaje que se inicia en 1969, en el preciso día en el que Neil Armstrong pisa por primera vez la luna. El autor habló con este diaria sobre su nuevo libro.
Resulta un poco difícil explicar el contenido de un libro como «Mamuk» con tantas historias en él.
Por lo general, las obras tratan de algo que uno no tiene ni idea. La única certidumbre es que será el lector o el espectador el que al relacionarse con esa forma va a producir ese algo. Así que siempre he pensado que es el espectador o el lector al final quienes dan sentido a la obra. Porque la obra en sí misma no es más que un campo de especulación para el que la observa.
¿Por qué Andarroa?
Es un pueblo vinculado a la familia de mi padre. Pasé allí casi todos los veranos de mi infancia y de mi juventud. Por otro lado, toda esta familiaridad o esta identificación que tenía con el lugar se contrastaba con un sentimiento que era igualmente intenso: el de sentirme completamente ajeno en esta situación. Este sentimiento de extrañamiento, de familiaridad y de enajenamiento es de donde surge el punto inicial de partida del libro.
La iglesia de Ondarroa es eje del libro.
Dentro del paisaje de Ondarroa, el paisaje construido, la iglesia de Santa María ocupa un lugar muy preeminente. Es un bloque tardogótico situado sobre una mole creada para actuar a la manera de rompeolas inicialmente y es una iglesia que tiene un repertorio de estatuas muy particular porque además de las clásicas gárgolas del gótico tiene una serie de personajes que son casi retratos de soldados, de clérigos, de burgueses, de cortesanos alrededor del rey y de la reina. Estos personajes son los que en el pueblo les llaman «mamuk», que en euskera significa fantasmas. Tradicionalmente los mamuk son los fantasmas o los espectros con los que se asustaba a los niños y a las niñas cuando se portaban mal.
¿Qué quería que fueran los mamuk en su novela?
Mi intención primera fue, al ponerme a escribir, pensar quiénes fueron estos personajes que estaban ahí retratados, a qué se dedicaban, cómo se relacionaban entre ellos y cómo acabaron no sólo en un lugar, digamos, que era el suyo original, que era la balaustrada superior de la iglesia, sino por qué acabaron algunos en los pináculos o en los contrafuertes. A partir de ahí se genera una historia que viene a ser la de esos fantasmas, digamos, trasladados o devueltos a la vida en el siglo XV. Pero, por otro lado, eso se entrevera con una historia más contemporánea, que es la de un personaje en principio innominado, porque solo aparece en el texto con el apelativo de él y que es un artista que intenta tratar con sus propios fantasmas. Lo hace a partir de una serie de recorridos por la villa de manera muy vouyerística, podríamos decir, y a partir de conversaciones que tiene con gente que no es del pueblo. De aquí van surgiendo toda una serie de acontecimientos de su infancia y juventud, de sus experiencias como artista en diferentes ciudades, como Londres, Nueva York, Barcelona o Madrid, y de aquí van surgiendo todos esos fantasmas que de algún modo le sobrevuelan a él.
¿Qué comparte con el protagonista de «Mamuk»?
Los personajes toman prestadas cosas relacionadas con el autor. Son unos hijos que comparten ADN y experiencias, pero ese hijo no soy yo. Tiene vida propia. El personaje se parece mucho a mi, pero a partir de un punto responde a lo que necesita la ficción, no vinculado a una realidad existente que es la mía.
¿Qué pueden tener en común la práctica artística con escribir una novela?
Tienen muchísimos puntos en común. Hay que tener en cuenta que cuando yo empecé a finales de los 70 a trabajar en el arte plástico, mis intereses teóricos o discursivos del momento tenían que ver con las teorías del lenguaje, con el estructuralismo, postestructuralismo de construcción, etc. Son teorías para las cuales su campo de experimentación o su campo de referencia normalmente suele ser la literatura. A lo largo de mi trayectoria artística, he tenido que hacer una traslación de conceptos que estaban pensados casi desde la literatura a la plástica. Con lo que luego el trasvase desde mi trabajo plástico a mi trabajo de escritura ha sido relativamente suave, digamos, o sencillo, en el sentido de que mi manera de abordar las cosas no es diferente, digamos, en un campo y en otro.
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